Devocional 09 sep. - Andrew Murray

Raíces espirituales

Hechos 10:4 Él, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios

Felipe había predicado con gran bendición en Samaria y muchos habían creído. Pero el Espíritu Santo todavía no había descendido sobre ellos. Los apóstoles enviaron a Pedro y a Juan a orar por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo. 

El poder para esa oración fue un don mayor que la predicación. Eran hombres que habían estado en contacto cercano con el Señor. De todos los dones de la primera iglesia, la mayor necesidad era el regalo de la oración. Este poder se da a aquellos que dicen: “nos dedicaremos a la oración”. 

El derramamiento del Espíritu Santo en la casa de Cornelio nos da otro testimonio de la interdependencia de la oración y el Espíritu. Pedro subió a orar a la azotea. Vio que el cielo se abría y venía una visión que le revelaba la limpieza de los gentiles. 

Entonces llegó el mensaje que traían los hombres de Cornelio, que era un hombre que, como dice Hechos 10:2, “oraba a Dios siempre”. Un ángel le dijo a Cornelio que sus oraciones “habían subido para memoria delante de Dios”. Entonces la voz del Espíritu le dijo a Pedro: “ve con ellos”. 

La voluntad de Dios se reveló a Pedro cuando estaba orando. Luego, fue puesto en contacto con personas que también oraban. En respuesta a todas estas oraciones vino una bendición más allá de toda expectación y el Espíritu Santo se derramó sobre los gentiles. 

Señor, mis oraciones nunca pasan desapercibidas. Pon en mi corazón un deseo por el don de la oración. Háblame en los tiempos tranquilos. Enséñame a aferrarme a la fe y a esperar en ti conforme tu Espíritu descansa en mí. Amén. 

Andrew Murray. 




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