Romanos 5:1-11 Esperanza de gloria

Romanos 5:1-11 Esperanza de gloria

Rom 5:2  por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.

Pablo comienza una nueva sección de su carta aquí en el v. 1. Como un eco que se transmite a través de los caps. 5-8, hay una pregunta generada por la tensión entre la enseñanza de Pablo en cuanto a que una persona es justificada delante de Dios en el instante que cree, y la verdad bíblica de que es necesario aun enfrentar un día de juicio divino.

¿Cómo se relacionan entre sí estas dos verdades? ¿Puedo yo estar seguro de que mi justificación actual será válida en el día del juicio? A esta pregunta, Pablo responde en este párrafo con un resonante “¡sí!”: Nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios (v. 2) y la esperanza no acarrea vergüenza (v. 5).

Los vv. 1-2 conducen a estas afirmaciones, recordando aquello que los creyentes en Cristo que han sido justificados … por la fe ahora disfrutan: paz para con Dios, una relación en la cual ya no estamos bajo la amenaza de la ira de Dios, y tenemos acceso … a esta gracia en la cual estamos firmes, una participación continua en las bendiciones aseguradas por la gracia de Dios en Cristo.

No obstante, Pablo es consciente de las luchas que los creyentes aún enfrentan en este mundo. Pero estas luchas, lejos de amenazar nuestra paz y nuestra seguridad en él, nos brindan mayor seguridad de ellas (vv. 3-4), porque las tribulaciones son utilizadas por Dios para producir en nosotros perseverancia, la capacidad de soportar. La perseverancia produce carácter probado, la fortaleza que viene únicamente como resultado de someterse a una prueba intensa, y el carácter probado, a su vez, produce esperanza. Porque Dios obra de esa manera en nuestras vidas, y porque debiéramos anhelar tan desesperadamente esta clase de carácter y esperanza, debiéramos gloriarnos en las tribulaciones.

Aquí Pablo refleja una perspectiva que era común en los cristianos de los primeros tiempos, respecto del valor inmensamente mayor de las virtudes divinas en comparación con los problemas terrenales, una perspectiva que los creyentes en Cristo en la actualidad han perdido.

Los vv. 5-8 colocan a la esperanza cristiana (v. 5) sobre el fundamento inconmovible del amor de Dios por nosotros en Cristo. El Espíritu Santo capacita al creyente para percibir desde su ser interior que Dios ha derramado abundantemente su amor … en nuestros corazones. Sumada a esta comprensión interna está la demostración histórica de ese amor de Dios por nosotros en la cruz de Cristo.

El Calvario mostró al mundo un amor que trasciende lejos al amor que es típico entre los seres humanos, un amor según el cual sólo por el bueno uno estaría dispuesto a morir (v. 7). No es sino la naturaleza del amor de Dios lo que le llevó a sacrificar a su propio Hijo por los impíos (v. 6) y los pecadores (v. 8), precisamente por aquellas personas que se habían negado a honrarlo y adorarlo.

Esta es la idea que se transmite en la expresión “a su debido tiempo”, en el preciso momento en que éramos nosotros débiles, Cristo murió por nosotros. Dios no esperó que diéramos el primer paso para volver a él, sino que intervino en un acto de pura gracia, proveyendo un camino para nuestro regreso.

Los vv. 9-10 reúnen los conceptos principales de los vv. 1-8, repitiendo la certeza de la esperanza cristiana. Son paralelos. Pablo establece la inquebrantable relación entre la condición presente de los creyentes delante de Dios (justificados por su sangre, reconciliados con Dios), y su condición futura (salvos de la ira de Dios).

Su argumentación va de “lo mayor” a “lo menor”. Dios ha hecho “lo mayor”, al llevarnos a una relación a través del altísimo costo de la sangre de su Hijo, precisamente cuando éramos enemigos. Nos encontrábamos en una condición de hostilidad mutua, en la cual la ira de Dios pesaba sobre nosotros (1:18), y éramos “aborrecedores de Dios” (1:30). En consecuencia, Dios hará según los términos de este argumento: librarnos, a los que ya él aceptó, del derramamiento de su ira en el día del juicio.

El v. 11 encierra el párrafo con un repaso final de alas ideas clave principales : “gloriarse” (vv.2-3); disfrutar la actual reconciliación con Dios (v. 1, 10); y, sobre todo, el hecho de que este regocijo y reconciliación se hacen realidad únicamente por medio de nuestro Señor Jesucristo.

El amor que motivó a Cristo a morir es el mismo que envió al Espíritu Santo a vivir en nosotros y a guiarnos cada día. El poder que levantó a Cristo de la muerte es el mismo que nos salva y está a nuestro alcance en la vida diaria.

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