Devocional 19 jul. - George Swinnock

Oraciones en la angustia

Salmos 50:15 E invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás. 

La oración es una de las maneras más agradables que Dios ha designado para que caminen con Él los hijos de los hombres. 

Sus hijos le susurran oraciones al oído, abriéndo sus mentes y corazones como amigos íntimos. La oración es nuestro principal deber, es algo que atrae el cielo a los seres humanos. No existe ningún deber que tenga tantas promesas, que traiga tanta honra a Dios ni que reciba más honra de parte del Señor.

Es una guardia para asegurar el fuerte del corazón, un portero para guardar la puerta de los labios y un escudo para proteger las manos. 

La oración perfuma todas las relaciones y aprovecha toda condición. Nadie puede privarte de este privilegio. Puedes orar junto con Pedro en la azotea, con Jonás en el fondo del océano, caminando en el campo junto con Isaac,  en lo alto del monte, o en la prisión junto con Pablo. 

Todos los creyentes son templo de Dios y pueden orar en cualquier parte. Toda casa es una casa de oración. La oración derrama el alma a Dios en el nombre de Cristo y clama “¡Abba Padre!”.

La oración puede volar hasta los más elevados cielos en un momento, y es un aroma agradable para Dios, además del terror del diablo y el refugio del Cristiano.  

Por medio de la oración, fuegos han sido extinguidos, se han dividido aguas, se han cerrado bocas de leones, se han abierto puertas de hierro y las ventanas del cielo.

Por la oración se ha dado la vuelta al curso de la naturaleza, se han eliminado enfermedades, restaurado la salud, sometido el pecado y se ha concedido gracia. Las oraciones han sustentado reinos, dispersado enemigos, restaurado vista a los ciegos y se han echado fuera demonios.

La oración es como una partera que trae al creyente las misericordias concebidas en la matriz de la promesa. 

Dios ordena a su pueblo que, si están en algún problema, clamen a Él en el día de la angustia, y Él escuchará. 

 George Swinnock