Nehemías 9
Confesión de pecado
Neh 9:1 El día veinticuatro del mismo mes se reunieron los hijos de Israel en ayuno, y con cilicio y tierra sobre sí.
Los caps. 8–10 muestran
tres actividades que se suscitaron en el pueblo, para construir la “casa de Dios”, un pueblo santo. En el
cap. 8; el pueblo estudió la Ley; el cap. 9 el pueblo oró y el cap. 10, el
pueblo hizo pacto con Jehová. Fueron
tres reuniones realizadas en el mes séptimo: el primer día (7:73– 8.12), el
segundo día (8. 13–18) y el día 24
(9. 1–10:39).
La reunión del día 24
(v. 1) se realizó dos días después de la conclusión de la alegre fiesta de los
Tabernáculos (8:17-18). Ahora predominaba el peso del pecado, expresado por el
ayuno, el cilicio y el polvo. El dolor, reprimido desde el primer día del mes
(8:9), había sido alimentado por la lectura de la Ley, durante los ocho días que duró de la
fiesta (8:18).
De la asamblea se obtuvieron dos conclusiones (vv. 2-3), dando paso seguido a la oración (9:4–38). La primera conclusión (v.
2) destaca tres acciones, se apartaron, se pusieron de pie y confesaron.
Primero se apartaron de los extranjeros, no físicamente, sino mediante un acto
litúrgico que expresó su compromiso de mantenerse puros de las influencias de los otros pueblos (10:28). Lo hicieron
postrados ante Dios, pues se pusieron de pie para confesar el
pecado nacional (vv. 16-34).
La segunda conclusión
(v. 3) agrega dos acciones al v. 2; leyeron y adoraron. Fue en su lugar que el
pueblo se puso de pie y leyeron en voz alta por tres horas. La confesión y la
adoración duraron tres horas (vv. 5–38).
Con los vv. 4-38
inicia la oración de confesión, adoración y clamor. Ocho levitas iniciaron la
oración clamando a Jehová (v. 4). Seguramente el clamor de los levitas fue por
liberación de la opresión persa (vv. 36-37). En vez de un solo líder como
Esdras, todo un grupo dirige la oración.
Luego otro grupo de
ocho levitas dirigió al pueblo en una oración que repasó la historia para
alabar a Dios, confesar los pecados de Israel y pedir su liberación (vv.5–38). Las
múltiples alusiones al Pentateuco en la oración reflejan la lectura y estudio
de la Ley en los días anteriores. También muestran que el escritor sagrado,
conocía el Pentateuco.
Los levitas
introdujeron la oración expresando, primero a la congregación y luego a Dios,
el deseo de que Jehová fuera alabado (v. 5). Bendecir a Jehová es alabarlo,
contar sus virtudes. La oración remonta
a la creación para confesar la grandeza de Jehová (v. 6). Él solo hizo todo y sostiene con vida a todos, sin la
intervención de otro dios. Toda la porción del vv. 7–15 repasa la gracia divina
para con el pueblo de Israel.
La similitud entre el
inicio de los vv. 6-7 subrayan que el mismo Jehová que creó y preserva el
universo, condescendió en su gracia al elegir a Abram. Lo sacó de Ur de los
caldeos, anticipo de lo que haría siglos después con los judíos cautivos en Babilonia. Cambió su
nombre, así prometiéndole muchos descendientes (Gén. 17:4–6), e hizo un pacto
para dar la tierra de Canaán a su descendencia (v. 8), incluyendo a los mismos
judíos que ahora oraban.
El siguiente recorrido
histórico fue el éxodo, evento que exhibió el poder, la fidelidad y la
misericordia de Jehová (vv. 9–11). Al alabar a Jehová por sus obras, los judíos
pedían que repitiera esa proeza, ya que estaban en aflicción y clamor (v. 9),
esperando señales y prodigios para librarlos de sus opresores persas (v. 10;
vv. 36-37).
Avanzando en la
historia, la oración llega a las peregrinaciones por el desierto (vv. 12–21). Jehová
guió a los israelitas por el camino (v. 12), les dio buenas leyes (vv. 13- 14),
les proveyó de maná y agua de la peña, y en Cades Barnea les ordenó tomar la
tierra prometida (v. 15). Las leyes eran buenas porque eran rectas (justas) y
eran fieles al revelar a Israel cómo obtener la bendición divina (Deut. 30:16).
