Devocional 03 junio - Alistair Begg

¿Hallará fruto? 

Marcos 11:13-14 Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos.  Entonces Jesús dijo a la higuera: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos.

Jesús maldice una higuera, y, lo que resulta sorprendente, es que este es un milagro de destrucción. Todo lo que vemos hacer a Jesús hasta este punto en Marcos ha sido un milagro de transformación o de restauración.

En el AT, tanto la vid como la higuera se usan con frecuencia como metáforas para describir el estado de los israelitas ante Dios. Cuando de la vid o de la higuera crece buen fruto, todo está bien; cuando hay un fruto malo o ningún fruto, el pueblo de Dios se ha descarriado.

Conforme Jesús observaba el completo vacío que representaban las actividades religiosas de aquel tiempo, las palabras del profeta Miqueas pueden haber pasado por su mente: «¡Ay de mí! porque estoy como cuando han recogido los frutos del verano, como cuando han rebuscado después de la vendimia, y no queda racimo para comer; mi alma deseó los primeros frutos» (Miqueas 7:1).

El que Jesús maldijese una higuera estaba lejos de ser algo arbitrario. Esta escena era una parábola escenificada con simbolismo profético. Utilizó una higuera para demostrar el juicio que estaba a punto de caer sobre Jerusalén. Jesús había acudido al centro de la vida religiosa buscando actitudes de oración y fruto, y no había encontrado ninguna de las dos cosas. La higuera estéril era un símbolo del legalismo ceremonial religioso que afirmaba satisfacer los corazones hambrientos y agradar a Dios, pero cuando las personas se dedicaban a esa religión, no había en ella nada satisfactorio, y este acto del Hijo divino de Dios demuestra que estaba lejos de estar satisfecho.

El desafío de dar buenos frutos también es para nosotros. Sin embargo, hemos de tener cuidado de no confundir la observancia religiosa y el guardar reglas y la justicia propia con verdaderos frutos. El pueblo de Dios siempre está en peligro de que el legalismo vacío reemplace una vibrante relación con Dios. En Juan 15:2, 5, Jesús dice «Todo pámpano que en mí no lleva fruto, [el Padre] lo quitará… Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer». En otras palabras, hemos de buscar, no hacerlo mejor, sino conocer mejor a Jesús.

Cuando Jesús venga buscando, ¿encontrará fruto en nuestras ramas? ¿Encontrará fe? Permanece humildemente conectado con Jesús, nuestra vid, y Su Espíritu hará crecer en ti el fruto que Él está buscando.

Alistair Begg

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