Esdras 8
Retorno de Esdras
Esd 8:1 Estos son los jefes de casas paternas, y la genealogía de aquellos que subieron conmigo de Babilonia, reinando el rey Artajerjes:
Este capítulo cubre
el retorno del segundo grupo a Judá, dirigido por Esdras. El tiempo de los
eventos está fechado cuando reinaba el rey Artajerjes (v. 1). La lista presenta
a las personas agrupadas por clanes o familias de sacerdotes y del pueblo en
general. Es probable que los primeros nombres sean los sacerdotes que habían
decidido acompañar a Esdras.
El resto
de la lista sería de familias del
pueblo. Del total de las personas (más de 1.500) sólo se nombran a los hombres
de cada familia. Se puede imaginar el doble o triple de esa cantidad
considerando el número de las mujeres y los niños que pudieron haberlos
acompañado.
Es bueno tener en
mente que, en este contexto, hijos habla de “descendientes” (vv.
2-14). Los números en la lista son mucho menores que los dados en el capítulo
2. Esto habla de la poca respuesta (o renuencia) de los levitas para regresar a
Jerusalén. Especialmente si conocían de las condiciones precarias en que se
encontraba la gente de allí.
Se muestra obvio que
se necesitaba tiempo para organizar la partida. Esdras reunió a la gente junto
al río que pasa por Ahava, quizá para saber con quiénes contaba y distribuir
las responsabilidades pertinentes (v. 15). Seguramente Esdras buscaba el tiempo
oportuno para preparar a la gente física, moral y espiritualmente. Los peligros
a los cuales estarían expuestos eran reales, así que necesitaban estrategias
para su propia protección.
Fue durante este
tiempo de organización que Esdras notó que ninguno de los hijos de Leví los
acompañaba. La razón principal de esta renuencia no se da, pero es
probable que se sentían cómodos en Babilonia. Por eso se buscó la ayuda de los jefes
principales, y la de los maestros, para que fueran y hablaran con Ido, jefe en
la localidad de Casifia (vv. 16-17).
Los vv. 17–20
sugieren que en Casifia
había un templo, quizá judío-babilonio, y era considerado un lugar
sagrado. Por eso la gran concentración de levitas en ese lugar. Lo más probable
es que en ese lugar era donde estaban
concentrados los descendientes de Leví.
La expresión “puse en
sus bocas las palabras” del v. 17 alude al mensaje que Esdras dio a los
comisionados para que lo llevaran a Ido. No se menciona cual fue el mensaje, seguramente
tenía que ver con buscar ayudantes para el
templo en Jerusalén. No hay que olvidar
que “los hijos de Leví” eran los que estaban asignados para cuidar del templo,
además de participar del culto en varias maneras (1 Crón. 23:28). “Los
servidores del templo”, entonces, se encargaban de tareas secundarias (v. 20).
El mensaje dio buenos
resultados. Esdras lo vio como fruto de “que la bondadosa mano de nuestro Dios
estaba” con ellos. Esta expresión habla del favor, la presencia y la
providencia de Dios. El Señor se dignaba ayudar a este grupo del pueblo, para
que las cosas salieran bien. Dios permitió que algunos otros sacerdotes respondieran
al llamado de Esdras: Serebías, Hasabías, Jesaías y otros cuantos más (vv. 18-19).
Serebías, era
considerado un hombre entendido, alguien que fue de mucha ayuda para Esdras. Seguramente
por su conocimiento de la Ley, y por haber animado a otros sacerdotes y levitas
para ir a Jerusalén.
En el v. 20 se afirma
que “de los servidores del templo... consiguieron”. El escritor sagrado explica
que éstos habían sido puestos para el servicio de los levitas, como ayudantes en las tareas menores dentro del templo.
Esdras acompaño su preparación
y e la gente que viajaría con él con acciones espirituales (vv. 21–23). Con
ese propósito llamó a ayuno allí junto al río Ahava. La práctica de ayunar como
preparación ante hechos especiales, era un acto profundo entre la pueblo judío (2 Crón. 20:3, Est.
4:16; Jer. 36:9).
El texto muestra un
doble propósito para este acto. Primero, el de humillarse en la presencia de Dios,
como un acto de sometimiento, consagración, dedicación y dependencia. En
algunas partes el ayuno también conlleva el sentido de arrepentimiento y
súplica por perdón de pecados (10:6). En segundo lugar, pedir un buen viaje. No
era extraño buscar una respuesta o un favor de parte de Dios, a través del
ayuno. En estos versos se detalla que parte de esta petición incluía la
protección divina en todo el viaje.
Se observa que Esdras
era un hombre que confiaba en la providencia de Dios, pero también era un
hombre práctico, reconocía las realidades a las cuales tenía que hacer frente.
Una de estas era que necesitaban protección: “para nosotros, para nuestros
niños, y para todas nuestras posesiones” (v. 21). Sin embargo, él mismo
confiesa su vergüenza de tener que pedirle al rey una tropa de soldados y
jinetes para que los escoltaran y protegieran en todo el camino (v. 22). La
frase que “nos defendiesen del enemigo” revela que el viaje tenía sus peligros.
