Devocional 29 junio – Andrew Murray
Entrega tu pecado.
1
Juan 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
Con
demasiada frecuencia, descuidamos la confesión de los pecados, y, cuando los
confesamos, lo hacemos de manera superficial. Son pocos los cristianos que
tienen conciencia de lo completamente necesaria que es la confesión. Una
confesión honesta del pecado nos da poder para vivir una vida de victoria sobre
él. Tenemos que confesar con un corazón sincero cada pecado que pueda suponer
un obstáculo en nuestras vidas cristianas.
Escuchemos
lo que dice David en Salmos 32:5, 7. Confesé todos mis pecados a ti y dejé de
esconder mi culpa. Me dije, «confesaré mis rebeliones al Señor», y ¡Tú me
perdonaste! Toda mi culpa se ha ido… Porque Tú eres mi refugio, Tú me proteges
de la aflicción. Tú me rodeas con cánticos de victoria. David también habla del
tiempo en que no estaba dispuesto a confesar su pecado. «Mientras callé
envejecieron mis huesos». Pero cuando hubo confesado su pecado, se produjo un
cambio maravilloso.
No
se trata solamente de confesar mi pecado con vergüenza y arrepentimiento, sino
entregar mi pecado a Dios, confiando en ue Él se lo llevará. Una confesión así
implica que no podré librarme de mi culpa a menos que, por un acto de fe,
confíe en Dios para librarme. Esta liberación significa que sé que mis pecados
están perdonados, y que Cristo emprende la tarea de limpiarme del pecado y
guardarme de su poder.
Dios,
abro mi corazón a ti. Revela los lugares secretos en los que el pecado trata de
esconderse. Expón cada área de mi vida que no se haya rendido a ti completamente.
Amén.
Andrew
Murray
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