Zacarías 13
Arrepentimiento y restauración
Zac 13:1 En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia.
Conectado
con el final del capítulo anterior. El pueblo que se lamentaba aquí sería consolado.
La expresión en “aquel día” que se expresa en los vv. 1-2 y 4, une estos capítulos.
Después del genuino arrepentimiento las mismas personas de nuevo (12:7; 10)
serán purificadas del pecado y las iniquidades y, así, estarán aptas para estar
en la presencia del Señor. Esta restauración no será únicamente material; también experimentarán un cambio espiritual.
En
aquel día, el día esperado, el día de Jehová, sucederán cosas maravillosas. El
pecado y la impureza serán erradicados por un manantial que brotará de la casa
de David, de la descendencia del mismo rey David, para limpiar la ciudad de
Jerusalén a fin de presentársela a Dios, como una esposa sin manchas ni arrugas
(v. 1). Es el dulce mensaje del evangelio que trae perdón a todo aquel que se
acerca al manantial de vida eterna que es Cristo Jesús.
El
pueblo se había alejado de Dios por dos razones poderosas que tenían que ser
eliminadas de raíz: la idolatría y los falsos profetas que con sus mentiras
desviaban al pueblo (vv. 2-3). Los ídolos representaron una amenaza constante
para derrumbar la débil fe de los israelitas. El primer mandamiento señala que
la idolatría es una amenaza constante contra la relación del hombre con el
verdadero Dios. Los israelitas llegaron a una tierra pagana, llena de
idolatría, como vimos anteriormente acerca de los terafines o dioses
domésticos, y muchas veces fueron tras ellos para adorarlos.
Si
la idolatría siempre fue una amenaza exterior, la amenaza más destructora era
la influencia interna a través de los falsos profetas. Los profetas constituían
un grupo fuerte; eran profetas de profesión, se formaban en escuelas, y a sus
integrantes se les llamaba “hijos de profetas”.
La
eliminación de los profetas vendría por causa del incumplimiento del ministerio
que les fue encomendado; en vez de ser una bendición resultaban en una
maldición (v. 4-5). Para ganarse el favor del pueblo profetizaban lo que no les
había sido revelado, sino aquello que resultara agradable al oído. Sabían lo
que el rey quería oír, y se lo hacían oír.
En
los días del rey Acab, el profeta Micaías fue llamado para consultarle si
Jehová les daría la victoria. Cuatrocientos profetas oficiales habían
profetizado una victoria, pero Micaías profetizó la derrota y así sucedió: el
mismo rey Acab fue muerto en esa ocasión.
Sucederá
en aquel día que los profetas serán eliminados, como una clara referencia a la
eliminación del profetismo profesional falso en la era mesiánica. La desdicha
de los falsos profetas se reflejará en el aborrecimiento de los padres que,
fieles a Dios, no soportarán las mentiras de sus hijos; su amor por la verdad
estará por encima de la mentira.
Estos
falsos profetas se avergonzarán de su visión (v. 4); en vez de sentirse
privilegiados serán confundidos, de tal manera que ni ellos mismos creerán en
las visiones que perciban. Nunca más se sentirán honrados de tomar la vestidura
de profeta, negarán su oficio y tomarán el oficio de labrador (v. 5).
Los falsos profetas siguen proliferando por la fertilidad del campo. La carencia de proclamadores de la verdad ha dejado espacio suficiente para los falsificadores, falsos maestros que atentan contra las verdades eternas de Dios, enseñando beneficios temporales como sustitutos. La solución que ofrecen las corrientes modernas son temporales a un costo altísimo; la verdad de Dios es eterna y gratuita.
Los
vv. 7-9 son difíciles de explicar, porque no se sabe a qué pastor se están
refiriendo, ya sea al buen pastor o al mal pastor del cap. 11.
Dios
habló del Pastor verdadero, aquel Hombre poderoso a quien identifica como su
socio íntimo. Esta es una afirmación de la deidad de Cristo, igual a la de Dios
el Padre (Jn.1:1; 10:30; 14:9). En 11:17 el pastor inicuo debía ser herido,
pero ahora lo iba a ser, el Buen Pastor (12:10), cuya muerte había sido determinada
por Dios desde antes de la fundación del mundo (Is.53:10; Hch.2:23; 1Pe.1:18-20).
De la expresión “dispersadas las ovejas” Jesús mismo aplica esta profecía a los
discípulos que lo abandonaron después de su arresto (Mt.26:56).
Al
igual que "los pobres del rebaño" (11:7), esta es una referencia al
remanente de creyentes entre los judíos, quienes fueron fieles al Mesías
después de su crucifixión. Que la mano de Dios se volviera en
"contra" de ellos podría significar que sufrirían persecución, tal
como sucedió (Jn15:18; 16:2; Stg.1:1), al inicio de la iglesia primitiva, donde
también se hace referencia a la protección de los fieles por parte de Dios.
El
v. 8 afirma que solo una porción del pueblo de Israel permanecerá fiel a Cristo
y estará con vida al final de todo. Los sobrevivientes espirituales conformarán
el remanente que mirará a Cristo con arrepentimiento en su venida (12:10-14).
Ellos serán las ovejas en el juicio de las ovejas y los cabritos tras el
regreso de Cristo, y que entrarán con vida al reino
El
papel del remanente en el plan de Dios será tan privilegiado que para su
realización necesitará de una purificación, será sometido a una purificación
como el oro o la plata para verificar su grado de pureza. La santidad siempre
ha sido una de las demandas del Dios Santo, y si el pueblo ha de adorar a Dios
deberá hacerlo en santidad. Luego de la prueba, ellos podrán elevar sus voces
de clamor e invocarán el nombre de Jehová, y Jehová desde su trono responderá
(v. 9).
El
plan de Dios para la humanidad ha sido el mismo: que los pueblos todos
reconozcan la unicidad de Dios, sujetándose a su señorío. Dios con satisfacción
los llamará pueblo mío.
El
hombre fue creado para adorar a Dios; en vez de ello, se envaneció, queriendo
ser igual a Dios; se hundió en el pecado con una mente reprobada y con
actitudes que están en total rebeldía contra el Creador. El castigo lo recibirá
por su maldad. Solo en la cruz del Calvario, donde la sangre del Cordero de
Dios se derramó para eterna redención, la humanidad encontrará consuelo, y el
plan de Dios se cumplirá a cabalidad. Entonces el redimido alzará su voz con
júbilo y proclamará la gloria de Dios.
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