Devocional 30 nov. – John Owen
Aflicciones que limpian
Isaías 48:10 He aquí te he purificado, y no como a plata; te he escogido en horno de aflicción.
Las
aflicciones se atribuyen en las Escrituras a la purga de nuestro pecado. En
ellas, Dios purga la escoria y suciedad que hay en los vasos de su casa. El
«fuego» prueba los caminos y obras de los hombres, y consume la paja y el
rastrojo, además de purificar el oro y la plata (1 Co 3:12-13). Hace esto de
forma efectiva por diseño del Espíritu Santo.
La
aflicción elimina la hermosura, atractivo y consuelo de todas las cosas creadas
que son buenas, y que a menudo nos tientan a cometer necedades y codicias con
ellas, es decir, a abrazarlas y aferrarnos a ellas desordenadamente. Dios
dispone la aflicción para marchitar todos los florecimientos de este mundo en
las mentes de los hombres, para revelar lo vacíos que están, su vanidad e
insuficiencia para darnos refrigerio.
La
aflicción intercepta los deleites que están dispuestos a surgir entre el mundo
y nuestros afectos, y por los cuales nuestras mentes se contaminan. Nuestras
mentes y afectos pueden contaminarse tanto por objetos pecaminosos como por
aquellos que amamos demasiado. La aflicción elimina el filo de los afectos que
brotan y causan nuestras contaminaciones, y que siempre están listos para
empujarnos al servicio de los malos deseos con locura y furor, como el caballo
en la batalla.
Las
disciplinas nos libran de la polución del pecado y nos hacen partícipes de la
santidad de Dios. Por medio de las aflicciones Dios presenta todas las gracias
del Espíritu Santo en un ejercicio constante, diligente y vigoroso para limpiar
el alma de la contaminación del pecado.
Sin
embargo, los tiempos de aflicción son tiempos en los que necesitamos gracia
especial que nos consuele y alivie, para poder ser sustentados bajo nuestros
sufrimientos. No existe forma de santificar y emplear los afectos que no sea
por medio de un ejercicio asiduo de la gracia. Esto es algo que Dios diseña y a
lo que nos llama, y sin ello las aflicciones no tienen otro objeto que el de
hacer que los hombres sean desgraciados, porque o bien no encontrarán forma de
librarse, o serán llevados a una mayor miseria y ruina.
John Owen
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