Zacarías 1
Arrepentimiento y consuelo
Zac 1:3 Diles, pues: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Volveos a mí, dice Jehová de los ejércitos, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos.
Zacarías
comienza su ministerio con la declaración de haber recibido palabra de Jehová,
luego de 18 años de la llegada del pueblo de su cautiverio (v. 1). El profeta
posee una forma muy especial para introducir su mensaje a través de un llamado
a la reflexión: “Jehová se enojó en gran manera contra vuestros padres”(v. 2). En la
mente del pueblo estaban frescas todavía las escenas del cautiverio como
recordatorio del pecado de sus padres. Los padres sufrieron el castigo de sus
pecados porque defraudaron al Dios santo que siempre demandó santidad a su
pueblo. Zacarías presenta a Dios con un carácter santo, quien, a pesar
de amar a su pueblo, no tolera el pecado.
Después
de la reflexión, prosigue con un llamado al arrepentimiento: “Volveos a mí” (v.
3). Esta invitación fue usada también por el profeta Malaquías, y quizás era
una expresión muy común, pero no respondida. Esta acción posee una segunda
parte que es una promesa divina: “y yo me volveré a vosotros” (Stgo.4:8), como
una invitación con carácter universal y permanente. El llamado de Dios está
impregnado de amor y de restauración, y no hay otra persona más interesada en
el arrepentimiento que el mismo Dios. Su voluntad es que el hombre viva en
comunión con él. Sin embargo, el hombre
voluntariamente y con pleno conocimiento ha elegido vivir fuera de esa
comunión.
Por
eso ellos se volvieron y dijeron: “Como Jehová de los Ejércitos se propuso hacernos,
conforme a nuestros caminos y conforme a nuestras obras, así hizo con nosotros“(v.
6). El profeta señalaba dos actitudes distintas, la actitud de la mayoría,
quienes habiendo escuchado el llamado de Dios al arrepentimiento y no hicieron
por cambiar su actitud de rebeldía, mientras que en el v. 6 dice que se
volvieron. Esta última hace referencia al remanente, que luego de ver las
consecuencias del mal vivir de los demás, decidieron volver a Jehová.
Otro
elemento de este mensaje es la enseñanza de Zacarías sobre la permanencia de
los juicios del Señor contra la brevedad de la vida del ser humano, sea éste un
pecador arrepentido o no. Murieron los padres, también murieron los profetas,
pero sus profecías tuvieron fiel cumplimiento (v. 5).
Recordemos:
Dios no tolera el pecado. A pesar del amor de Dios por su creación él no puede,
por su santidad, soportar el pecado de su pueblo y de la humanidad. El enojo de
Dios está sobre el pecador. Por eso Dios llama a un verdadero arrepentimiento,
con la promesa que él también se volverá al pecador arrepentido. No olvidemos
que Dios afirma que su juicio es permanente. Todos los juicios enunciados por
medio de los profetas se cumplieron tal como habían sido anunciados, y aquellos
que faltan por cumplirse lo harán sin que falte ninguno.
Tres
meses después del llamado al arrepentimiento, el profeta tuvo una serie de
visiones aparentemente en la misma noche. La primera de esta serie de visiones,
que sucedieron una tras otra, tenía como finalidad levantar el ánimo del pueblo
judío para reedificar la casa de Dios (vv. 7-11).
La
primera visión contempla la salida de un hombre montado sobre un caballo rojo.
Detrás de él, había otros montados en caballos rojos, bayos y blancos. En esta visión
apocalíptica (Apoc. 6); el caballo era símbolo de poder, y según el color el
significado se vuelve más intenso. El caballo rojo es símbolo de guerra,
sangre, venganza y victoria. Isaías 63 nos ilustra muy bien el uso del color
rojo; Allí representa a Jehová que regresaba de Edom con vestidura enrojecida; salpicada
con sangre de sus enemigos vencidos; había hecho justicia con su pueblo
castigando a sus opresores. Con esto en mente, el jinete del caballo rojo es un
jinete guerrero y victorioso, que podemos identificar como el mismo ángel de
Jehová.
Varios
significados se le han asignado al color de cada caballo, y no hay unanimidad
de criterios. Pero se puede adoptar una interpretación como la que sigue: Los
caballos bayos, de un blanco amarillento, indican confusión e inestabilidad. En
Apoc. 6:7, el caballo pálido estaba montado por la muerte misma. La presencia
de los caballos blancos que simbolizan un período de tranquilidad; eran usados
por los ejércitos victoriosos para anunciar períodos de paz que venían después
de una guerra.
Con
estos tres colores de caballos podemos concluir que Dios estaba dando un
mensaje de fortaleza, infundiendo ánimo en su pueblo, asegurándoles que él, a
través de su ángel, seguía de cerca los acontecimientos históricos. El Dios
soberano y justo había salido, pero no en son de paz. Estaba explorando a los
enemigos de Israel, que aparentemente estaban viviendo un momento de
tranquilidad y de reposo. Ese reposo seria momentáneo; el Dios guerrero y
victorioso se levantaría contra ellos y los aplastaría con su poder. Luego
vendría la confusión y la muerte sobre estos pueblos que abusaron del pueblo
escogido de Dios. Jehová demostrando que su brazo es fuerte para salvar a su
pueblo, para obrar con justicia sobre los pueblos que habían oprimido a Israel,
lograr la victoria y establecer la paz nacional.
