Hebreos 2-10-18 - El sufrimiento esencial de Cristo

El sufrimiento esencial de Cristo

 

Heb 2:10  Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.

Luego de terminar de describir la naturaleza humana tomada por el Creador, (v. 9) entonces el autor de Hebreos usa uno de los grandes títulos denominativos de Jesús, le llama Pionero (arjêgós) de gloria. La misma palabra se le aplica a Jesús en Hch.3:15 (autor de la vida); Hch. 5:31 (Príncipe), término que quiere decir “el cabeza o jefe”.

Un arjêgós es el que inicia algo con el fin de que otros puedan participar después. Inicia una familia en la que nacerán otros; una ciudad en la que residirán otros; una creencia en la que otros le seguirán buscando la verdad y la paz que él mismo ha encontrado; es el autor de bendiciones en las que otros entrarán después, es el que abre un camino que otros van a seguir. Esto es lo que el autor de Hebreos quiere decir cuando llama a Jesús el arjêgós de nuestra Salvación. Jesús ha abierto el camino hacia Dios que todos podemos seguir. (v. 10)

¿Cómo llegó Jesús a eso? La versión RV60 dice que Jesús fue perfeccionado por aflicciones; En su naturaleza divina Cristo era perfecto. Pero su naturaleza humana fue perfeccionada por medio de la obediencia, que incluyó el sufrimiento con el fin de que pudiera ser un Sumo Sacerdote comprensivo y un ejemplo a seguir para los creyentes. Así que, lo que el autor de Hebreos quería decir es que Jesús, por medio del sufrimiento, llegó a ser totalmente idóneo para la tarea de ser el Pionero de nuestra Salvación.

Fue en este sufrimiento que se identificó realmente con la raza humana. El autor de Hebreos cita tres textos del Antiguo Testamento que anuncian la identificación del Mesías con la humanidad: Sal.22:22; Isa.8:17 e Isa.8:18 (vv.11-13). Si Jesús hubiera venido a este mundo de una forma que no pudiera sufrir, habría sido distinto de los demás seres humanos, y no habría podido ser su Salvador. Entonces fue por medio del sufrimiento, que Jesucristo se identificó con la naturaleza humana. No había otra manera.

Esta identificación capacitó a Jesucristo para simpatizar con nosotros. Esta palabra quiere decir etimológicamente sentir con otro. Es casi imposible comprender el dolor o el sufrimiento de otra persona si no lo hemos pasado nosotros. Una persona que nunca ha estado afligida no entiende el dolor de corazón de la persona a la que ha alcanzado la aflicción. Antes de poder simpatizar con alguien, tenemos que pasar por su misma experiencia, ¡y eso es precisamente lo que hizo Jesús!

Los vv. 10–13 describen la identificación del Hijo con los hombres en la encarnación. El v. 14 da el propósito de esta identificación. Jesucristo se hizo semejante a los hombres en su existencia física de carne y sangre, a fin de morir como mueren los hombres. Jesús nació para morir.

Una paradoja central de la fe cristiana es que la muerte de Jesús no fue su derrota, sino la victoria decisiva sobre la muerte y el diablo. Cuando el diablo induce a los hombres a pecar, promueve la muerte y extiende su dominio, pero cuando Jesús sufre la muerte que es castigo de los pecados, destruye al diablo y a su dominio de muerte. La resurrección de Jesús comprueba que la supuesta victoria del diablo y de la muerte, fue en realidad su derrota definitiva.

V. 15. El propósito de la destrucción de la muerte es librar a los “hermanos” de Jesús (v. 12) quienes vivían en esclavitud a ella. La muerte es una sombra que oscurece toda la vida. El hombre nunca vive con la plenitud que Dios planeó en el principio, porque desde sus primeros años es esclavo del temor de la muerte en vez de gozar la vida.

La existencia sin Cristo es más muerte que vida. Pero la paradoja de que Cristo murió para dar vida, nos libra de la paradoja de vivir en el temor de la muerte. El cristiano tiene que pasar por la experiencia de la muerte física, como todo hombre, pero ya no teme la muerte porque no significa separación de lo que ama, sino entrada a la presencia plena del más amado: Dios. Así el cristiano, como su hermano mayor Jesucristo, puede vivir y morir sin temor.

Cristo se convirtió en carne y sangre (v. 14) porque se ocupaba en la salvación de seres de carne y sangre. Fue necesario que fuese hecho semejante a ellos (v. 17) para ayudarles como sumo sacerdote. La encarnación muestra la superioridad del hombre sobre los ángeles en el plan de la redención.

Los que reciben la ayuda de Jesús son la descendencia de Abraham. ¿Por qué no dice “descendencia de Adán”? Porque el autor quería decir que Cristo es la simiente o descendencia prometida sobre Abraham, el padre de todos los creyentes (Ro. 4:11). El Hijo de Dios, queriendo ayudar a los hombres, tuvo que ser hecho semejante a ellos. Solamente compartiendo nuestra naturaleza nos puede representar como sumo sacerdote ante Dios.

Jesús entiende las pruebas y las tentaciones de la vida humana (v. 18). Él enfrentó las necesidades físicas del hombre, la obligación de obedecer a Dios viéndolo solamente por la fe, la tentación de buscar su propia comodidad en vez de la voluntad del Padre. En toda prueba, toda dificultad, toda tentación, tenemos en Cristo un amigo que ha pasado por el mismo camino y entiende nuestra situación.

Él nos ofrece un socorro único, porque es el único que ha enfrentado todas estas situaciones con éxito. Otros han sido tentados como nosotros, pero han cedido a la tentación. Pueden entender nuestra situación, pero a fin de cuentas han fracasado como nosotros. Pero Jesús bebió hasta el fondo la copa de sufrimiento y todavía permaneció fiel. Él conoce nuestros problemas y también tiene las soluciones. Sabe aún mejor que nosotros mismos qué tipo de ayuda necesitamos, y nos ofrece perdón por el pasado y poder para el porvenir.

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