Hageo 2

Gloriosa intervención divina

Hag 2:9  La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos. 

Unos 50 días después del primer mensaje, Hageo hace llegar de nuevo la voz de Jehová al pueblo, siempre con sus líderes a la cabeza. Aunque la duración de las obras fue de cinco años, había quienes se extrañaban por el hecho de que las palabras para animar al pueblo tuvieron lugar solo por espacio de cuatro meses. Su modestia, comparada con el templo levantado por Salomón, destruido por los caldeos, entristecía sobre todo a los más viejos, que lo habían conocido en su gloria pasada.

El v. 1 determina el momento en que salieron estas palabras del profeta. Era el séptimo mes (Tisri – sep./oct.). El día 21 era la culminación de la fiesta de los Tabernáculos o fiesta de las Cabañas, que recordaba la peregrinación de los israelitas por el desierto tras la liberación de Egipto. También se recordaba la celebración de la cosecha del verano, momento donde se expresaba gratitud. Pero la cruda realidad era que el pueblo vivía sequía, escasas cosechas, como contraparte al carácter de la festividad.

En esa fecha Salomón también había inaugurado su templo,  ¿cómo evitar las comparaciones?. Por eso el pueblo necesita recibir mensajes de aliento, que los animará a proseguir los trabajos recién iniciados. Ahora se había suavizado el tono del mensaje. Su acento era más cálido. Ya no era “este pueblo”, sino el resto del pueblo (v. 2). La santa y justa ira divina se había tornado en un suave acercamiento a los repatriados.

Los vv. 3-4 se refieren a las personas que retornadas del exilio, habían conocido el primer templo. Dios no les oculta que lo estaban viendo resurgir de entre las ruinas del antiguo templo, era como nada delante de sus ojos.

En el v. 4 el profeta entiende que el desánimo puede nuevamente hacer presencia y detener de nuevo la obra. Es por eso que Zorobabel, Josué y todo el pueblo oyen de forma insistente: ¡Esfuérzate! Esas fueron las palabras que otro Josué, siglos antes, había escuchado de labios de Moisés (Jos. 1:7). El estímulo recibido debía haber dejado paso al trabajo. Ahora el mensaje no era para unos cuantos, era para todo el pueblo.

No hay razón para temer. Si Dios estuvo con su pueblo en las duras jornadas del desierto sin que les faltara nada (Deu.2:7), si la promesa de volverlos a su tierra se había cumplido puntualmente, ¿no estaría con ellos ahora que les tocaba reconstruir el templo?

Las palabras de Dios pronunciadas al final de la fiesta que conmemoraba la provisión de Dios durante las jornadas en el desierto (v. 5), ratificaron sus compromisos y sus promesas de pacto en el sentido de que su Espíritu estaría con ellos así como "cuando salisteis de Egipto" (1445 a.C.), y debieron ser motivo de gran ánimo y seguridad para el pueblo. Él no los había olvidado durante los últimos nueve siglos.

En el v. 6 hace mención a los eventos a desarrollarse en el final de los tiempos. Hacer templar los cuerpos celestes y las naciones es mucho más que la remoción de reinos y el establecimiento de otros, tal como ocurrió con la derrota de Persia por parte de Grecia. El texto alude al cataclismo universal que ocurrirá en el periodo de la gran tribulación, descrito en el libro de Apocalipsis, donde se presentará la subyugación de las naciones al Mesías, y el establecimiento de su reino que nunca jamás será destruido.

La expresión “llenaré de gloria esta casa” (v. 7) significa que todas las naciones vendrán con sus riquezas para el servicio del Señor. Podemos entender que el templo será lleno de gloria, ya que, al fin y al cabo, todos los metales preciosos pertenecen a Dios (v. 8). La escasez del momento de oro y otros metales seria suplida con creces. Dios mismo se ocupará de llenar de gloria ese templo. Esto les debió  haber producido un impacto favorable. Ellos pondrían manos a la obra, y Dios supliría los materiales que servirían de ornato. La gloria del templo que Dios anuncia será mayor que la del primero; lo dice el Señor (v. 9).

Los judíos veían el templo en Jerusalén como un solo templo que había existido en formas diferentes durante épocas diferentes. El templo reconstruido se consideraba una continuación del templo de Salomón (2:3). Sin embargo, la gloria escatológica del templo milenario, esto es, la casa postrera, superará en todo sentido la grandiosidad del templo de Salomón (la primera casa).

