Devocional 23 oct. – Thomas Lye

Evitando arenas movedizas

 

Filipenses 4:11 No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación.

Existen rocas y arenas movedizas que debemos tener el más extremo cuidado de evitar.

En primer lugar, vigilemos las preocupaciones que nos distraen (Filipenses 4:6). Dios, que alimenta a los pajarillos, proveerá.

En segundo lugar, vigilemos los consejos carnales, y no confíemos en el hombre o en la ayuda carnal. Busquemos la liberación por medios ilícitos es como pescar con un anzuelo de oro para atrapar un pez minúsculo; puede que sea algo que preserve nuestro cuerpo, pero destruye nuestra alma.

En tercer lugar, no límitemos al Santo de Israel a una única forma de liberación. Naamán quería que el profeta impusiese sus manos sobre la lepra para sanarle.

En cuarto lugar, vigilemos la ansiedad impaciente, las murmuraciones, y las quejas contra las dispensaciones de Dios. Ese fue el gran tropiezo de Jonás: su enojo hasta la muerte por haberse marchitado la calabacera.

En quinto lugar, no dudemo del amor de Dios cuando estamos bajo sufrimiento. El corazón de Dios no se puede entender por sus actos de manera infalible. La fe muchas veces descubre amor en el corazón de Dios cuando no ve otra cosa que su ceño fruncido. El lastre que estabiliza la fe, va en una corriente distinta. Va en la corriente del contentamiento y de la humildad.

La humildad afirma el alma y la hace remontar la tormenta. El orgullo hincha el corazón y hace que no seamos capaces de soportar ninguna carga que se ponga sobre nosotros. La fe es llevada por la corriente de la mentalidad celestial. Saborea y pone sus afectos en las cosas de arriba. Una fe infectada de mentalidad celestial vuela alto, y mira más allá de las estrellas. Solo necesita unos pocos sorbos de la tierra para pasar por su peregrinaje en el mundo. La fe mira la mano del cielo en los sucesos de la vida. Mira más allá al corazón de Dios. Job dijo «el Señor quitó».

Dios siempre actúa desde el amor, y el bien de los creyentes siempre está al final de sus dispensaciones. El corazón de la fe está sobre la gloria venidera. Cristo fue de la cruz al paraíso, y así sucede con los cristianos. Hoy la cruz, mañana la corona de vida (Santiago 1:12).

Thomas Lye

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