1 Tesalonicenses 4

El Arrebatamiento

1Ts 4:16-17  Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

Pablo en el v. 1, felicita a la iglesia por el reporte que le había llegado, indica que habían crecido adecuadamente. El comportarse viviendo una vida moralmente correcta no era una opción, Dios lo requiere así. Vivir de manera pura y santa son señales que identifican la vida cristiana. Los tesalonicenses recibieron la enseñanza de Pablo, y la pusieron en práctica. En pocas palabras, lo que Pablo había dicho es: “Aprendan cómo andar y agradar a Dios, andando como cristianos y siempre mejoren y progresen en la vida cristiana”.

Pablo les sugiere y recuerda, que vivan en buena conducta moral, agradando a Dios. Esto indica que, como dijo Cristo, no podemos servir a dos señores: A Dios y a Satanás; ni agradar a ambos. El mundo busca agradarse a sí mismo, vive mayormente con los valores de la naturaleza pecaminosa; mientras que los creyentes deben agradar a Dios viviendo en el Espíritu. Lo de este mundo es efímero; lo del Padre celestial es eterno. Los estilos de vida del mundo terminarán, pero el que vive en Cristo permanecerá eternamente.

La repetición es una característica del buen maestro y como tal, Pablo declara: ya sabéis las instrucciones que os dimos (v. 2). En la predicación les enseñó lo que debían hacer, y les recuerda que lo pongan en práctica.

Aunque para Pablo los hermanos andaban en el camino de Dios, ahora (v. 3) les informa que la santidad es la voluntad de Dios, les invita a abandonar la inmoralidad sexual. Este tema Pablo lo enseña en las congregaciones donde había una mayoría gentil. ¿Por qué este énfasis? Primero, porque los gentiles desconocían los valores de la santidad. Cuando aceptaron el cristianismo, les era difícil romper con los lazos de la inmoralidad.

En una sociedad en donde se han perdido los absolutos, la vida de santidad no es fácil de vivir, pero sí es el ideal de Cristo. Él dijo que si el hombre mira a una mujer para codiciarla, ya cometió el pecado. La santificación que aquí se trata es la pureza sexual. La santificación impone que uno deje o corte de raíz con la inmoralidad sexual.

El propósito de Pablo era que cada creyente en Tesalónica pudiera controlar su propio cuerpo en santificación y honor (v. 4). Cuando el matrimonio es puro y honorable, no es necesario invadir o destruir la santidad de otro hogar. Cuando un hombre se casa con una mujer en el espíritu de Cristo, persevera en un matrimonio limpio de toda impureza. Probablemente los tesalonicenses no sabían todo lo que envolvía el matrimonio cristiano. Posiblemente su cultura y tradiciones paganas en cuanto al matrimonio prevalecían. Un filósofo griego dijo: “tenemos prostitución para el placer, concubinas para las necesidades diarias del cuerpo, esposas para procrear hijos y para el cuidado fiel de nuestras casas”. Si esa era la filosofía pagana e inmoral que reinaba entre los creyentes a quienes Pablo escribió, como Apóstol hace bien en instruirles en cuanto al matrimonio y a la sexualidad.

Los tiempos no han cambiado, las tentaciones, la infidelidad, el sufrimiento cuando viene el divorcio y el trauma que invade la vida de hijos inocentes por la destrucción de un hogar. Hoy, los medios de comunicación en ocasiones publican, anuncian y comunican asuntos de la sexualidad humana en forma inmoral, asuntos que en el pasado eran lo más sagrados, y que parece que ahora ya no son importantes. Los valores de la familia, del padre, de la madre y de los hijos se han fragmentado terriblemente.

El v. 5 comienza diciendo que “No con bajas pasiones”, que enfatiza lo dicho previamente. Si los tesalonicenses abandonaron el paganismo con sus costumbres inmorales y dañinas, entonces esas bajas pasiones ya no debían existir. Los que no conocen a Dios rechazan la luz porque andan en tinieblas. Entregados a los deseos del mundo, son personas que escogieron tener una vida no acorde a la Palabra, fueron incrédulos y rechazaron a Dios.

El v. 6 dice: el Señor es el que toma venganza en todas estas cosas. Cuántas personas inocentes han sufrido por el atropello sexual de otra persona. Cuántos noviazgos, matrimonios y hogares se han destruido por lo mismo. Dios es quien puede hacer mejor justicia y dar el castigo a tales personas. Los hombres y mujeres de nuestra época tienen que recordar que Dios es el vengador de los males sexuales tanto en esta vida como en la venidera. La conducta inmoral no se queda sin el castigo de Dios.