A pesar de la bondad de
Dios, en Cades Barnea Israel se rebeló contra Jehová (vv. 16-17). Los judíos reconocieron que sus padres pecaron
con soberbia (v. 16; 29). Tercamente desoyeron dos mandamientos: el de invadir
la tierra (Deut. 1:21), y luego el de no invadirla (Deut. 1:40–43). Esta
oración buscaba evitar semejante olvido. No obstante, Jehová no abandonó a su
pueblo (v .17).
Jehová ni siquiera
abandonó a Israel cuando adoraron el becerro de oro (vv. 18–21). ¡Atribuyeron
al becerro las obras de Jehová! (v. 18).
Argumentaron que el becerro no era otro dios, sino una representación de la
presencia de Jehová. Sin embargo, quien adora a Dios con la ayuda de una imagen
lamentablemente resulta adorando la imagen misma.
Con todo, el Señor
les siguió brindando los mismos cuidados: dirección por el camino (v. 19),
buena enseñanza y sustento (v. 20). Siguió
supliendo todas sus necesidades durante los cuarenta años (v. 21).
El siguiente evento
en la oración fue la conquista (vv. 22–25). Jehová dio a Israel los reinos del
lado oriental del Jordán (v. 22) y luego la tierra prometida, Canaán (vv. 23–25).
A los hijos Jehová les entregó no sólo
la tierra, sino también sus pueblos y reyes (v. 24), ciudades, tierras fértiles
y toda una economía próspera (v. 25).
La oración luego
avanzó al período de los jueces, cuando se repitió muchas veces el ciclo de
pecado, opresión, clamor y liberación (vv. 26–28). En el resto de la oración
los judíos se sitúan a sí mismos en un ciclo más. Habían pecado (vv. 29-30),
vivían la opresión (vv. 30-31) y en este momento levantaban su clamor (vv. 29–38).
El pecado, cometido
con soberbia y a pesar de la amonestación divina, correspondió a los muchos
años del período de los reyes (vv. 29-30). La opresión había durado ya 200 años
a manos de los pueblos de la tierra: Asiria, Babilonia y Persia (v. 32). Sin
embargo, de nuevo Jehová había tratado a su pueblo con misericordia, preservándolo
y trayéndolo de regreso de Babilonia (v. 31).
La expresión “ahora
pues” (v. 32) marcaba el inicio del clamor y lo señala como el propósito de toda la oración. El clamor contiene
petición (v. 32), confesión (vv. 33–35), descripción de angustia (vv. 36-37) y
promesa (v. 38).
La única petición en
toda la oración se halla en v. 32. Los judíos confesaron una vez más que Jehová
era capaz de contestarla y dispuesto a hacerlo. La petición fue que Jehová tomara en cuenta el
sufrimiento de todo su pueblo, esperaban su liberación. La angustia incluía los
cautiverios asirio y babilónico de los reinos del norte y del sur,
respectivamente, y el actual dominio persa (vv. 36-37).
Los judíos se
apresuraron en su oración a aclarar que habían merecido los dos siglos de opresión
(vv. 33–35). Israel había sido infiel. Los
judíos contrastaron su angustia con la promesa del pacto abrahámico y la obra
de Dios en su historia (vv. 36-37).
A causa de la
desobediencia y su actual opresión, los judíos reforzaron su clamor mediante un
pacto con Jehová (v. 38). Después de su historial de tanta desobediencia, los
judíos se comprometían a obedecer fielmente a su Dios. Esperaban que esa
fidelidad lo motivaría a cumplir con ellos toda la promesa de la tierra, así
como la fidelidad de Abraham incidió en el origen de esa promesa.
Para mayor legalidad,
los judíos hicieron el pacto por escrito y sus líderes lo firmaron. Literalmente
dice “y sobre el sellado están nuestros…”, es decir, “sobre el documento
sellado están las firmas de nuestros…”. El rollo se sellaba para garantizar que
nadie lo abriera para modificarlo. También habría una copia abierta para que
todos los judíos pudieran leer y recordar el compromiso.
Después de años de
decadencia y cautiverio, el pueblo comenzó una vez más a tomar en serio su
responsabilidad de seguir a Dios y guardar sus leyes de todo corazón.
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