Servicio dominical - Ro.1.1-17

Poder de Dios para salvación

Ro. 1:17  Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.

Las cartas antiguas generalmente comenzaban con una identificación del escritor y los destinatarios, y Pablo generalmente comenzaba sus cartas de la misma manera. La presentación de Ro. es, no obstante, notable por su extensión y por sus detalles teológicos. No contento simplemente con identificarse, Pablo describe quién es él en términos de su llamamiento divino a ser un apóstol,  el evangelio que predica (2-4) y el ministerio especial que Dios le dio (5-6). Seguidamente completa su presentación nombrando a los destinatarios de la carta (7). Pablo da muchos detalles de sus “credenciales” a una iglesia a la que nunca había visitado.

La autoridad de esas credenciales descansaba en su llamamiento divino. Pablo era un siervo de Cristo Jesús y, en este sentido, un siervo muy especial, porque él habìa sido llamado a ser apóstol; apartado para el evangelio de Dios. Estas palabras hacen referencia a la experiencia en el camino a Damasco, cuando el Cristo resucitado se le apareció, y lo llamó a desempeñar un papel en su plan para alcanzar a los gentiles con el evangelio.

Habiéndose presentado en el v. 1, Pablo ahora define brevemente este evangelio en los vv. 2-4. Primero, este evangelio quien tiene sus raíces en el AT: “prometido antes por medio de sus profetas en las Sagradas Escrituras” (v. 2). Pablo toca aquí el tema central de Ro.: “la continuidad entre el plan de Dios en el AT y su culminación en el NT”.

Segundo, el evangelio tiene como centro una persona: el Hijo de Dios (v. 3), Jesucristo nuestro Señor (v. 4). En una declaración que reflejó la enseñanza general acerca de Jesús en los primeros tiempos del cristianismo, Pablo hace una comparación de sus condiciones terrenales y celestiales. El v. 3 señala a la existencia terrenal de Jesús como el Mesías prometido, descendiente de David (2 Sam. 7:12-16; Isa. 11:1; Ez. 34:23, 24). La frase según la carne se entiende como desde una perspectiva humana”. Esta frase se contrasta con según el Espíritu de santidad (v. 4). El contraste entre los vv. 3 y 4, entonces, no está dado entre la naturaleza humana y divina de Cristo, sino entre su condición terrenal y su condición celestial como el exaltado y resucitado.

Es por este poderoso Hijo de Dios, Jesucristo nuestro Señor, y a favor de su nombre, que Pablo recibió la gracia especial de ser un apóstol (v. 5). Pablo señala aquí que su propósito era llamar a los gentiles a la obediencia de la fe. Pablo estaba definiendo su propósito amplio de llamar a los gentiles a la aceptación inicial del evangelio, y a una continuada obediencia a las demandas de ese evangelio. Creer y obedecer son dos actividades diferentes, pero para Pablo eran siempre inseparables: una persona no puede verdaderamente obedecer a Dios sin antes doblar la rodilla en fe ante el Señor Jesús; y una persona no puede verdaderamente creer en ese Señor Jesús sin obedecer todo lo que él nos ha mandado (Mat. 28:20).

Dado que la comisión de Pablo era ir especialmente a los gentiles, la iglesia de Roma, iglesia de mayoría gentil, estaba dentro de  la autoridad apostólica de Pablo (v. 6). De aquí que Pablo se dirija a todos los cristianos en Roma, como amados de Dios, llamados a ser santos (v. 7). Este lenguaje recuerda a los lectores que ellos son el pueblo de Dios. Pablo concluye con su acostumbrado saludo con un nuevo contenido teológico: Gracia a vosotros y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

Seguidamente Pablo expresa brevemente su gratitud por la extendida reputación de la fe de los cristianos de Roma (v. 8), y luego habla de su anhelo de visitar y ministrar en esa iglesia (vv. 9-15). Pablo les asegura que su ausencia no había sido por falta de deseo sino por falta de oportunidad. En el v. 13 afirma  “que muchas veces me he propuesto ir a vosotros”, siendo el impedimento mayor sus obligaciones para con las iglesias en el Mediterráneo oriental.

