Devocional 11 oct – Thomas Case

Orando por la disposición correcta

Salmos 25:4 Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas.

En la escuela de la aflicción, Dios nos enseña de manera gradual las lecciones que debemos aprender.

El fruto no se recoge de inmediato, sino que tiene que pasar un tiempo de maduración. No nos desanimemos si Dios no nos enseña de inmediato. Él nos deja entrar la luz gradualmente y nos con un poco ahora, y luego otro poco, como de a poco por semana, con algo de aflicción esta semana, y un poco más para la siguiente.

Si Dios no te ha enseñado tanto como a otro, no digas que no te ha enseñado en absoluto. Aunque la instrucción de Dios es poderosa, no coloca el alma inmediatamente en un equilibrio inmutable del espíritu que se libre de todas las insurrecciones e interferencias (ese privilegio será solo para el estado de glorificación).

David tuvo sus momentos bajos y Job sus arranques de impaciencia. Hemos leido de la paciencia de Job (Santiago 5:11), ¡pero también de su impaciencia! Los que son enseñados por Dios pueden ser movidos, pero no quitados; pueden caer, pero no caer y perderse, pueden caer de forma horrenda, pero no definitiva, pueden caer de manera terrible, pero no totalmente.

¿Acaso no escuchamos los susurros de la corrupción en nuestros miembros? ¿No nos levantamos con indignación y nos desagradamos con la oposición que encontramos en nuestra naturaleza? ¿Acaso no es una necesidad regular de nuestra oración el exponer nuestras tentaciones al Señor? ¿Acaso no necesitamos orar para que nuestros corazones estén en una mejor disposición?

Se dice de Lutero que cuando encontraba alguna destemplanza en su espíritu, oraba y continuaba orando hasta lograr que su corazón se colocaba en la actitud por la que oraba. Por la instrucción de Dios, somos capaces de mantener la oposición contra el mal que encontramos en nuestros espíritus (Gálatas 5:17). La vida del creyente es una lucha (Efesios 6:12).

Conforme Dios nos enseña, el alma gradualmente gana terreno contra su oposición carnal. La oración nos introduce a Dios, y Dios nos da las fuerzas para recuperar el terreno perdido. Somos reconfortados de que todo se hará en el tiempo de Dios. No soy perfecto, pero seré perfecto (Filipenses 1:6).

Thomas Case

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