2 Tesalonicenses 2

La venida del Señor

 


2Ts 2:2  que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca.

En su 1era carta a los tesalonicenses, Pablo aseguro a todos los creyentes que ellos serían arrebatados para encontrarse con el Señor en el aire y allí estarían con el Señor para siempre. Ese acontecimiento los libraría de la ira venidera de Dios (1Ts.1:10; 5:9-10). Pero ahora los falsos maestros estaban enseñando que el día del Señor ya había comenzado y que la ira final de Dios se estaba derramando sobre la tierra.

El apóstol inicia con una advertencia (v. 1) “Os rogamos, hermanos”. Esta fue su respuesta doctrinal, y debe ser repetida el día de hoy. Pablo tomó como tema central de esta carta la segunda Venida de Cristo. Las primeras enseñanzas acerca del futuro desarrolladas por el apóstol, permitió que los creyentes de tesalónica entendieran los conceptos y vocablos apocalípticos  de la venida de Cristo, que deberían servir al creyente actual que se expone a muchos enigmas, lagunas y preguntas difíciles de responder.

Era evidente que la confusión en la iglesia de  Tesalónica, radicaba en la respuesta a la pregunta ¿Cuándo será el tiempo de la venida del nuestro Señor Jesucristo? No obstante, en el v. 1 Pablo agrega la expresión “nuestra reunión con él”, que transmite la noción de que todos los creyentes se juntarán para estar con el Señor Jesús, una referencia obvia al arrebatamiento de la Iglesia que se describe en 1Ts.4:13-18.

Las expresiones “Nos dejéis mover… ni os conturbéis”, describen el estado de agitación y alarma que se había apoderado de la iglesia. Estaban perturbados en gran manera porque habían esperado que la llegada del rapto y su reunión final con el Señor, tuviera lugar antes del día del Señor. Tenían previsto ser llevados a la gloria y al descanso celestial, no dejados en la tierra para sufrir la persecución y la ira divina.

Pablo les había enseñado que no estarían presentes en el día del Señor (1Ts.5:2-5), pero ellos se habían confundido por la persecución que experimentaban en aquel tiempo, y creyeron que ya estaban justo en medio del día del Señor. Este error había sido reforzado por algunos mensajes que recibieron de algún profeta falso, quien había afirmado haber recibido una supuesta revelación divina. El efecto poderoso pero dañino de esta información falsa se obtenía al afirmar que provenía del apóstol Pablo cuando dice "como si fuera nuestra" (v. 2).

La idea de que el día del Señor ya había venido entraba en conflicto con lo que Pablo les había enseñado antes acerca del arrebatamiento. Este error que tanto trastornó a los tesalonicenses es lo que Pablo corrigió en los vv.3-12, donde mostró que el día no había llegado y no podía llegar hasta que ciertas realidades tuvieran lugar, en especial lo referente al "hombre de pecado" (v. 3).

El día del Señor no puede venir hasta que suceda la apostasía (abandono deliberado de una profesión de fe). Este término se usaba para aludir a una rebelión militar, política o religiosa. El contexto apunta a una deserción religiosa, que el apóstol describe de forma detallada en el v. 4. Esta apostasía es un suceso específico que será consumado con implicaciones definitivas al final de los tiempos. La clave para identificar este suceso, se centra en identificar a su personaje principal, llamado "el hombre de pecado". Es el mismo hombre que se describe como "un príncipe que ha de venir" (Dn.9:26) y el "cuerno pequeño" (Dn.7:8), a quien Juan llama "la bestia" (Apo.13:2-10) y el anticristo. La apostasía se manifestará cuando la abominación desoladora se presente a la mitad de la tribulación y de la cual habla Dn.9:27; Dn.11:31 y Mt.24:15.

Pablo se refiere al acto que revela al anticristo y fija el curso para los acontecimientos que darán paso al día del Señor. Este personaje se exalta a sí mismo y se opone a Dios con su entrada blasfema en el templo, el lugar para la adoración exclusiva a Dios, y al declararse a sí mismo como Dios y exigir la adoración del todo el mundo (v. 4). Durante los primeros tres años y medio de la tribulación mantiene relaciones con Israel pero las interrumpe después (Dn.9:27) y durante los últimos tres años y medio tiene lugar la gran tribulación bajo su mandato (Dn.7:25; Dn.11:36-39; Mt.24:15-21; Apo.13:1-8), la cual culmina con el día del Señor.

