Nehemías 13

Obrando para Dios

Neh 13:1  Aquel día se leyó en el libro de Moisés, oyéndolo el pueblo, y fue hallado escrito en él que los amonitas y moabitas no debían entrar jamás en la congregación de Dios, 

Escuchando la lectura de Deut. 23:3–5, los judíos descubrieron que a los amonitas y los moabitas les era prohibido entrar en la congregación de Dios (vv. 1-2). Podían vivir en Israel, pero no participar en la asamblea para el culto en el santuario.

La prohibición se debía a que cuando Israel subió de la esclavitud en Egipto, los amonitas y moabitas no le ofrecieron ni la más mínima ayuda (pan y agua), aunque eran descendientes de Lot (Gén. 19:33–38), el sobrino de Abraham (Gén. 11:31). Lejos de socorrer a Israel, Balac, rey de Moab,  contrató a Balaam para maldecirlo.  Excluirlos de Israel no significaba desterrarlos, sino excluirlos del culto público. Fue un paso más en la separación de las influencias extranjeras.

Eliasib, en ausencia de Nehemías, asignó a Tobías una cámara del templo que había sido usada como bodega sagrada (vv. 4–6). Esto aconteció antes de la separación de los amonitas y moabitas (vv. 1–3). No todo lo narrado en  los vv. 4–9 pudo suceder antes de dicha separación, pero si el nombramiento de Eliasib sobre las cámaras del templo (12:44), por su cercanía a Tobías (6:18).

Este Eliasib no fue el sumo sacerdote Eliasib  de los vv. 3:1, 20- 21; 12:10, 22; 13:28, pues no se diría que fue el encargado de la cámara del templo; el sumo sacerdote era encargado de todo el templo. Ya que el templo tenía muchas cámaras, este Eliasib estaba sobre más de una de   ellas. La gran cámara (v. 5) servía a  los intereses de Tobías en Jerusalén (6:18). Quizás almacenaba allí surtidos que él vendía al templo.

Nehemías volvió a Artajerjes, en el año 433 a.C. después de gobernar Judá por doce años (v. 6). Se desconoce exactamente cuánto tiempo Nehemías permaneció en Persia, quizá hasta 424 a.C., pero durante este intervalo se desarrolló la desobediencia.

Regresando a Jerusalén, Nehemías limpió el templo de los enseres de Tobías (vv. 6– 9). Después de un tiempo hace referencia que Nehemías regresó antes de la muerte de Artajerjes en el 424 a.C. Al pedir permiso, tomó la iniciativa para su retorno. Creía que su pueblo todavía necesitaba su ayuda. Sus acciones impositivas en el resto del capítulo implican que regresó con autoridad sobre Judá, como gobernador.

La presencia de Tobías en el templo era un mal (v. 7) porque era amonita, enemigo del pueblo y dominado por influencias paganas. El nombramiento de los encargados de las cámaras había fracasado. Eliasib se había corrompido, y el sumo sacerdote no lo había corregido.

Como se verá a continuación, al llegar a Jerusalén para su segunda gestión Nehemías descubrió que todas las reformas del primer período, el nombramiento de encargados de las cámaras del templo (12:44), la separación de los amonitas (3:1–3), las ofrendas para sostener el culto del templo (10:32–39), la promesa de no comprar de los extranjeros en días de reposo (10:31) y la promesa de abstenerse de matrimonios mixtos (10:30),  habían fracasado.

Sin embargo, en vez de darse por vencido, Nehemías enérgicamente impuso de nuevo cada reforma. Luchó en por el espacio sagrado (vv. 4–9), el personal sagrado (vv. 10–14), el tiempo sagrado (vv. 15– 22) y el pueblo sagrado (vv. 23–28).

La acción de Nehemías en v. 8 lo hizo tipo Cristo (Mt. 21:12-13). Ordenó “purificar”  las cámaras (v. 9), porque la presencia de Tobías el amonita, las había contaminado. Seguramente Tobías había profanado no sólo la cámara que le fue asignada, sino aquellas con las que había tenido contacto. Nehemías utilizó su poder como gobernador para efectuar reformas que el  sumo  sacerdote  no había  querido hacer. Antepuso la santidad de la casa de Dios a las buenas relaciones con ese líder.

Nehemías reinstaló a los levitas, su sostenimiento y a los administradores (vv. 10–14). Nehemías validó que ante la falta de diezmos, los levitas  y  los  cantores habían abandonado el templo y regresado a la agricultura (v. 10). Como consecuencia, los ministros habían huido del hambre. Nehemías no les culpó por eso, sino a los gobernantes que debían proveer para su sostén (v. 11).

Nehemías reactivó el culto en el templo (vv. 11–13). Instaló a los levitas y los cantores en el templo por fe (v. 11), pues los diezmos no se habían dado todavía. Su acción se veía como otra interferencia en la esfera del sumo sacerdote.

Cuando el pueblo entregó los diezmos (v. 12), Nehemías nombró a cuatro administradores fieles (v. 13).  El nombramiento de los administradores implicaba que Eliasib fue destituido de su cargo sobre las cámaras, otra incursión en el dominio del sumo sacerdote.

Los nuevos administradores tenían fama de ser fieles, cualidad esencial en quienes manejan finanzas ajenas. Representaban a cuatro grupos del personal religioso: un sacerdote, un escriba, un levita y un músico. El escriba Sadoc velaría para que las ofrendas se administraran conforme a las pautas de la Ley. La genealogía de Hanán revela que era músico, descendiente de Matanías.

