Servicio dominical – Ro. 2.1-16
El juicio imparcial de Dios
Ro. 2:9-11 tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; porque no hay acepción de personas para con Dios
Tras
haber demostrado la pecaminosidad de los paganos inmorales (1:18-32), Pablo
presenta su caso en contra del moralista religioso, bien sea judío o gentil. La
intención de Pablo era la de colocar al judío en la misma categoría del pecador
gentil (cap. 1). Lo hace en tres etapas. Los vv. 1-5 contienen el centro de su acusación:
el judío, “tú” que haces las “mismas
cosas” que hacen los gentiles y por lo tanto estás sujeto al mismo juicio.
Defiende su postura mostrando que la imparcialidad de Dios, mostrada en el AT, hace
que no existan favoritos, por el contrario trata a cada persona de la misma
manera, sea judío o gentil (vv. 6-11).
Tampoco
la posesión de la ley mosaica por parte de los judíos hace que la situación del
judío sea diferente de la del gentil; porque no es el “tener” la ley lo que
importa delante de Dios, sino el ser hacedores de la ley, y de cierta manera,
los gentiles también tienen la ley de Dios (12-16).
La
expresión “por lo tanto· (v. 1) conducen a la conclusión de que los judíos también
están bajo condena al igual que los gentiles. Debido a que la ira de Dios se
revela desde el cielo contra “todas” aquellas personas que detienen la verdad
de Dios, por lo tanto, “tú” no tienes excusa. Porque cualquiera que juzga a los
pecadores gentiles que Pablo describe en 1:20-32, también se está juzgando a sí
mismo.
Esto
se debe a que el que está juzgando está haciendo lo mismo. En tanto que no
todas las personas están comprometidas en grosera idolatría y promiscuidad
sexual, ninguna persona está libre de culpa con respecto a los pecados
detallados en los vv. 29-31. Toda la
argumentación de Pablo en estos tres primeros versículos puede entonces
resumirse en tres proposiciones: el juicio de Dios recae sobre aquellos que
hacen “tales cosas;” aun aquel que, creyéndose justo, juzga a los otros, hace
“tales cosas”; por lo tanto, aun el juez que se piensa justo está sujeto al
juicio de Dios.
La
pregunta del v. 4 expone los falsos conceptos en los cuales este juez lleno de
justicia propia, estaba juzgando a los demás. Indudablemente que lo que Pablo
está debatiendo era precisamente esta presunción de exclusión del juicio de
Dios. El judío que no se arrepiente sinceramente no quedará libre en el juicio
simplemente porque él o ella son parte del pueblo del pacto de Dios. Tal
persona está, en efecto, “acumulando sobre sí” ira para el día … del justo
juicio de Dios (v. 5).
El
v. 6 afirma que no hay distinción de personas delante de Dios (v. 11); él
recompensará a cada uno conforme a sus obras. Pablo detalla los dos resultados
del juicio imparcial de Dios: vida eterna para aquellos que hacen el bien (vv.
7 y 10), e ira para aquellos que pecan (vv. 8 y 9).
Pablo
aplica esta enseñanza acerca del juicio imparcial de Dios en forma explícita,
tanto a judíos como gentiles (vv. 9-10), revelando su propósito general de
mostrar que el parámetro de Dios para juzgar a los judíos no será en nada
diferente del que él utilizara para evaluar a los gentiles. Para ambos, es el
“hacer” lo que será decisivo. Que el hacer mal incurrirá en la ira de Dios no
es sorpresa y representa una enseñanza bíblica totalmente consecuente.
¿Pero
qué quiere decir Pablo cuando asevera que las personas que hacen el bien
obtendrán vida eterna (vv. 7 y 10)? Pablo en 1:17 y 3:20-22 deja sentado que
las personas solamente pueden alcanzar la vida eterna a través de la fe, él no está
señalando que las personas pueden salvarse simplemente haciendo buenas obras.
Algunos estudiosos creen que Pablo está describiendo a los cristianos, cuyas
buenas obras demuestran la realidad de su nueva vida.
Pero
Pablo dice que es el hacer bien en sí mismo es lo que trae vida. Entonces, si
alguno persevera en hacer el bien (v. 7), esa persona obtendrá vida eterna.
Pero lo que Pablo dejará aclarado en otro lugar es que, en realidad, ninguna
persona, desde la caída de Adán, puede perseverar en hacer ese bien (3:9-18).
El propósito de Pablo en este punto no es el de mostrar de qué manera una
persona puede salvarse, sino deja sentados los parámetros de la evaluación de
Dios aparte del evangelio. Estos parámetros son los mismos para todos, sean
judíos o gentiles, blancos o negros.
Un
judío que escuchara el argumento de Pablo en este punto seguramente habría
ofrecido una objeción decisiva: “¿Acaso el hecho de que los judíos son el
pueblo elegido de Dios, y que han recibido su ley como una señal de su pacto,
no los coloca en posición muy diferente a la de los gentiles frente al juicio
de Dios?” Pablo se anticipa a esta objeción y ofrece una respuesta preliminar
en los vv. 12-16.
Al
igual que en los vv. 6-11, el propósito de Pablo era eliminar toda diferencia entre
judío y gentil respecto al juicio final
de Dios. Esto lo explica de la manera siguiente: Primero, que no es solo el poseer
la ley lo que libraría al judío del juicio; sino el obedecerla (vv. 12-13).
Aquellos que pecaron sin la ley y aquellos que pecaron teniendo la ley (v. 12) son
gentiles y judíos respectivamente. Pablo utiliza aquí la palabra “ley”, para
referirse a la ley de Moisés. Por tanto los judíos y los gentiles serán
condenados por la ley (v. 12) porque solo aquellos que obedecen la ley, serán
justificados delante de Dios (v. 13). Entonces la conclusión de Pablo es que no
hay persona que sea capaz de obedecer la ley de Dios tan suficientemente como
para llegar a ser justa delante de él.
El
segundo punto que Pablo deja en claro aquí es que los gentiles mismos poseen la
ley de Dios, de modo que en realidad no hay tanta diferencia entre el judío y
el gentil como el judío podría creer (vv. 14-15). Los gentiles no tienen la ley
de Moisés, pero al practicar por naturaleza el contenido de la ley, ellos
revelan que son ley para sí mismos: “la obra de la ley está escrita en sus
corazones” (v. 15).
Prestando
atención ocasional a las demandas de la ley de Dios, hace que estos gentiles tengan acceso a las demandas morales de Dios. Aun sin
poseer la ley escrita, tienen en su ser interior cierto conocimiento de los
requerimientos de Dios, de manera que sus conciencias pueden, en cierta medida,
controlar con precisión su actuar conforme a la voluntad de Dios (v. 15b). Aquí
Pablo recalca su enseñanza respecto de la “revelación natural” (cap. 1),
recordándonos que toda persona tiene algún conocimiento de la ley moral de
Dios. No obstante, este conocimiento no puede conducir a la salvación.
Dios
ha dado a todas las personas desde la creación del género humano el instinto
moral, aunque el continuo reincidir en el pecado o una cultura que lo tolera
puede distorsionarlo. El caso es que todos serán juzgados de acuerdo con la
revelación que han recibido. La norma para el juicio de los judíos será la Ley
escrita; en el caso de los gentiles, lo será la ley no escrita de la conciencia.
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