Es seguro que ellos recordaban las enseñanzas de Pablo estando todavía con ellos (v. 5), pero él reitera que hay algo que, detiene al hombre de iniquidad (v. 6). El poder que impide a Satanás traer la apostasía final y la manifestación de su falso cristo a quien posee por completo, debe ser divino y sobrenatural. Tiene que ser el poder de Dios que interviene de forma directa para frenar a Satanás para que el hombre de pecado o hijo de destrucción no pueda venir hasta que Dios lo permita al quitar de en medio el poder que lo detiene.

Todos sabemos que ya está obrando el misterio de la iniquidad (v. 7). Este espíritu de iniquidad se define como un misterio que no se revelará por completo, como lo será en aquel que se opone a Dios con tanta perfidia que asume de manera blasfema el lugar de Dios mismo sobre la tierra, el cual ha sido reservado para su Hijo Jesucristo. El espíritu de ese hombre ya está operando en el mundo (1Jn.2:18), pero el hombre en quien se manifieste a plenitud ese espíritu, todavía no ha llegado. El impedimento quedará en su lugar hasta que el anticristo sea revelado, en el punto medio de la tribulación de siete años, por lo cual le quedarán cuarenta y dos meses para reinar (Dn.7:25; Apo.13:5).

Pero este hijo de perdición morirá por la mano de Dios (v. 8; Dn.7:26; Apo.17:11) y este hombre al lado del falso profeta, serán lanzados vivos en el lago de fuego que arde con azufre, donde quedarán separados de Dios por la eternidad. (Apo.19:20; Apo.20:10). Esto ocurrirá cuando aparezca el Señor para juzgar todas las fuerzas de Satanás y establecer su reino milenario (Apo.19:11-21).

Este ser diabólico realizará actos portentosos que usará como evidencia del poder sobrenatural que posee. Todos los aspectos de su operación serán engañosos y su estrategia será seducir al mundo para que lo adore y sea así condenado (v. 9). Desgraciadamente, muchos de los que perecerán, por cuanto no recibieron el amor de la verdad seguirán el engaño de injusticia, proclamado por el inicuo enviado por Satanás. Esto resultará en la destrucción de los que perecen y no en ser salvos (v. 10).

Las personas que prefieren amar el pecado y las mentiras en lugar del evangelio serán recompensadas con severidad por medio del castigo divino, como sucede a todos los pecadores. Dios mismo enviará juicio que asegurará su destino a través de una influencia engañosa para que continúen creyendo en lo que es falso. Aceptan el mal como algo bueno y las mentiras como la verdad. De este modo, Dios utiliza a Satanás y al anticristo como sus instrumentos de juicio (vv.11-12).

Así como hay elementos específicos en el carácter del anticristo (vv. 10-12), los salvos tienen ciertas características propias. En los vv. 13-14 Pablo hace un recorrido rápido por los elementos característicos de la salvación al notar que los creyentes son "amados por el Señor", escogidos para salvación desde la eternidad pasada (Apo.13:8; Apo.17:8), apartados del pecado por el Espíritu y llamados a la gloria eterna que consiste en participar de "la gloria de nuestro Señor Jesucristo". El objetivo principal de Pablo era recordarles que no era necesario angustiarse o inquietarse (v. 2) con la idea equivocada de que se habían perdido el arrebatamiento y que ya estaban en el juicio del día del Señor. Lo cierto es que estaban destinados para la gloria y no para el juicio, por eso no quedarían incluidos entre los engañados y juzgados en aquel día.

En el v. 15 Pablo les hace una exhortación directa a retener la respuesta correcta a las grandes verdades sobre las cuales les acababa de escribir. En lugar de agitación deberían experimentar fortalecimiento y firmeza en su vida cristiana. En lugar de aceptar enseñanzas falsas deberían adherirse con fidelidad absoluta a la verdad. En los vv. 16-17 Pablo inserta una súplica en medio de sus exhortaciones, orando que Jesucristo y el Padre Dios anime vuestros corazones y os confirme en toda obra y palabra buena.

La enseñanza de Pablo en este capítulo nos advierte que el fin no está tan cerca como a veces pensamos, sino nos anima a permanecer firmes a pesar de los eventos terribles por venir. Su mensaje sigue siendo, que no debemos estar interesados en identificar las “señales del fin”, sino de estar alertas a los asuntos espirituales que conducen en tiempos de persecución y tentación a abandonar la fe en el Señor y en su venida.

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