Esdras 9
Problema del matrimonio mixto
Esd 9:1 Acabadas estas cosas, los príncipes vinieron a mí, diciendo: El pueblo de Israel y los sacerdotes y levitas no se han separado de los pueblos de las tierras, de los cananeos, heteos, ferezeos, jebuseos, amonitas, moabitas, egipcios y amorreos, y hacen conforme a sus abominaciones.
Esta sección cubre el
retorno del segundo grupo a Judá, dirigido por Esdras (458 a.C.). Aunque un
tanto brusca y legalista se muestra el caracter de Esdras, despertando al pueblo de la
realidad de su desobediencia de la Ley de Dios, aún después del cautiverio.
La frase “Acabadas estas cosas” del v. 1 dan pauta para pensar que había pasado un buen
tiempo. Ciertos eventos ya se habían
llevado a cabo y el esfuerzo de
Esdras, no había arrojado el resultado deseado (7:8, mes quinto y 10:9, mes
noveno). Seguramente ya Esdras había
puesto en marcha su reforma religiosa por medio de la enseñanza de la Ley. Al
fin y al cabo ese era su objetivo (7:10).
Los informantes de
Esdras fueron los magistrados. Este era su título oficial. El asunto implicaba
a gente de todo rango. El cargo era bastante serio: no se habían separado de
los pueblos de las tierras. Pareciera que Esdras estaba recibiendo un informe
de algo que se había ordenado hacer, pero que la gente no había cumplido aún.
Sin embargo, el v. 2 da para pensar, que esta era la primera vez que Esdras oía
del asunto. “Los pueblos de las tierras” se refería a los pueblos que los
judíos encontraron en sus tierras, al regresar del exilio.
Las abominaciones se referían
a la idolatría y las prácticas inmorales que los pueblos vecinos e incrédulos
tenían. El problema era que tanto la gente del pueblo como los líderes
religiosos estaban participando de esta situación. De los pueblos paganos
habían tomado mujeres para sí y para sus hijos. Los
matrimonios mixtos, judíos con personas de otras razas, fueron considerados
como la causa principal de la decadencia moral y espiritual del pueblo hebreo,
de su fracaso y posterior caída, y del porqué sufrieran el exilio.
Ahora representaba
una rebelión abierta al mandamiento expreso del Señor. Tal acción había infectado
la simiente santa (v. 2), considerada así porque estaba consagrada,
dedicada, separada, para Dios. El mal ejemplo había venido de algunos magistrados y oficiales, al ser los primeros en incurrir en esa infidelidad.
La reacción de Esdras
fue un lamento, un pesar profundo: “rasgué mi vestidura y mi manto" (v. 3); “me
arranqué los pelos de mi cabeza y de mi barba”. Aparentemente, su ser interior fue
tocado profundamente: “me senté angustiado en extremo”; “completamente
deprimido”. Quizá evaluó la situación y se sintió fracasado en todos sus
intentos de hacer cumplir la Ley de Dios. Probablemente le dolía que el pueblo
no hubiera aprendido de sus fracasos pasados.
Esdras mostró su
lamento públicamente, en las afueras del templo (10:1). Los que temían la
palabra de Dios se unieron a él, lo apoyaron en medio de su dolor. La expresion "temían" puede referirse a que los que cumplían la Ley, ellos estaban haciendo todo lo posible por ponerla en práctica
nuevamente, o temían el castigo de Dios. En esa “infidelidad”; el buscar esposas paganas,
estaban participando aquellos que habían regresado del exilio, los del
cautiverio. Esdras estuvo sentado y consternado hasta que
llegó la hora del sacrificio de
la tarde, período dedicado a la oración (v. 4).
Esdras aprovechó el
tiempo de la oración vespertina en el templo, para interceder públicamente a
Dios por el pueblo, confesando el pecado y apelando a la misericordia del
Señor. Su postura muestra a un judío piadoso que se dirigía a Dios en sus
momentos de angustia, especialmente en este caso que afectaba a todo el pueblo
(v. 5). Su oración era una revisión consciente y objetiva de las acciones de
Dios y del pueblo, juntamente con sus resultados.
La vergüenza y pesar fue lo que experimentó Esdras, al saber que el pueblo continuaba obstinado en pecar
contra Dios (v. 6). No tenía la confianza de presentar su petición ante Dios: “estoy
avergonzado como para levantar mi cara a ti”. Las pruebas de la infidelidad de
la gente eran latentes, habían continuado en iniquidad y culpa (motivos de
castigo) ante la presencia del Señor.