Nehemías concluye este relato pidiéndole a Dios que lo recompense (v. 14). Nehemías manifestó su lealtad luchando contra viento y marea para establecer y mantener el culto a Jehová en el templo.

En los vv. 15-22  se repiten las acciones presentadas en los vv. 10-14.  Nehemías se percató del pecado (vv. 15-16), lo que lo llevo a reñir con los gobernantes (17-18),  señalando  la gravedad del pecado (vv. 17-18), tomando medidas prácticas para resolver el problema (vv. 19–22), y pidiendo a Dios acordarse de él (v. 22).

Aún más fuertes son los paralelos entre los vv. 15–29 donde afirma; En aquellos días  Nehemías vio el pecado (v. 23),  discutió con los responsables (v. 25), señaló la gravedad del pecado con preguntas sobre Israel (v. 26), resolvió situaciones relacionadas con el problema (vv. 28-29), y pidió a Dios acordarse (v. 29).

En el v. 15 se registra que algunos judíos del área rural, trabajaban en el día de reposo. Nehemías los vio  en el comienzo de su segundo gobierno.  Eran judíos, pues a los gentiles, aun a los que vivían en Judá, no les era prohibido trabajar el sábado.  De nuevo, los judíos habían quebrantado su pacto con Dios (10:31).

Nehemías discutió otra vez con los gobernantes judíos (vv. 17-18), los acusó de profanar el sábado y les recordó que toda la crisis del cautiverio babilónico, la destrucción de Jerusalén y la sujeción al Imperio persa, se debía en parte a ese pecado.

Concluyó advirtiendo que la profanación del sábado traería más castigo divino. Profanar el sábado era tratarlo como cualquier otro día (v. 22).  Nehemías tomó tres medidas (vv.19–22): Ordenó a sus subalternos mantener cerradas las puertas el día de reposo (v. 19), ahuyentó a los comerciantes que estaban afuera (vv. 20-21) y ordenó a los levitas mantener cerradas las puertas (v. 22).

Nehemías luego asignó la responsabilidad sabatina en  las  puertas  a  los  levitas. La orden de que se purificasen implica que su tarea era sagrada y que la ciudad era santa. El propósito de la medida, como de las dos anteriores, era santificar el día de sábado. Así manifestaban fe en Dios para su provisión económica.

Nehemías también observó la presencia de matrimonios mixtos (v. 23), a pesar de la reforma de Esdras 10 y el pacto de Nehemías 10. Estos matrimonios no eran totalmente legítimos ante Dios. Muchos de esos hijos no hablaban hebreo (v. 24), señal de que no se estaban formando en las tradiciones judías, sino en la cultura pagana de las madres.

Nehemías riñó fuertemente con los maridos culpables (vv. 25–27). Los maldijo (v. 25), quizás con las maldiciones del pacto del capítulo 10. Nehemías, como gobernador, utilizó la fuerza para obligar al pueblo a acatar la Ley. Las medidas drásticas le parecían necesarias ante la reincidencia después de las reformas de Esdras y Nehemías 10. Nehemías obligó a los varones a hacer un juramento basado en Deut. 7:3. Esperaba que, aunque el juramento era forzado, temieran romperlo por la amenaza del castigo divino.

La primera pregunta de Nehemías traía a colación que aun Salomón había caído en la idolatría por la influencia de esposas paganas (v. 26).  Advertidos por el ejemplo de Salomón, era una locura que los judíos se casaran con mujeres extranjeras (v. 27).  Los matrimonios mixtos eran infidelidad contra su Dios porque violaban el Pacto Mosaico (Deut. 7:2-3) y el de Nehemías 10.30), y porque se conducían a la adoración de otros dioses (Deut. 7:4).

Nehemías también expulsó y maldijo al nieto del sumo sacerdote por su matrimonio con una hija de Sanbalat (vv. 28-29), violando  la Ley (Deut. 7:2-3) y los compromisos de Nehemías y Esdras 10. Su acción requería de una medida drástica y pública de parte de Nehemías.

El matrimonio tenía el propósito de garantizar  una alianza entre  la familia del  sumo sacerdote  y la de Sanbalat (6:17-18). Nehemías, en cambio, no confiaba en las alianzas con los gobernantes de las provincias vecinas, sino en Dios (v. 31). No escatimó abrir frentes contra enemigos poderosos, Sanbalat y la familia del sumo sacerdote, a fin de luchar en pro de la santidad de Judá.

Quienes habían contaminado el sacerdocio eran Joyada, su hijo, Sanbalat, y todos los que apoyaban el matrimonio mixto del v. 28. El pacto de los sacerdotes y de los levitas consistía en promesas divinas de bendición para ellos y el compromiso de ellos de honrar y obedecer a Dios en sus responsabilidades especiales. Si el sacerdocio se contamina, cómo podría la nación ser santa?

Nehemías resume su segunda gestión como gobernador y pide su bendición, vv. 30-31. La meta no era pureza racial, sino religiosa. Nehemías no se entrometió en los pormenores del culto, sino que proveyó una infraestructura económica para los ministros. Las oraciones en todo el libro, subrayan la confianza en Dios que caracteriza a Nehemías desde el principio al final.

Este libro trata sobre la reconstrucción de los muros de una gran ciudad, pero además trata de renovación espiritual, de la reconstrucción de la dependencia de Dios de un pueblo. Cuando quitamos nuestros ojos de Dios, nuestras vidas comienzan a desmoronarse.

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