La regeneracion

Juan 3:3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.

El pasaje de Juan 3:3-8 ilustra de una manera ditrecta la doctrina de la regeneracion. Esta surge de una conversacion entre Jesús y el fariseo Nicodemos, que se encuentra en el capítulo 3 del Evangelio de Juan. A continuación, se explica este pasaje:

Jesús comienza su conversación con Nicodemo afirmando que es necesario "nacer de nuevo" o "nacer de lo alto" para ver el reino de Dios(vv. 3-4):. Nicodemo, perplejo, pregunta si es posible que una persona nazca de nuevo siendo adulta. Jesús le explica que este nuevo nacimiento es de naturaleza espiritual, no física.

Jesús continúa explicando que el nuevo nacimiento implica nacer "de agua y del Espíritu"(v. 5). El agua simboliza tanto el bautismo como la purificación espiritual. El Espíritu se refiere al Espíritu Santo, cuya obra transformadora es esencial para la regeneración espiritual.

Seguidamente Jesús le enfatiza la diferencia entre lo carnal y lo espiritual).(v. 6). Aquello que es nacido de la carne (nuestro estado natural) es carne, pero lo que es nacido del Espíritu (la obra del Espíritu Santo en nosotros) es espíritu. Esta distinción subraya la transformación espiritual que ocurre en el nuevo nacimiento.

Finalmente Jesús compara el trabajo del Espíritu Santo con el viento (vv,7-8). Así como no podemos controlar ni ver el viento, no podemos controlar la obra del Espíritu. Sin embargo, podemos percibir los efectos del viento, al igual que podemos percibir los cambios y transformaciones espirituales que ocurren en aquellos que nacen del Espíritu.

En resumen, este pasaje destaca la importancia del nuevo nacimiento espiritual, que es esencial para entrar en el reino de Dios. Jesús enfatiza que este nacimiento espiritual es obra del Espíritu Santo y que es necesario para experimentar una transformación espiritual que nos hace parte del reino de Dios. El pasaje resalta la diferencia entre lo carnal y lo espiritual y utiliza la analogía del viento para ilustrar el misterio de la obra del Espíritu Santo en la vida de una persona.