2 Tesalonicenses 1

Consuelo en la aflicción

2Ts 1:1  Pablo, Silvano y Timoteo, a la congregación de los tesalonicenses que están en Dios nuestro Padre y en nuestro Señor Jesucristo.

La mayoría de las cartas escritas por Pablo  comenzaban con un saludo personal dirigido a los destinatarios. En esta ocasión se le unen Silas y Timoteo, como una muestra de la unidad de su servicio a la iglesia en Tesalónica. Esta fuerte unión se subraya los vv. 1-2 anexando la expresión “Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” como la fuente de gracia y paz.  La unidad entre ellos se basaba en la unidad del Padre y su Hijo. Estas expresiones seguidas al saludo reflejan el propósito de Pablo en fomentar la unidad entre los tesalonicenses, ya que había divisiones personales y diferencias doctrinales entre ellos (2:1–4; 3:6, 14).

En el v. 3 la expresión “Dar gracias a Dios por sus hermanos y hermanas” parece un deber que Pablo cumple con regocijo. Esas gracias eran el resultado de la acción del evangelio en la vida de la comunidad tesalonicense, que mostraba crecimiento en la fe y abundancia del amor entre quienes seguían al Señor.

Este crecimiento en fe y amor se hizo evidente, en la paciencia y la fidelidad con la que soportaron la persecución y el hostigamiento por parte de los enemigos de Cristo (v. 4). Aunque no había necesidad de decir algo al respecto, dado que cada uno de ellos hablaba con su forma de vida; el gozo de Pablo rebosó ante el Señor por la perseverancia que demostraron.

Seguidamente, Pablo explica los resultados de su sufrimiento. En primer lugar, muestra evidencia del justo juicio de Dios (v. 5). Es decir, el Dios justo señalaba la injusticia de los enemigos de la iglesia de Tesalónica, al hacer crecer las aflicciones (v. 4) no justificadas de los creyentes. Sin embargo, la gracia de Dios acompañaba a los fieles al evangelio y utilizaba sus persecuciones para hacerlos dignos del reino de Dios.

Otro aspecto de esta acción de gracias era la recompensa del juicio de Dios en su venida  (vv. 6–10). Para Pablo, el justo juicio de Dios (v. 5) era como una espada de dos filos, condenando tanto como sanando. Por un lado, para Dios es justo retribuir con aflicción a los que afligen a los justos (v. 6). Para Pablo, la ira de Dios operaba “contra toda impiedad e injusticia de los hombres” (Ro. 1:18). Y por otro lado, es justo retribuir con reposo y descanso  a los que son afligidos (v. 7), porque Dios da “eterno consuelo y buena esperanza” (2:16) en todo tiempo.

Sin embargo, el justo juicio de Dios que se manifiesta actualmente será consumado en el futuro (vv. 7-8). Aunque Pablo tratará luego este tema (2:1–12), este anticipo lo define de la siguiente manera: “cuando el Señor Jesús … se manifieste desde el cielo con toda autoridad de juicio”. “Con sus poderosos ángeles para ejecutar la voluntad del Padre”.  “En llama de fuego”, con el mismo juicio que su bautismo abarcó durante su ministerio. Tal como Juan el Bautista había anunciado: “Él os bautizará en el Espíritu Santo y fuego” (Mt 3:11).

Los que sufrirían retribución en aquel día se describen claramente: “los que no han conocido a Dios”. Estos condenados no desconocen a la persona divina, sino que voluntariamente desprecian su existencia (Ro. 1:19–21). Asimismo los que no obedecen el evangelio de nuestro Señor Jesús al igual rechazan la revelación del Hijo de Dios (Ro. 10:16-17). ¿Qué castigo sufrirán ellos? La respuesta “eterna perdición” (v. 9). Desgraciadamente su posición de permanecer excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, se prolongará eternamente a causa de la decisión del Señor en el día del juicio.

Al contrario, el Señor será glorificado en sus santos y… admirado por todos los que creyeron (v. 10). Es decir, glorificado porque los santos testificarán que su fidelidad ha permanecido hasta aquel día por causa del poder de Cristo entre ellos y admirado por la certeza de “las abundantes riquezas de su gracia” que se  mostrarán  “en  las edades venideras” (Efe. 2:7). Todo lo que ellos han sufrido proclamando el nombre del Señor (1 Tes. 2:2, 14), tiene sentido, según Pablo, a la luz de las promesas futuras (Ro. 8:18; Fil. 3:7–11).

Esta acción de gracias que empieza con una oración (v. 3) concluye con otra (vv. 11-12). Esta oración se basa en la confianza futura de las recompensas en la venida de Cristo, mostrada en los vv. 6–10. Además, Pablo se enfoca en otros motivos de oración por los tesalonicenses. Pablo afirma “para que nuestro Dios os haga dignos de su llamamiento” (v. 11). En otras palabras, Pablo desea que ellos sean dignos del llamamiento de Dios, siendo fieles hasta la venida del Señor.

Esto solo se realizaría si ellos permitían que Dios cumpliera todo buen propósito y toda obra de fe con poder. Por encima de todo, Pablo desea que el nombre de nuestro Señor Jesús sea glorificado (v. 12) ahora en la iglesia, y que la iglesia sea glorificada en Él en el futuro. Este es el anhelo de la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.

Nuestro "llamamiento" de parte de Dios, como cristianos, es llegar a ser como Cristo. Este es un proceso gradual, para toda la vida y será completado cuando veamos a Cristo cara a cara. Ser "dignos de su llamamiento" significa querer hacer lo que es correcto y bueno. Todavía no somos perfectos, pero a medida que Dios trabaja en nosotros nos movemos en esa dirección.

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