Devotional 31 dic. – Richard Sibbes

La imaginación y el cristiano

2 Corintios 10:5 derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,

Entre las facultades del alma, gran parte de nuestros problemas innecesarios surgen por la imaginación. Su percepción es un entendimiento superficial de lo bueno o lo malo tomado de los sentidos. Los deleites de los sentidos influencian grandemente la imaginación. De esta forma sucede que si las mejores cosas van acompañadas por inconveniencias, la imaginación puede juzgarlas equivocadamente como si fueran malas. Del mismo modo, si las peores cosas traen respeto y contentamiento en el mundo, pueden ser imaginadas como buenas.

La imaginación puede ver una mayor felicidad en las cosas que son buenas externamente, y una mayor tristeza en las dificultades externas de la que realmente existe. Muchas vidas no son casi nada más que imaginación. Su tiempo se gasta en agradar su propia imaginación y en despreciar lo que es excelente de verdad. De esto brota la ambición y el deseo por ser grande en el mundo. Lleva a un inmensurable deseo de abundar en las cosas que el mundo valora mucho. Lo que es peor, este corrupto deseo de ser grandes se introduce en la iglesia.

Las personas sacrifican sus vidas mismas por la vanagloria. Cuando una persona se duele más de su pérdida de reputación que de su mal comportamiento hacia Dios, es evidencia de que vive más para la reputación que para la conciencia. Daña nuestra profesión ocuparnos de las cosas celestiales con afectos terrenales, y buscar a Cristo, no en Cristo, sino en el mundo. La imaginación sin gobierno es algo salvaje y rugiente.

Es necesario que Dios, por su Palabra y Espíritu, levante un gobierno en nuestros corazones para cautivar y dirigir esta facultad licenciosa. Para curar este mal, hemos de esforzarnos por llevar el alma a la obediencia a la verdad y Espíritu de Dios. Cuando la ley de Dios es escrita de esta forma en nuestros corazones por el Espíritu, su ley y nuestros corazones están de acuerdo los unos con los otros, y el alma se inclina y se hace moldeable para cualquier buen pensamiento.

Richard Sibbes

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