Devocional 07 ago – Thomas Watson
De enemigos a hijos
Romanos 8:14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios.
Piensa en la asombrosa bondad que supone que a Dios le
agrade ser un Padre para nosotros. Cuando nuestros corazones se levantaban como
torres en su contra, conquistó nuestra terquedad, e hizo que pasáramos de ser
enemigos a ser hijos.
Escribió su nombre sobre nosotros y nos concedió un
reino de gloria. ¡Qué gran milagro de misericordia! Sabemos que es nuestro
Padre por su Espíritu, que ora en nuestro interior. Clamamos ¡Abba Padre! El
Espíritu da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos mediante impresiones
extraordinarias sobre nuestros corazones. Él nos susurra en secreto que Dios se
propone amarnos.
Él es nuestro Padre, amamos estar cerca de Él, tener
comunión con Él y habitar en su presencia. Si Él nos disciplina, lo hace en
amor. Las aflicciones, aunque sean agudas flechas, son disparadas por un Padre
que nos ama. Dios aflige en amor para hacernos más humildes y purificarnos. El
golpea para poder salvar. Si oculta su rostro es por amor. Cuando se retira la
luz, el rocío cae. El arco iris lo vemos en las nubes. Por medio de esto Dios
aviva la gracia que puede estar dormida.
Dios retira comodidades para agitar los carbones y
convertirlos en fuego. Cuando Dios oculta su rostro de sus hijos, sigue siendo
un Padre, y su corazón los anhela. Es triste que los impíos no puedan decir
«Padre nuestro». Si finalmente buscan a Dios en oración y rompen con sus
pecados, Él será un Padre para ellos.
Cuando el hijo pródigo acudió a su padre, este corrió,
lo abrazó y lo besó (Lc 15:20). Si has sido un pródigo y has gastado todo en
tus malos deseos, corre a Dios por medio del arrepentimiento. Él te abrazará
con los brazos de misericordia, y sellará tu perdón con un beso. El pecado más
profundo no es tan amplio que la sangre de Cristo no lo pueda cubrir.
Thomas Watson
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