En
los vv. 12-17 se presenta un informe desalentador de los exploradores, desde
una perspectiva humana. Ellos informaron que toda la tierra que habían
recorrido estaba reposada y tranquila. Este panorama resultaba muy deprimente
para el pueblo de Israel, que estaba esperando ansioso la venganza contra sus
enemigos.
El
ángel de Jehová pregunta hasta cuándo habrá de durar el período de prueba, o de
castigo para el pueblo. No es que el pueblo continuara todavía bajo cautiverio,
pero la restauración no se había completado todavía. Reconstruir el templo, el
muro y las casas exigía un doble esfuerzo, una entrega total a la restauración.
El pueblo estaba desanimado porque Dios aparentemente se había olvidado de
ellos. Fueron 70 años de duro castigo. Ellos que siempre habían disfrutado de
la piedad y de las misericordias de Dios, ahora están en la ruina. La tarea de
reconstrucción no era fácil para un país agobiado por problemas internos, con
una mala economía que apenas les permitía subsistir, y con problemas externos
como los enemigos que rodeaban a esta nación. Todo esto dificultaba grandemente
la reconstrucción.
La
visión presenta una escena llena de vivacidad; es el mismo ángel de Jehová
quien le pregunta a Jehová de los ejércitos: …¿hasta cuándo no tendrás compasión
de Jerusalén y de las ciudades de Judá…? Y la respuesta viene en palabras
buenas y palabras de consuelo (v. 14).
El
v. 15 muestra que el motivo del enojo de Dios contra las naciones que estaban
en aparente reposo era el abuso de éstas al castigar a Israel. Dios utilizó a
los imperios babilónico, asirio y persa para castigar a su pueblo, pero no les
bastó conquistar a Jerusalén; se ensañaron contra los habitantes, la ciudad y
el templo. La injusticia y la crueldad con que actuaron eran motivos suficientes
para provocar la ira de Dios.
En
el v. 16 encontramos palabras de consuelo: …yo me he vuelto hacia Jerusalén con
compasión. No hay razón para seguir en estado de depresión. Ha llegado el
consuelo de Dios para satisfacer las necesidades más importantes de su pueblo,
así como las de toda la humanidad: la necesidad espiritual y la necesidad
material. El v. 17 concluye anunciando la abundancia para todas las ciudades de
Israel, sin excepción. Las bendiciones divinas harán rebosar nuevamente las
ciudades de Israel.
En
los vv. 18-21 se muestra la visión de los cuernos y los herreros del juicio.
Los cuernos simbolizan poder, autoridad y dominio. La pregunta es: ¿a qué
imperios se está refiriendo el profeta? La idea aceptada por los comentaristas
es que el número cuatro no hace referencia a imperios específicos, sino a la
idea de una realización completa, dando a entender que Israel fue destruida
completamente, desde los cuatro puntos cardinales.
Sin
embargo, también se podría identificar a cuatro posibles imperios que
dispersaron a Israel: el primero en nuestra lista sería el imperio asirio, que
en el año 722 a. C. conquistó Samaria, y con ello destruyó al pueblo de Israel.
El segundo sería Egipto, cuando el faraón Necao subió contra Asiria y el rey
Josías se le interpuso en el camino. Josías fue herido y murió posteriormente
en Jerusalén. Este fue un duro golpe en la historia del pueblo judío; Necao
puso como rey a Joacim, y obligó al pueblo a pagarle tributos, pero la aventura
de Necao no duró mucho tiempo, pues cayó en manos de Nabucodonosor en
Carquemis. El tercer cuerno sería el imperio babilónico con Nabucodonosor al
frente. Conquistó Jerusalén en el año 597 a.C. y se apoderó de los tesoros del
palacio real y del templo. El cuarto cuerno sería el imperio persa; aunque bajo
este imperio los judíos logran su aparente libertad, consiguen regresar a su
tierra y comenzar la reconstrucción.
La
visión de los cuatro herreros que en seguida le fueron presentados al profeta
podría representar la esperanza del pueblo judío, el consuelo que viene de un
Dios quien no había olvidado los sufrimientos de su pueblo. Representa a un
Dios que tiene el poder suficiente para defender a su pueblo que fue víctima de
humillación. Los cuatro herreros representan la reivindicación. También
representan la reconstrucción.
Cada uno de estos imperios fue cayendo a manos de otros, se fue debilitando hasta desaparecer en forma definitiva, mientras que el pueblo de Israel permaneció y floreció nuevamente en tiempo de los macabeos. Aun vemos al pueblo de Israel que conserva su identidad y su tierra.
Zacarías
nos pinta un mensaje consolador que se cumplió con la reconstrucción del templo
y la nación, aunque lamentablemente el templo nunca logró alcanzar el esplendor
que tuvo en el tiempo de Salomón, aunque su gloria fue mayor (Hag. 2:9). Sin
embargo, debemos recordar que el Señor siempre cumple sus promesas.
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