La impureza se opone directamente al propósito de Dios en la vida del creyente. Ser culpable de una vida inmoral, sucia e impura es ofender a Dios e ir en contra de todos los principios que abogan la ética y moral cristianas. El uso inmoral e impuro del cuerpo es contrario a la santidad y la pureza. El Señor nos ha llamado a una vida sexual pura (v. 7); era muy necesario que Pablo expusiera este ideal a los tesalonicenses creyentes, ya que ellos vivían en medio de un mundo pagano. Es difícil concebir que la voluntad de Dios en la vida cristiana incluya la inmoralidad y la impureza; no somos llamados al mal, pero sí somos llamados a vivir una vida santa.

No puede morar a la vez en el hombre el carácter de santidad que Dios pide y la inmundicia. El problema que Pablo expone a los tesalonicenses tiene aplicación a nuestro día también. Tristemente la inmoralidad e impureza de vida se ve en algunas personas que se llaman “creyentes”, y Pablo advierte que esto no es correcto (v. 8).

Pablo felicitaba a los tesalonicenses por el amor en que ellos vivían (v. 9), y habían aprendido bien del Apóstol. Los que han aprendido el amor de Dios deben aprender también a amar a su prójimo como si fueran sus hermanos, en una nueva relación. Este amor se distingue en que está lleno de entusiasmo y celo por ayudar al prójimo. Es un amor que crece y madura entre más lo practicamos sirviendo a otros.

En la vida, nunca logramos alcanzar todas las metas que nos proponemos, nunca llegamos al ideal. Los tesalonicenses al poner el amor fraternal en práctica, hicieron más: Lograron compartirlo fuera de su comunidad hasta Macedonia (v. 10). La característica suprema en la vida del creyente debe ser esta clase de amor.

Uno de los problemas entre los tesalonicenses era que había cierta confusión entre ellos respecto al regreso del Señor. Como resultado, algunos razonaban que si Cristo venía pronto, entonces, ¿para qué trabajar? Además, se entrometían en los asuntos de otros imponiéndoles sus creencias. Pablo les insta a ocuparse en sus propios negocios. Esto produciría tranquilidad para sus vidas, al realizar trabajos sanos y santos, eficientes y diligentes (v. 11).

Si los hermanos en Tesalónica obedecían el mensaje de Pablo, se ganarían el respeto de otros por su vida cristiana auténtica. El v. 12 declara que debían hacerlo a fin de ser testimonio para con los de afuera. Algunos cristianos no habían aprendido a ser honestos con otras personas, inclusive los mismos miembros de la iglesia. Donde hay amor fraternal debe haber honestidad.

El Apóstol pasa de un asunto, de la vida práctica y moral a una preocupación en la vida de los tesalonicenses. Quizás en el tiempo que Pablo estuvo en Tesalónica, no le fue posible compartir lo suficiente sobre el tema de la muerte. Algunos hermanos ya habían muerto, entonces, ¿irían a verse en el más allá? ¿Se reconocerían en el cielo? Y si Cristo regresa pronto, ¿para qué trabajar?

Los cristianos tesalonicenses se amaban, es natural que, viviendo en un mundo pagano en el cual sus filósofos, tanto romanos como griegos, enseñaban dogmas del futuro en términos inciertos, haciendo preguntas sobre  seres queridos que habían muerto. Algunos enseñaban que no había resurrección después de la muerte, que no había esperanza. Ante una situación tan oscura y desesperante, Pablo expone su enseñanza sobre el regreso del Señor.

Pablo inicia  su enseñanza afirmando palabras de esperanza para los que duermen (v. 13). Pablo deseaba recordarles que sí había vida eterna para los creyentes que mueren, pues Cristo ya venció la muerte con la resurrección (1 Cor. 15:52–55). Para el cristiano es un evento presente con la esperanza segura de un futuro despertar. Los tesalonicenses tenían una idea errónea de los muertos en relación con el regreso del Señor. El propósito de Pablo era hacer una comparación entre los que no tienen esperanza de vida con el Señor después de la muerte y aquellos que sí morarán con Cristo después de esta vida. Para el cristiano toma ánimo las palabras de Cristo quien dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Jn 11:25). Esto estimula nuestra esperanza, ya que más allá de la muerte hay vida en Cristo.

