Esdras 6
Decreto de Darío
Esd 6:7 Dejad que se haga la obra de esa casa de Dios; que el gobernador de los judíos y sus ancianos reedifiquen esa casa de Dios en su lugar.
Cuando Darío recibió el
informe de sus oficiales en el área de Judea, ordenó llevar a cabo lo que se le
había sugerido: buscar en los archivos reales algún documento que contuviera el
decreto de Ciro respecto al pueblo judío (v. 1). Luego de encontrar los
documentos y de comprobar que lo dicho por los líderes judíos era verdad, el rey
persa ordenó: que se les dejara en paz en la obra de reconstrucción. Además ordenó,
que se les ayudara en lo necesario, aun financieramente, a fin de asegurar que
no habría más interrupciones en la obra, hasta que el templo se terminara.
La seriedad con que Darío
tomó este asunto se nota en el hecho de que inmediatamente dio la orden de
búsqueda de dicho documento. Esta se inició donde había
sido sugerida: en la casa de
los archivos... allí en Babilonia, donde se guardaban los
documentos más importantes de la nación, así como los tesoros.
Pero los documentos no se
encontraron en Babilonia, sino en Acmeta, una ciudad fortificada del imperio
persa en la provincia de Media (v. 2).
Los vv. 3–5 son bastante
similares a lo que los líderes judíos habían dicho a Tatnai en 5:13–15. Seguramente
ellos habían memorizado el decreto, o quizá tuviesen una copia del mismo, como parte
de las cosas que tenían en el templo (v. 5). Aquí se presenta el decreto relatado de manera más específica,
pero en esencia es lo mismo.
Las especificaciones y las dos
medidas que se registran en el v. 3 tienen que ver con el propósito del
edificio y el tamaño del mismo. Su uso era “ofrecer sacrificio, y los 60 codos de
su tamaño equivalían aproximadamente a 27 m.
El financiamiento de la
reconstrucción sería pagado por la casa del rey. Políticamente esta oferta era
un buen paso del rey, para congraciarse con los judíos, y así contar con su
lealtad, además de motivar gratitud para con el gobierno persa. Por otro lado,
pudiera pensarse que sería una especie de “indemnización” por los daños
causados en Jerusalén por los babilonios. Además el decreto contemplaba, la
devolución de los utensilios de oro y de plata de la casa de Dios, confiscados
cuando ésta fue destruida por los babilonios.
Los vv. 6–12 contienen el
edicto que Darío promulgó en respuesta a los oficiales del área judeo-palestina,
quienes le habían consultado sobre la construcción del templo en Jerusalén.
Darío simplemente confirma el edicto original de Ciro agregando alguna palabra
de sentencia para quien se opusiera a la obra de reconstrucción. La política de
congraciarse con los judíos, era la misma que había promovido Ciro al principio
de su dominio sobre Babilonia y otras naciones.
La orden “alejaos de allí”
(v. 6) lleva la idea de dejar en paz, de no estorbar. Esto se requería en la
obra a cargo del gobernador Zorobabel y de los ancianos de los judíos. La
reconstrucción del templo debía continuar y se llevaría a cabo en su lugar; es
decir, donde originalmente había existido (v. 7).
Los vv. 8–10 contienen
acciones directas del rey de Persia, para ayudar en la reconstrucción de la casa
de Dios:
a) Cubrir los salarios de los trabajadores (v. 8). El hecho de que
lo hicieran puntualmente ayudaría para que la obra avanzara sin ningún
contratiempo. Estos gastos saldrían de los mismos tributos que los oficiales
persas colectaran de “Más Allá del Río”, el territorio al oeste del Éufrates,
del cual la región judeo-palestina era parte.
b) Proveer lo que sea necesario... para los holocaustos al Dios de
los cielos (v. 9). Esto incluía tanto los animales para los sacrificios diarios
como otros elementos (trigo, sal, vino y aceite) necesarios para las diversas
ofrendas que se ofrecían a Dios, solicitados por los sacerdotes.
El rey no sólo buscaba el
apoyo moral de la raza judía (lealtad) sino también la intercesión ante Dios
(el Dios de los judíos) a favor del imperio persa personalizado en el rey y sus
descendientes (v. 10). Más que un rey convertido, se observa la influencia de
los judíos, que habían servido en puestos de importancia, en las cortes
babilónica y persa. Es probable que Esdras estuvo presente en la redacción de
este documento.
La parte final del edicto de
Darío contiene la “sentencia” para cualquiera que alterara este decreto. El
castigo sería quitar una viga de la casa del violador del edicto y ser “colgado
en ella” (v. 11). Algunas interpretan
esta acción como el simple acto de ahorcar a la persona de una de las vigas de
su casa.