Pablo también les expresa el propósito principal de su visita. Primero, “compartir con ellos algún don espiritual” (v. 11). Quizá Pablo está planeando utilizar un don propio de él, para fortalecer a la iglesia. Segundo, Pablo expresa su deseo de tener algún fruto también entre vosotros (v. 13), un fruto que él tenía la intención de recoger al “anunciarles el evangelio” (v. 15).

Quizá Pablo quería ir a Roma para usar su don de la evangelización a fin de ganar convertidos para la iglesia y de esta manera fortalecerla. Un deseo que estaba en armonía con el sentir de Pablo de ser deudor … , tanto a griegos como a no griegos, tanto a sabios como a ignorantes (v. 14). El anhelo de Pablo de ministrar en Roma no surge de algún deseo egoísta, sino del saber que Dios lo había llamado y lo había capacitado para un propósito.

El anhelo ardiente de Pablo por predicar el evangelio en Roma (v. 15) lo lleva directamente al tema central de la carta.  En el v. 16, Pablo usa el término salvación para referirse a la acción de Dios al rescatar al pecador de la condena del pecado. La insistencia de Pablo en que esta salvación es para todo aquél que cree, sea este judío o griego.

El poder del evangelio, disponible universalmente, no elimina la prioridad para con los judíos. Como los receptores de la palabra y el pacto de Dios en el AT, los judíos siguen siendo los primeros destinatarios de las buenas nuevas de Dios acerca del cumplimiento de sus planes y promesas expresados en el AT

El evangelio es la fuente del poder de Dios para salvar porque en él la justicia de Dios se revela. Pablo se refiere aquí a un concepto que tiene sus raíces en las promesas del AT. En los “postreros días”, cuando Dios intervendría para salvar a su pueblo, tiempo en el cual él revelaría su “justicia” (Isa. 46:13; 51:5-8).

Esta “justicia de Dios” es el tema central de la carta.  En el AT tanto como en los escritos de Pablo, “la justicia de Dios” es un concepto amplio que incluye tanto la acción de dar (por parte de Dios) como la condición de aquellos que reciben el don. Es decir, que la justicia de Dios se revela cuando el evangelio se predica y las personas responden al mensaje en fe, porque en ese momento Dios actúa para llevar al pecador a una nueva relación “correcta” con él. Esta justicia es aquella acción a través de la cual el juez, en su autoridad, declara a una persona “inocente”.

Una de las características sobresalientes de lo que Pablo expone acerca de la justicia de Dios es su insistencia en la íntima relación de la justicia con la fe. La frase por fe y para fe hace hincapié en que la justicia de Dios se experimenta por fe y nada más que por fe. La cita de Hab. 2:4 refuerza la relación entre “justicia” y “fe”. El término “vivirá” se refiere, en el contexto de esta carta a la vida espiritual, eterna.

En Hab. 2:4, Dios está recordándole al profeta que la persona que es parte del pueblo del pacto de Dios (“el justo”) experimentará la bendición de Dios y entenderá sus caminos únicamente a través de la fidelidad a Dios y a su pacto. En el uso que Pablo hace de ese versículo, cada una de las palabras clave -“justo”, “vivirá”, “fe”- recibe un significado más profundo a la luz de la venida de Cristo, pero se mantiene el sentido general del original. Tanto Habacuc como Pablo afirman que la vida delante de Dios demanda del individuo una consagración de todo corazón.

Pablo no se avergonzaba porque su mensaje era el mensaje de Cristo, las buenas nuevas. Era un mensaje de salvación, poderoso para cambiar vidas y para todos. Cuando se sienta tentado a avergonzarse, recuerde que las buenas nuevas se refieren a todo esto. Si se centra en Dios y en lo que hace en el mundo, antes que en sus limitaciones, su vergüenza pronto desaparecerá.

El evangelio muestra cómo Dios es justo en su plan para salvarnos y cómo puede hacernos aptos para la vida eterna. Al confiar en Cristo, entramos en buena relación con Dios. Del principio al fin, Dios nos declara justos por fe y solo por fe.

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