Devocional 17 ene. – George Swinnock
Lo que nadie puede quitarte
Salmos 73:26 Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.
Así como un mercader que está en Londres puede
importar caballos de Berbería, especias de Egipto, mercancías de Alejandría,
sedas de Persia o bordados de Turquía, también tú, si Dios es tu porción,
puedes importar el mejor pan para alimentarte, el vino más selecto para
consolarte, el aceite para alegrarte, el gozo para refrescarte, el vestido para
vestirte, las joyas de gracia para hermosearte y la corona de gloria para
hacerte bendito.
Puedes tener toda la riqueza de esto y del mundo
venidero. Todas las riquezas del pacto de gracia que Cristo ha comprado con su
preciosa sangre y todos los bienes que ese infinito Dios puede dar, las
tendrás.
Dios llenará tu alma al límite de su capacidad. Cuando
tengas estas cosas, no desearás más. Descansarás tranquilo para siempre. ¡Qué
gran porción! Los deleites del pecado solo duran una temporada, un minúsculo
tiempo. Esta porción es para siempre.
Hasta las mayores posesiones son como una inundación,
que pronto sube y baja, pero si Dios dice una vez a tu alma “yo soy tu
herencia”, ni los hombres ni los demonios podrán robártela. Las porciones del
mundo son como vides que mueren, como arroyos engañosos y sombras. Si Dios es
tu porción, lo será para siempre. Cuando las cosas terrenales te sean
arrebatadas, Él será la parte buena que nunca te será quitada (Lc 10:42).
Cuando estés muriendo y marchitándote, Él no te dejará
ni te abandonará (Heb.13:5). Satanás no puede apartarte de tu porción. Dios lo
tiene en cadenas como un perro sin dientes. Puede ladrar, pero nunca morder. En
la muerte, tu porción irá contigo.
La muerte te separa de todas las demás cosas de los
hijos de los hombres, pero te da tu porción completa. Entonces conocerás el
verdadero valor de tu porción. Cuando el fuego encienda al mundo, ni siquiera
chamuscará tu porción. Puedes permanecer en pie sobre las ruinas del mundo y
cantar: No he perdido nada, tengo mi herencia, mi felicidad y mi Dios todavía.
George Swinnock
Amén
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