1Timoteo 2

Enseñanzas sobre la adoración

1Ti 2:1 Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; 

Recordemos que  las epístolas pastorales son cartas personales que Pablo escribió a dos de sus colaboradores, Tito y Timoteo. Sin embargo, al escribir sobre las tareas de estos ministros cristianos, su contenido anexa enseñanzas para las iglesias mismas. En este capítulo, el Apóstol aborda el tema de la adoración.

Con el mismo énfasis con el que Timoteo debía combatir las doctrinas y las prácticas equivocadas, también debía enseñar sobre una adecuada adoración a Dios.

Por una parte, debe entenderse adecuadamente el concepto de adoración. Hay quienes usan este término para referirse al período de canto en el culto congregacional. Otros lo utilizan para referirse a los cantos que tienen una música suave, mientras que utilizan el término “alabanza” para los cantos con música alegre. Todo esto, según la costumbre de los cultos en las diferentes congregaciones.

De acuerdo con la enseñanza bíblica, la adoración consiste en una adecuada relación con Dios. Esta relación tiene su aspecto personal e involucra todos los aspectos de la vida del creyente, por tanto tiene que ver con un estilo de vida. De esta forma, una persona adora a Dios cuando le reconoce como su Señor y vive para honrarlo y servirle. Existe también el aspecto colectivo de la adoración. En este caso,  los creyentes se unen para rendir culto a Dios, no solo en el canto o la música, sino en todos los elementos que se involucran en el culto congregacional.  

Ante esta introducción del tema, en este capítulo se confirma el interés de Pablo en tratar el tema de una adecuada adoración, manifiesta en una correcta relación con Dios.

El Apóstol inicia con el verbo exhortar (v. 1) que tiene un sentido de urgencia. Luego añade que su exhortación tiene que ver ante todo con la vida de oración de la iglesia. Pablo estaba diciendo: “Les animo con urgencia a que den prioridad a su relación con Dios a través de la oración”. Al analizar esta expresión se puede ver la profunda enseñanza de que la iglesia es en esencia una comunidad de adoradores, cuya principal razón de ser es la adoración a Dios. Muchos creyentes consideran que la principal tarea de la iglesia es la evangelización y las misiones. Sin embargo, se debe declarar que la adoración es su tarea primordial y debe preceder al evangelismo y las misiones.

Seguidamente el apóstol establece algunas referencias de los motivos de las oraciones. Debido a que hay tantos dirigentes políticos poderosos e influyentes que son hostiles a Dios, ellos se convierten con frecuencia en blanco de animosidades y amargura. No obstante, Pablo urge a los creyentes para que oren en el sentido que estos líderes se arrepientan de sus pecados y se acojan al evangelio, lo cual significaba que los efesios debían orar incluso por la salvación del emperador romano Nerón, un blasfemo cruel y perseguidor vil de la fe (v. 2).

La razón detrás de la exhortación de los primeros dos versículos es que tal actividad y tal estado son buenos y agradables a Dios; es lo que él quiere para su pueblo y para el mundo, pues desea la salvación de todos (v. 3).

Después de que el Apóstol describe las personas que han de ser el objeto de la oración cristiana, así como el propósito y las razones de dicha oración, entonces detalla  el objeto de estas oraciones, que son todos los hombres (v. 4). La palabra griega que se traduce "quiere" no es la expresión habitual para aludir a la voluntad de Dios en cuanto a su decreto o propósito eterno, sino a la voluntad o el deseo íntimo de Dios. Existe una diferencia entre el deseo de Dios y el propósito eterno de salvación que debe trascender sus deseos. Dios no quiere que los hombres pequen.

Él aborrece el pecado con todo su ser y en consecuencia aborrece sus consecuencias. Dios no quiere que las personas sean malvadas para siempre y existan en remordimiento eterno, pero a fin de manifestar su propia gloria, "mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción" para el cumplimiento supremo de su voluntad (Ro.9:22).

Jesucristo hombre es literalmente " Jesucristo hombre"(v. 5). El Apóstol no niega la divinidad de Jesús; sino  la afirma al relacionarlo con el Padre (1Ti.1:2). Aquí señala el carácter único de Cristo como el Dios humanado. Un intermediario representa igualmente a las dos partes entre las cuales se interpone. Solo un Dios-hombre puede mediar perfectamente entre Dios y los seres humanos. (v. 6)

La comisión divina de Pablo se basaba en las verdades descritas en los vv. 3-6. La palabra predicador describe la función de un "heraldo", "pregonero" o "vocero público" (v. 7). Pablo era un enviado de Dios con la responsabilidad de anunciar en público el evangelio de Cristo.  Este encargo apostólico demuestra el alcance universal del evangelio. El hecho de que Pablo considerara necesario hacer esta distinción, muestra que el problema que enfrentaba era contra el exclusivismo judío, que había malogrado el interés de los efesios en orar por la salvación de los gentiles.

