Devocional 26 ago. - Thomas Case

El pecado y la aflicción


Ro. 5:20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;

Alguien podría preguntarse si Dios puede enseñar a su pueblo por medio del pecado. Puede y lo hace. Todas las cosas ayudan, pero no todas lo hacen de la misma forma.

El pecado ayuda para bien, pero solo por la absoluta omnipotencia y la pura prerrogativa de Dios, porque el pecado es obra del diablo y por tendencia natural lleva a la destrucción.

No demos gracias al pecado porque pueda llegar algún bien a través del mismo. Dios derrota a Satanás con sus propias armas. Pero la aflicción es una calamidad que viene de Dios (Amós 3:6) y Él enseña a sus hijos por medio de ella.

Él atempera la naturaleza de las aflicciones para promover sus planes de gracia en los hijos de la promesa. Aunque no hay un valor intrínseco en la aflicción, es empleada por la omnipotencia divina con fines de salvación. Es como una sierra a la hora de cortar.

El instrumento no puede hacer nada solo, sino que es una herramienta en manos del que la usa.

En la palabra de Dios hay una instrucción más directa para sus hijos que en la vara, pero, aun así, en la disciplina el corazón se coloca en una mejor disposición para responder a la enseñanza divina.

La gracia aplica su verdad forzosamente por medio de un conjunto apropiado de circunstancias. La corrección elimina el orgullo que levanta objeciones contra la palabra y disputa contra los mandamientos cuando debería obedecerlos. Dios se acerca con instrumentos de aflicción y derriba la montaña del orgullo.

El corazón orgulloso de los impíos habla en voz alta, pero también susurra de forma audible incluso en las personas piadosas hasta que la corrección lo echa.

La aflicción es la forja de Dios para ablandar el corazón de hierro. Es imposible dar forma al hierro mientras está frío, pero si se calienta al rojo vivo, puedes estampar sobre él la forma que quieras. El corazón es duro y su resistencia natural se ve muy aumentada por la prosperidad.

Dios ablanda corazones con lluvias de adversidad y nos hace más atentos a Él, quitándonos la influencia del ruido del mundo.

Thomas Case.

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