Devocional 31 ene. – Samuel Rutherford
Merece la pena el esfuerzo
Juan 15:1-2: Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el
labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que
lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.
El gran Maestro Jardinero, en su maravillosa
providencia, nos ha plantado en esta parte de su viñedo por su gracia, y aquí
crecemos y permanecemos hasta que el gran Maestro del viñedo crea que es adecuado
trasplantarnos.
Dejemos que el Señor lo haga a su manera. Cristo y sus discípulos
sufrieron antes de alcanzar lo alto de la montaña, pero nuestra blanda
naturaleza desea un cielo sin esfuerzo. Todos los que fueron antes de nosotros
encontraron cortantes tormentas que arrancaron la cubierta de sus rostros, y
también muchos enemigos por el camino. Sus caminos están muy por encima de los
nuestros, y tienen idas y venidas que no podemos ver. Los obstáculos están ya
escritos en el libro del Señor por su sabia y errante providencia. Solo vemos
el exterior de las cosas.
Si tenemos que arrastrarnos sobre manos y pies para
deleitarnos en Él en la cima, es un viaje que merece la pena. No nos cansemos:
estamos más cerca que cuando creímos por primera vez. No centremos los
pensamientos en los confusos engranajes de las causas secundarias pensando “Oh,
si hubiera sido así, tal otra cosa no habría sucedido”. Miremos hacia arriba,
hacia el movimiento maestro del primer engranaje.
Al construir, vemos piedras talladas y a la madera que
pasa por el martillo y el hacha, pero la casa en toda su hermosura no la
podemos ver en el momento, ya que solo está en la mente del constructor.
También vemos terrones, surcos y piedras, pero no vemos los lirios de verano,
las rosas y la hermosura del jardín. Aun no vemos el resultado de los decretos
de Dios con su bendito propósito.
Es duro creer cuando el propósito está oculto y bajo
tierra. La providencia tiene muchas maneras para liberar a los suyos incluso
cuando toda esperanza se ha esfumado. Seamos fieles y tengamos cuidado de
nuestra parte, que es hacer y sufrir por Él. Pongamos la parte de Cristo sobre
Él y dejémosla ahí. Las obligaciones son nuestras; los sucesos son del Señor.
Samuel Rutherford
Amén
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