Devocional 11 mayo

La santidad humana

1 Pedro 1:14-16 como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.

Cuatro observaciones de estos tres versículos: En primer lugar, la santidad se ordena. El «Sed santos» del v. 15 es un imperativo. No es una sugerencia. Es un mandamiento.

En segundo lugar, la base para el mandamiento es la santidad de Dios. El v. 16 dice: «Sed santos, porque yo soy santo».

En tercer lugar, la santidad de Dios significa que él está separado de todo lo que es ordinario, de hecho, de todo lo creado. Que Él es único en su clase, como el diamante más raro. A este tipo de separación le llamamos trascendencia, y la Biblia añade una dimensión moral a esta trascendencia, de manera que la llamamos pureza trascendente o bondad.

La santidad de Dios significa que Él está perfectamente separado de todo lo que es finito y profano. Pureza trascendente. Y dado que la pureza de Dios no se mide por nada que esté fuera de Él mismo, Él es la medida de toda pureza, toda bondad, y todo valor. Por tanto, el que Dios sea activamente santo, es que todas sus palabras, todas sus actitudes y todos sus actos estén en perfecta armonía con el infinito valor de su pureza trascendente. Eso es lo que significa que Dios es santo.

En cuarto lugar, por consiguiente, nuestra santidad deriva de la suya. Esto significa que todas nuestras actitudes, palabras y actos deberían estar en armonía con su infinito valor. 1 Pedro 1:14 nos dice lo que significa que seamos santos como Dios es santo: «como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia«. Los deseos impíos surgen de la ignorancia. ¿Ignorancia de qué? de Dios. Del valor de Dios. De la grandeza de Dios. De la hermosura de Dios que todo lo satisface. De la santidad de Dios.

Así, la santidad humana es la transformación de nuestro conocimiento, que reemplaza la ignorancia, y la transformación de nuestros «deseos» de forma que se conformen al verdadero valor de Dios, y no a nuestra anterior ignorancia. La santidad humana es conocer la verdadera grandeza, hermosura y valor de Dios, y tener deseos que se conforman con ese conocimiento. Son las actitudes, palabras y actos que siguen a esto.

 

John Piper

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