Devocional 16 ago – Juan Calvino

La fortaleza de Dios

Salmos 91:1-4 El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré. Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; Escudo y adarga es su verdad.

El salmista dice que aquellos que habitan en el lugar secreto de Dios, moran bajo su sombra, en el sentido de que alcanza su divina protección. Las personas buscan una gran variedad de sitios para esconderse, de acuerdo a las diferentes situaciones que le amenacen con sucederles. Pero aquí se nos enseña que el único sitio fuerte, seguro e impenetrable al que debemos ir es a la protección de Dios. Él contrasta la seguridad de aquellos que confían en Dios con lo vacío de cualquier otro tipo de confianza a la que engañosamente nos inclinamos.

La figura de las plumas se emplea en otros lugares de las Escrituras, y expresa hermosamente el tierno cuidado con el que Dios vigila que estemos seguros. Cuando consideramos la majestad de Dios, no hay nada que sugiera una semejanza como la que se da aquí entre la gallina u otros pájaros, que extienden sus alas sobre sus polluelos para protegerlos y arroparlos.

Por así decirlo, para acomodarse a nuestra debilidad, Dios desciende de la gloria celestial que le pertenece y movernos a acercarnos a Él. Ciertamente no hay nada que evite que podamos acudir a Él con la mayor libertad, cuando Él, con tanta gracia atiende nuestra debilidad.

Por la verdad de Dios, que el salmista dice que es su escudo y adarga, hemos de entender la fidelidad de Dios, que nunca abandona a su pueblo en el tiempo de su necesidad. Sin la palabra no podemos disfrutar de la divina misericordia de la que el salmista ha hablado, así que ahora da testimonio de ella. Ahora usa la figura de un escudo, dando la idea de que Él se pondrá entre nosotros y nuestros enemigos para preservarnos de sus ataques. Usando la comparación de un castillo, enseñó que en Dios disfrutaremos de seguridad.

Juan Calvino

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