La verdad mayor presentada en el v. 14 era que Jesús murió y resucitó. Este pensamiento es el corazón de nuestra esperanza presente y la por venir. Creer en la muerte de Cristo no es suficiente; creer que el Hijo de Dios murió por nuestros pecados y que resucitó para asegurar y afirmar nuestra esperanza gloriosa en el Padre en la vida por venir; sí satisface nuestra necesidad, y así lo afirma Pablo. Creemos, además en la resurrección de un cuerpo inmortal por toda la eternidad.

Cristo murió y resucitó; nosotros dormimos, ya que él llevó el dolor de la muerte. Para los creyentes, la muerte no era más que un dormitar, pero para los que no creen en el Señor, la muerte será un adversario, un enemigo. La muerte, por otro lado, será una transformación a un sueño del cual despertaremos porque estamos con él.

Decir que dormimos en el Señor produce anticipación de gozo; una expectativa de algo que esperamos realizar; Jesús es el vínculo, la conexión de nuestra existencia futura. Todas las promesas escatológicas vienen a cumplirse en la persona del Hijo de Dios. Esperamos despertar porque él resucitó. El propósito de su venida al mundo fue vencer la muerte y el pecado para que, los que creemos en él tengamos con anticipación un futuro glorioso. La muerte entonces no será un sueño del cual jamás despertaremos; será un sueño del cual despertaremos para una eternidad gloriosa con el Padre y el Hijo. Cristo está con nosotros en la experiencia de la muerte y nos acompañará en la experiencia de la eterna resurrección.

Pablo sigue hablando acerca de la resurrección para animar a los hermanos que están inseguros del futuro por aquellos que ya duermen en Cristo (v.15). El Apóstol declara que lejos de perder la bendición que acompañará el regreso del Señor, los creyentes que han muerto serán los primeros en participar del evento bendito. Los que ya duermen en el Señor se beneficiarán al igual de aquellos que vivan cuando él regrese. No ocupan, entonces, una posición inferior los que ya duermen en el Salvador; este es el mensaje divino en todos los siglos y hasta que vuelva Jesucristo por su iglesia.

El  v. 16 capta nuestros corazones al considerar lo grandioso del evento que está por venir. La aclamación divina será una voz de mando que se obedecerá y se cumplirá. La voz que manda en este verso es la de Jesucristo, el Conquistador de la muerte, quien ordena que todo creyente, muerto o vivo presencie su glorioso retorno. No hay otra Escritura que describa tan completamente los eventos del regreso de Cristo como está contenido en esta porción.

La voz que da el mando es de urgencia, como de un arcángel. Algunos identifican a este arcángel con Miguel (Jud. 9; Apoc. 12:7).  El toque de la trompeta generalmente da una nota de alarma o de peligro, prepara para atacar al enemigo o da un son de victoria. La voz es de arcángel pero la nota de la trompeta es de Dios. Es el Padre quien anuncia que los muertos en el Señor resucitarán primero y gozarán de una unión perfecta para morar con el eterno Dios.

El v. 17 está lleno del poder de Dios y del cumplimiento de sus promesas. Tras la resurrección de los muertos, el espíritu de cada uno de ellos que ya había estado con el Señor (2Co.5:8; Flp.1:23), se unirá para siempre a su nuevo cuerpo resucitado, y los cristianos que estén vivos serán arrebatados (Jn.10:28; Hch.8:39). Este pasaje, junto a Jn.14:1-3 y 1Co.15:51-52, constituye la base bíblica para el "arrebatamiento" de la Iglesia. El tiempo del arrebatamiento no se puede determinar de forma concluyente a partir de este pasaje, pero según otros textos bíblicos, (Apo.3:10 y Jn.14:3), se puede concluir que la venida de Cristo para juzgar al final de la tribulación de siete años, es diferente al "arrebatamiento" porque en este no se menciona juicio alguno, mientras que el tema central de los demás textos es el juicio divino.

Por eso conviene entender que el arrebatamiento ocurre en un tiempo diferente al de la venida de Cristo como juez. Así es como ha llegado a describirse el arrebatamiento como un acontecimiento previo a la tribulación. Este acontecimiento incluye una transformación completa (Co.15:51-52) y la unión interminable con el Señor Jesucristo.

Mientras hay vida y hasta que se cumpla el glorioso regreso del Señor, Pablo aconseja: Alentados los unos a los otros.  Que no tengamos ansiedad sobre el regreso del Señor. Ya que hemos recibido la buena noticia de lo que le espera al pueblo de Dios. Todo finalizará en términos gloriosos. Lo importante es que el cristiano, sea parte de una unión con Cristo inquebrantable y eterna.

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