Devocional 20 ene. – William Gurnall

Los tiempos del mal

Efesios 6:11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.

El diablo es un enemigo muy sutil. Conoce el tiempo en el que es más probable que tenga éxito, y muestra su infernal habilidad para seducir en ese tiempo. Como en Egipto, busca al niño recién nacido, cuando es recién convertido. También acude cuando el cristiano está asediado por alguna gran aflicción. Es un ladrón que espera encontrar algún callejón oscuro para atacar a su víctima.

El ejército espera hasta que el castillo está escaso de provisiones para buscar una tregua. El diablo también ataca cuando se está en una empresa notable para la gloria de Dios. Se convierte en una serpiente que busca morder los talones del caballo. Cuanto más pública sea tu posición, y más eminente sea tu servicio para Dios, más peligroso es el plan de Satanás contra ti.

Otro tiempo en el que avanza es cuando tiene algún objeto u oportunidad para reforzar su tentación. Toma a Eva cuando está cerca del árbol, porque cuando el árbol está a la vista, la fuerza de la tentación es doble. Para él es mucho más fácil tentar cuando tiene la presencia de un objeto para excitar nuestro deseo, que yace dormido en el corazón. Si el cristiano permite que el objeto de tentación se acerque, Satanás anticipa que su plan pronto tendrá efecto.

Por tanto, si es nuestro deseo no ceder ante el pecado, no debemos caminar cerca de la puerta de la ocasión, ni sentarnos cerca de ella. No mires con ojos vagabundos la belleza por la que te verás cautivado. No parlamentes en tus pensamientos con aquello que no quieres tampoco tener en tu corazón.

Un tiempo de tentación es también la hora de la muerte, en la que el creyente está postrado en sus fuerzas físicas. El cobarde Satanás cae sobre el débil, porque sabe que tiene poco tiempo. Se esfuerza con toda su inteligencia y engaños mientras el creyente da un paso a la eternidad. Si no puede obstaculizar tu llegada al cielo, al menos te herirá con dolor mientras entras.

William Gurnall

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