El v. 7 resume cómo
se había manifestado esa rebeldía en el pueblo desde sus antepasados hasta ese
entonces. Esdras exonera a Dios de cualquier idea de injusticia. Dice él "nosotros,
hemos tenido gran
culpabilidad; son nuestras
iniquidades las que nos han acarreado todo tipo de mal". Nadie había
escapado de las consecuencias de todo ello. La frase “vergüenza total” significa “vergüenza del rostro”, no poder
levantar cabeza, humillación total, pérdida de su identidad política y
el derecho de existir como nación libre.
“Y ahora” del v. 8 contempla
todos los eventos que se dieron para que el pueblo saliera de Babilonia (1:1–4)
hasta el momento en que Esdras había regresado a Jerusalén. Aunque eran muchos
años, parecían un breve momento en el contexto histórico de todos los eventos
anteriores al exilio. La misericordia de Jehová, el favor inmerecido del Señor,
se había mostrado.
El v. 9 continúa el
pensamiento sobre las maneras en que Dios había mostrado, su misericordia para
con el pueblo. Una fue la de mover el corazón de los reyes de Persia para que
los dejaran salir de Babilonia, otorgarles ciertos favores al regresar a Jerusalén,
y proveerles de lo necesario para la reconstrucción del templo. Por otro lado,
Dios también les había provisto de protección.
La pregunta del v.
10, que Esdras dirige a Dios es, más que pregunta es una súplica, un clamor para
que Él extienda un poco más su misericordia y perdón sobre el pueblo. No había
excusa porque habían abandonado sus mandamientos, es decir, dejarlos de lado,
desobedecerlos.
El mandamiento en
cuestión, tal como se da aquí (vv. 11-12), era una combinación de varios textos antes citados. Esdras
mencionó aquello en lo cual la gente había fallado (desobedecido) a Dios
nuevamente:
.- La tierra en la
cual vivían era una tierra inmunda debido a los pueblos que la habitaban. La
inmundicia era a causa de sus abominaciones, su idolatría y prácticas inmorales
que las acompañaban.
.- Para evitar que su
pueblo se contaminara, Dios les había prohibido casarse con gente de otras
razas. Cosa que, obviamente, no se observó diligentemente. Prueba de esto fue
la idolatría que se desató en ambos reinos por el hecho de que los reyes se
casaban con mujeres de otras razas,
quienes a su vez fomentaban la adoración a sus propios dioses.
.- La alianza con
otros pueblos debía evitarse. El propósito era que el pueblo se fortaleciera y
gozara de los bienes de la tierra, y tuviera un lugar de residencia permanente.
Es bueno recordar que cuando el pueblo judío se dividió en dos reinos (Norte y
Sur), la nación se debilitó y muchas veces uno y otro reino buscaron alianzas
con otras naciones para pelear en contra de sus propios hermanos de sangre.
El v. 13 fue un
lamento. No se había aprendido la lección del pasado, a pesar de todo lo que se les había
sobrevenido, todo lo que el pueblo había sufrido a causa de sus malas obras y
su gran culpa. Y aunque Dios los había castigado duramente, habían recibido
menos de lo que merecían. La bondad y la misericordia de Dios eran palpables en
que aún les permitía un remanente, un grupo de sobrevivientes.
Ante toda esta
evidencia, ¿sería posible que el pueblo volviera a pecar y Dios no los castigaría?
(v. 14). El peligro de que Dios los hiciera desaparecer por completo estaba
latente, hasta consumirlos, a lo menos en el pensamiento de Esdras. De aquí el
clamor para que Dios obre nuevamente con misericordia y perdón (v. 15).
La apelación era a la
justicia de Dios: tú eres justo, y al hecho de que aún había unos cuantos
fieles que se mostraban compungidos: "Henos aquí delante de ti". Todo lo que se
podía esperar era la acción justiciera de Dios, pero Esdras confiaba en que
Dios obraría en misericordia y los perdonaría; que les daría una
oportunidad más.
El reconocimiento del
pecado y la aceptación de la culpa, abría la puerta para que Dios tuviera
misericordia de ellos, aun cuando por su pecado nadie puede permanecer en tu
presencia. Dios es santo y no acepta la inmundicia de su pueblo. Pero Dios es
amor y se compadece de sus criaturas que se arrepienten.
Podemos confiar que
Dios en su gracia nos va a perdonar nuestros pecados (Mt. 6:14-15). La clave
para recibir el perdón de Dios es la confesión del pecado (1 Jn. 1:9). El
modelo de Esdras nos puede servir también a nosotros como ministros y líderes
al frente del pueblo de Dios. El arrepentimiento verdadero nos puede abrir la
puerta para un gran avivamiento espiritual.
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