En los vv. 8–15, el apóstol da algunas instrucciones para hombres y mujeres en la adoración.  El Apóstol aborda el tema sobre la manera adecuada en que cada creyente, hombre o mujer, debe adorar. Enfatiza el hecho de que la adoración, al ser la correcta e íntima relación con Dios, tiene que ver con la vida interna o espiritual de las personas. Sin embargo, al ser una realidad integral, la verdadera adoración que se experimente interiormente deberá evidenciarse en la conducta exterior o estilo de vida de los creyentes.

Pablo retoma el tema de la oración y especifica algunas instrucciones para los varones. Establece que oren en todo lugar (v. 8). En el contexto  Pablo indica que el propósito y obra de Dios es para todos los seres humanos y que se debe orar por todos, en todo lugar,  refiriendo  a la vida de oración integral, tanto privada como pública.

En el contexto en el cual se escribe esta carta, las mujeres que tenían una  posición acomodada vivían con un lujo extravagante y exhibicionista. Usaban peinados, adornos, joyas y vestidos caros y muy llamativos de una manera presuntuosa, buscando atraer toda la atención sobre su apariencia externa. Por tanto, la recomendación a las creyentes era procurar una apariencia apropiada en lo externo y congruente con su vida espiritual interior (v. 9). Este principio se aplica a los cristianos de ambos sexos, de todo tiempo y toda cultura.

Las mujeres que se habían comprometido en público a procurar la piedad, deberían respaldar esa afirmación no solo con sus actitudes, vestimenta o  un buen aspecto personal, sino por medio de una conducta justa (v. 10).

Todo esto confirma  que en la reunión congregacional, la oración debe reunir ciertas cualidades. Se debe orar levantando manos piadosas, no haciendo referencia ni a una posición del cuerpo, ni a una limpieza literal de las manos. El énfasis no está en la postura, sino en una actitud de adoración, no en el aseo físico sino en una vida que actúa con santidad. También se indica que la oración debe hacerse sin ira ni discusión, lo que hace pensar que la persona que ora debe vivir en amor y paz. Esto significa que las oraciones de los cristianos tienen como requisito previo la reconciliación y la sinceridad.

Como se observa, estas instrucciones presentan principios aplicables para todo creyente, pero por alguna razón el Apóstol da estas instrucciones específicamente a los varones. Sin embargo, esto no significa que está prohibiendo que las mujeres participen en la oración pública.  

Algunos interpretan que estas instrucciones limitan la participación de las mujeres en el ministerio cristiano. Sin embargo, Pablo no enseña contra la participación activa de las mujeres en la vida de la iglesia, sino que aclara los roles dados por Dios a hombres y mujeres. Las mujeres casadas no solo deben someterse a sus maridos sino que la sumisión es reconocer el orden divino tanto en el hogar, como en la iglesia y la sociedad.

Todos debemos someternos a Dios y su Palabra, como una actitud clave para el crecimiento espiritual. El problema no es que la mujer ejerza sus dones espirituales en la iglesia, sino que cualquier persona (hombre o mujer) actúe dominante o autoritativamente, en vez de practicar la sumisión mutua (vv. 11-15).

Por eso la última de las instrucciones del Apóstol en esta sección ha sido la más controversial y la que presenta más dificultades para interpretarse.

Recordemos que entre las falsas doctrinas presentes en Éfeso, posiblemente como parte de un creciente gnosticismo, se desarrollaron mitos de que Eva fue la creadora de Adán, y también la práctica que prohibía el matrimonio y criar hijos. Esto explicaría todas las instrucciones de Pablo como perfectamente oportunas para ese contexto.

El papel subordinado de la mujer no fue resultado de la caída ni una corrupción del diseño perfecto de Dios. El hecho es que Dios estableció las funciones de la mujer como parte de su creación original. Dios hizo a la mujer de conformidad con el hombre para que fuera su ayuda idónea. Incluso la caída  afirma el plan divino de la creación. Por naturaleza, Eva no fue diseñada para asumir la posición de máxima responsabilidad.

Al abandonar la protección de Adán y usurpar su liderazgo como cabeza designada por Dios, ella quedó vulnerable y cayó, lo cual confirma cuán importante era que permaneciera bajo la protección y el liderazgo de su esposo. Después Adán transgredió su liderazgo al seguir a Eva en su pecado, y así hundió a la raza humana en la pecaminosidad. En este sentido, la caída puede definirse como la violación deliberada de las funciones planificadas y asignadas por Dios a cada uno de los géneros.

Si decimos que Pablo estaba culturalmente condicionado, de tal modo que si él estuviera escribiendo hoy enfatizaría sólo la igualdad de los sexos, hacemos que la revelación de Dios dependa de las modas que cambian año a año. Y ¿Quién puede decir lo que Pablo escribiría si estuviera aquí hoy? Si, por otro lado, insistimos en una precisa aplicación de cada característica de las prácticas del primer siglo, corremos el riesgo de ser irrelevantes a la vida moderna de hoy. 

Nuestra tarea es cuidadosamente discernir los principios bíblicos que no cambian y aplicarlos con sentido a nuestra situación presente, teniendo en cuenta que es mejor, se cuestionado, que ser desobediente al propósito amoroso de Dios.

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