El ayuno proclamado representaba
un verdadero desafío para la fe de Esdras y la de sus acompañantes. Ellos
decidieron confiar y depender en la providencia divina. El v. 23 reivindica
esta fe y dependencia en Dios.
En los vv. 24-30 Esdras
responsabiliza a los sacerdotes para llevar y proteger el oro, la plata, los
utensilios y las ofrendas para el templo. Con este propósito, Esdras designó a
doce de los sacerdotes que lo acompañarían para que transportaran y protegieran
todo esto en el camino (v. 24). La acción no era arbitraria, sino que estaba
apegada a la tradición y las demandas de la Ley mosaica. En Números 3:8, se
establece que sólo los sacerdotes y levitas estaban autorizados para tocar los
utensilios consagrados a Dios. La gente de ese entonces, siendo incrédulos, respetaba, fuera por superstición o respeto, a
los sacerdotes.
Esdras necesitaba
establecer confianza entre las personas que viajarían con él y, al mismo
tiempo, se aseguraría un buen respaldo, al momento de tener que presentar
informes al rey Artajerjes. En los vv. 25 – 27 se hace un recuento muy minucioso
de las cosas. La plata, el oro y los utensilios constituían la ofrenda
designada para el templo en
Jerusalén. Era algo consagrado a Dios por parte del rey persa, su
séquito y los judíos que permanecían en Babilonia.
Las cifras
presentadas en los vv. 26-27 son bastante grandes. Era una buena manera de
acotar el hecho de que la caravana llevaba tesoros en cantidades considerables.
Esdras responsabiliza
a los sacerdotes escogidos para cuidar de los tesoros, delante de Dios; moralmente los hace responsables de
cuidar lo que la gente había dedicado al Señor; legalmente los desafía a la
honestidad. Su tarea terminaría hasta que depositaran todo esto en las cámaras
de la casa de Jehová. Ello significaba que también tendrían que rendir cuentas
de todo delante de los principales de los sacerdotes, de los levitas y de los
jefes de las casas paternas de Israel. Y, aunque era serio y comprometedor, los
sacerdotes aceptaron la encomienda con el sentido de que estaban haciendo su parte
de servicio, a Dios (v. 30).
El relato del viaje
de Babilonia a Jerusalén fue muy breve (vv. 31-32). En 7.8-9, cita que el viaje les llevó cuatro
meses, lo que engrandece el acto de la protección y providencia divinas. Dios
los libró de mano del enemigo y de los asaltantes en el camino. Después de
llegar a Jerusalén descansaron tres días, antes de disolver la caravana y tomar
cada quien su camino.
El oro, la plata y
otras ofrendas fueron entregados a los sacerdotes en Jerusalén (vv. 33-34).
Después de este descanso se preocuparon por entregar el oro, la plata y las
ofrendas en el templo. Esdras y los sacerdotes responsables de los
tesoros, se presentaron ante los sacerdotes en el templo en Jerusalén para
llevar a cabo esta entrega. El v. 33 menciona a las personas que recibieron en
sus manos los tesoros traídos de Babilonia: los sacerdotes Meremot, Eleazar, y
los levitas Josabad y Noadías.
Todo fue contado y
pesado, corroboraron las cantidades y pesos, y todo se encontró en orden según
lo contado y pesado en Babilonia antes de emprender el viaje. Con esta acción Esdras
buscó corroborar su informe ante el rey; no hay que olvidar que Esdras era un
emisario de la corte real.
Después, los recién
llegados de Babilonia con Esdras ofrecieron holocaustos al Dios de Israel (v.
35). La experiencia de adorar a Dios en el templo en Jerusalén debió haber sido
muy especial para este grupo. Los sacrificios ofrecidos manifestaban gratitud,
alabanza y, de manera especial, expiación. Los 12 machos cabríos fueron
presentados para sacrificio por el pecado, tanto personal como colectivo. El
número de los machos cabríos (12) representaba a todas las tribus del pueblo
hebreo.
Y, finalmente Esdras
y algunos de sus acompañantes entregaron los decretos del rey a los
representantes legales en Jerusalén (v. 36). Esto era necesario para evitar
malos entendidos, al cumplir con las disposiciones ordenadas por el rey (7:21-24).
El documento que el rey entregó a Esdras no sólo tenía provisiones para las
ofrendas y sacrificios, sino también las reformas sociales de acuerdo con la Ley
mosaica. Así que el apoyo de las autoridades locales era imprescindible para
llevar a cabo lo que Esdras se había propuesto desde un principio.
Las bendiciones de Dios pueden hacerse propias mediante la oración, así que el pueblo se humilló en ayuno y oración. Y sus oraciones fueron contestadas. El ayuno los humilló porque, el pasar tiempo sin comer, les recordó su completa dependencia de Dios. El ayuno también les dio más tiempo para orar y meditar en Dios.
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