Devocional 01 junio - Ezekiel Hopkins

Un corazón de oración

 
1Tesalonicenses 5:17 Orad sin cesarY

El orar sin cesar no significa estar ocupado en la obligación de orar en todo momento, de forma que otros deberes se vean engullidos en su lugar. Es estar en oración de forma regular, en tiempos y temporadas establecidos, observando un constante camino de oración en momentos fijos y designados. Orar sin cesar es también hacerlo con importunidad y emoción (Hechos 12:5). La iglesia oraba con fervor y perseverancia al orar por Pedro.

Orar sin cesar es también tomar cada oportunidad a lo largo del día para enviar hacia el cielo una meditación santa. Podemos hacer esto cuando escuchamos o leemos la Palabra, o mientras estamos ocupados con cualquier deber, aunque sean nuestras ocupaciones terrenales. Si nuestro corazón y afectos son celestiales, forzarán nuestra oración a través de la multitud y el tumulto de las ocupaciones terrenales.

Hay un misterio santo al dirigir nuestras ocupaciones terrenales por medio de saetas celestiales de oración. Un cristiano puede estar retirado en privado, en medio de una multitud. Puede convertir su tienda o su campo en un cuarto de oración, trabajando la tierra y obteniendo el cielo en el proceso.

Orar sin cesar es mantener nuestros corazones en tal disposición de oración que siempre estemos listos para orar. Probablemente este es el sentido más natural y genuino de las palabras del apóstol: el hábito de estar siempre libre y dulcemente expresando nuestras peticiones a Dios. Es tomar todas las ocasiones para postrarnos ante el trono de gracia.

Para hacer esto, ciertamente habremos de hacer dos cosas: En primer lugar, no estar demasiado en los negocios y placeres de esta vida: No se ha de permitir que el mundo y sus afectos ahoguen y extingan las santas llamas que suben al cielo. En segundo lugar, si queremos mantener un temperamento de oración, tengamos cuidado de no caer en cometer ningún pecado de forma consciente y presuntuosa. La culpa del pecado sobre la conciencia mata mucho un corazón de oración.

Ezekiel Hopkins

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