A partir del vv. 10-19 el profeta menciona su tercer mensaje, donde detalla la causas de sus desgracias y las promesas de bendición finales.

Habían pasado dos meses desde el segundo mensaje. Ahora se repetía otra vez, un proceder reprobable en el pueblo de Dios: ellos creían que las ceremonias religiosas podían sustituir las verdaderas exigencias divinas. Entonces Dios denuncia el impuro proceder del pueblo.

Usando figuras e ilustraciones bien conocidas por los sacerdotes, el profeta pone al descubierto el pecado del pueblo (vv. 10-14). Como una ilustración para el pueblo, el profeta formula dos preguntas a los sacerdotes en cuanto a la ley ceremonial. La primera pregunta tenía el propósito de mostrar que la limpieza ceremonial no podía se transferida (v. 12), mientras que la segunda pregunta mostraba que la impureza ceremonial sí podía ser transferida (v. 13). Hageo aplicó esta lección de inmediato. Aunque el pueblo había traído ofrendas mientras no prestó atención a la reconstrucción del templo, sus ofrendas no habían sido aceptables, su pecado había contaminado a sus ofrendas y estas perdieron toda eficacia. Además, sus buenas obras, representadas por sus ofrendas, no podían transmitir limpieza espiritual a ellos. En otras palabras, el pecado es contagioso pero la rectitud no lo es.

El Señor llamó al pueblo a que meditara de nuevo en su situación antes de reanudar la construcción del templo. En aquel tiempo los agricultores cosechaban mucho menos de lo que esperaban. (vv. 15-17) El profeta, por tanto, insiste en hablar de nuevo de las problemas sufridos en los productos de la tierra; obtenían mucho menos fruto del que esperaban recoger. Estas desgracias eran el juicio divino sobre ellos. En el v. 17 afirma “Pero a pesar de la dura prueba, no os habéis vuelto a mí”. En vez del arrepentimiento y un cambio de proceder, el pueblo había continuado en su actitud.

En los vv. 18-19 el profeta afirma que el concluir el templo traería bendición. Les invita a que reflexionen: si deciden trabajar, Dios les iba a dar prosperidad. Vendría la bendición cuando decidieran abandonar su pereza. Habían sido duramente castigados por Dios, pero su disciplina conduciría finalmente a la bendición. Aunque esa bendición ya era presente para Dios, las consecuencias de sus pecados pasados estaban todavía sintiéndose. A lo lejos ya se divisaban las primeras gotas de lluvia. Desde ese día Dios los bendeciría. En el granero había poco grano, y la época (diciembre) no era la de las cosechas. A pesar de todo, Dios cumpliría lo prometido: serían de nuevo bendecidos.

En los vv. 20-23 el profeta menciona el quinto mensaje dirigido a Zorobabel el gobernador de Judá (v .20), Vino el mismo día que el cuarto, y el profeta vuelve al tema de los vv. 6-9 y el reino milenario del Mesías. Una vez más, el mensaje describe el derrocamiento de los reinos del mundo y el establecimiento del reino mesiánico (Dan.2:44; Dan.7:27). Puesto que los sucesos predichos no tuvieron cumplimiento histórico en el AT, la promesa pertenece al linaje real a través del cual vendría el Mesías, y se adelanta al día final en el que el Mesías reinará sobre la tierra (Sal.2:1-12; Apo.19-20).

Epílogo

El templo, al fin, fue concluido en el 515 a. C.. Aunque insignificante, al lado del que se construyó bajo las órdenes de Salomón, éste reconstruido ejerció una influencia mayor que la de aquél en la vida de la nación judía. Allí llegaron peregrinos de todas partes, porque en el mismo se centralizaron todos los ritos y sacrificios. Vino a ser el centro neurálgico del pueblo, sintetizando y convergiendo en sí mismo todos los ideales del pueblo.

Jehová, el único Dios, manifiesta su gloria, y es aquí donde todas las naciones, al fin de los tiempos, vendrán a adorar. A todo esto contribuyó Hageo, un hombre con una verdadera vocación profética. En un tiempo de crisis fue obediente a su llamamiento, y con valor y perseverancia supo levantar el ánimo de un pueblo con sus dirigentes al frente.

El mensaje de Hageo para el pueblo buscaba que reorganizaran sus prioridades, ayudarlos para que dejaran de preocuparse y motivarlos para que construyeran el templo. Al igual que ellos, a menudo colocamos nuestra comodidad personal en una prioridad más alta que la obra de Dios y la verdadera adoración.

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