Devocional 22 Mar – Thomas Manton
Distracciones en la oración
Colosenses 4:2 Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias;
Las distracciones del pensamiento nos atormentan en la oración. Nos disponemos a buscar a Dios, pero es imposible cerrar las ventanas y mantener fuera todo el viento. Si las distracciones se resisten, Dios reunirá los fragmentos rotos de nuestras oraciones en su misericordia, y nos responderá.
Nuestros pensamientos entran y salen como un
perrillo que corre arriba y abajo y regresa a su amo. ¿Qué es lo que produce
estos vanos pensamientos en nuestras oraciones?
En primer lugar, Satanás está a
nuestra diestra, listo para resistirnos en oración. Se asegurará de
molestarnos, tratando de alejarnos de Aquel que amamos, o de distraer nuestra
mente. Él teme la oración, y busca engañarnos y robarnos las nuestras. Hemos de
mantenernos vigilantes.
En segundo lugar, somos criaturas
inquietas. Es difícil para todos nosotros concentrarnos en un objeto durante un
tiempo prolongado. Somos agitados de un lado a otro como una hoja seca ante el
viento. El que no se encuentra con esta realidad diariamente, es un extraño a
Dios y a su propio corazón.
En tercer lugar, nos distraemos con
el ateísmo práctico. Tenemos poco sentido del mundo invisible de los Espíritus.
Las cosas que hemos visto tienen mayor influencia sobre nosotros que el
verdadero Dios, que es Espíritu y tiene un poder invisible. Está lejos de
nuestra vista y comprensión.
En cuarto lugar, los deseos
enraizados en nosotros también nos distraen cuando emprendemos cualquier deber.
Al hombre codicioso lo distrae el mundo, al carnal sus placeres, y al ambicioso
sus honores. Estas cosas ciertamente arrastrarán nuestra atención.
En quinto lugar, la imaginación y
curiosidad que nos ofrecen los sentidos de la memoria serán ocasión para la
distracción.
En sexto lugar, las preocupaciones
obstaculizarán nuestra fe y apartarán nuestra atención de la oración. Debemos
ser como los sacerdotes que siguieron con sus sacrificios mientras las tropas
romanas irrumpieron en Jerusalén. Todos los demás huían a un lado o a otro,
pero lo sacerdotes, como si no escucharan nada, continuaron, prefiriendo su
deber antes que la seguridad, conforme Roma los arrollaba con sus espadas.
Thomas Manton
Amén Gloria a Dios
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