Pero la idea que transmite
el texto original es de una acción mucho más cruel. El cuerpo de la persona sería
atravesado con la misma viga que se removía y después se colocaría nuevamente en su lugar. La casa de la víctima sería
abandonada, destruida y convertida en un
montón de escombros.
La otra parte de la
“sentencia” era una especie de maldición, esperando que Dios actuara en contra
de cualquier rey o pueblo que osara abolir el edicto con el propósito de
destruir esa casa de Dios que estaba en Jerusalén (v. 12). El rey esperaba que
sus oficiales cuidaran el cumplimiento de su edicto y la completa
reconstrucción del templo de Dios en Jerusalén.
El cumplimiento de la orden
real no se hizo esperar. Tan pronto como los emisarios del rey recibieron la respuesta
a su misiva (5:7–17), actuaron con diligencia, conforme había mandado el rey
Darío (v. 13).
Por su parte, los líderes de
los judíos habían continuado edificando y progresando en la reconstrucción (v.
14). Recordemos que ellos no habían cesado de trabajar (5:5). Esdras deja
establecido la influencia que el ministerio profético de Hageo y Zacarías había
tenido sobre todo esto. Estos profetas de Dios no proclamaron ni dieron
“órdenes” sobre qué hacer o cómo llevar a cabo la reconstrucción del templo,
pero sí “inspiraron” a la gente a hacerlo. El crédito que recibe aquí
Artajerjes, como uno de los reyes que favorecieron la reconstrucción del templo
está fuera de contexto. Su participación estuvo vinculada con la reconstrucción
de los muros de la ciudad, durante el ministerio de Nehemías.
La obra llegó a su término (v.
15). Desde un punto de vista religioso y teológico, todo se llevó a cabo por
mandato del Dios de Israel. Ahora el pueblo judío podía comprobar y proclamar
la soberanía de Dios sobre toda nación, rey y raza.
Habiendo finalizado la
reconstrucción de la casa de Dios, dice el texto bíblico que el pueblo la
dedicó (v. 16). Los participantes fueron todos los hijos de Israel. Esta frase,
hace referencia no sólo de las tribus de Judá y Benjamín, sino también las diez
tribus del norte conquistadas por los asirios en el 722 a. C.
Los sacerdotes y los levitas
tuvieron participación central en esta celebración, al ofrecer los sacrificios
ante Dios. La actitud y el espíritu con que se llevó a cabo esta dedicación está reflejado en la
frase “celebraron con gozo". Lo cual se corrobora con el número de sacrificios
ofrecidos (vv. 17-18).
Comparando la fecha del v.
15 (Adar, febrero-marzo) y el v. 19 (Nisan, marzo-abril), se nota que no había
pasado mucho tiempo después de la dedicación del templo, cuando llegó la
ocasión para celebrar la fiesta de la Pascua, ahora el pueblo de Dios tenía un
lugar donde celebrar esta fiesta. Esta celebración fue un acto exclusivo, sólo
para los que habían regresado del cautiverio.
Ya los sacerdotes y los
levitas se habían purificado (v. 20). El ritual incluía un poco más que el
simple acto de limpiarse (lavarse) con agua de ciertas contaminaciones. Parte
de este acto purificador era la dedicación de los sacerdotes. El significado de
esta purificación transmite la idea de que los levitas asistieron a los
sacerdotes en la ceremonia expiatoria, aunque esta no era su labor.
En el v. 21 afirma quienes participaron
en esta Pascua. Todos los que se habían adherido a los judíos pudieron comer de
la cena pascual. La condición principal era que se hubieran apartado de la
inmundicia de las naciones. Este “apartarse” significaba abandonar prácticas
idólatras y las inmoralidades que los rituales a esos dioses promovían.
El motivo de la celebración
no necesita explicación: Jehová les había dado alegría. Además, Dios había
predispuesto hacía ellos el corazón del rey de Asiria. El “rey de Asiria” debe
entenderse como otro título para el rey de Persia, ya que para entonces los
asirios también estaban bajo el dominio persa. La ayuda y provisiones que los
reyes persas, particularmente Ciro y Darío, brindaron a los judíos, hizo que
ellos pudieran terminar el templo.
El libro de Ester pertenece
a este intervalo de cincuenta y nueve años entre la finalización del templo (516
a.C.) bajo Zorobabel y el segundo retorno (458 a.C.) bajo Esdras, da un indicio
sobre este período.
Esdras señaló cuidadosamente
que la reconstrucción del templo había sido ordenada primero por Dios y luego
por los reyes, quienes eran sus instrumentos. Toda la oposición fue detenida
por una cláusula en un documento legal. La voluntad de Dios es suprema sobre
toda autoridad, todo suceso histórico y toda fuerza hostil. Él nos puede
liberar en maneras que ni imaginamos. Si confiamos en su poder y en su amor, no
seremos disuadidos por ninguna oposición.
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