Devocional 19 ago. - A.W. Tozer

El yo crucificado

Ro. 6:6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.

El yo es el velo opaco que oculta el rostro de Dios de nosotros. Solo puede eliminarse por la experiencia espiritual, no por la simple instrucción. La lepra no puede eliminarse del cuerpo por la simple instrucción. Tiene que producirse una obra de Dios que lo destruya antes de que seamos libres.

Debemos invitar a la cruz para que produzca su obra mortal dentro de nosotros. Debemos llevar nuestros pecados del yo a la cruz para que sean juzgados. Debemos prepararnos para un sufrimiento que sea en alguna medida como aquel por el que nuestro Salvador pasó cuando sufrió bajo Poncio Pilato

Recordemos que cuando hablamos de rasgar el velo estamos hablando de una figura, el pensamiento de esto es poético y casi agradable, pero en realidad no tiene nada de agradable.

En la experiencia humana, ese velo está hecho con un tejido espiritual vivo, está hecho del material tembloroso y sintiente en el que consiste todo nuestro ser y tocarlo hace que sintamos dolor. Rasgarlo es herirnos y hacernos sangrar. Si decimos otra cosa estamos haciendo que la cruz no sea cruz ni la muerte, muerte. Morir no es divertido.

Rasgar el querido y tierno material que forma la vida no deja de ser profundamente doloroso. Pero eso es lo que la cruz hizo con Jesús, y es lo que hará con cualquier persona para liberarla.

Cuidémonos de juguetear con nuestra vida interior con la esperanza de rasgar el velo. Dios debe hacerlo todo por nosotros. Nuestra parte es ceder y confiar. Debemos confesar, abandonar, repudiar la vida del yo y considerarla crucificada. Pero tengamos cuidado de distinguir una aceptación perezosa con la verdadera obra de Dios.

Insistamos en que la obra se haga en verdad, y se hará. La cruz es áspera y mortal, pero es efectiva

A.W. Tozer.


Comentarios

Entradas populares