Habacuc - prólogo

El libro de Habacuc

Hab 1:2-3  ¿Hasta cuándo debo pedir ayuda, oh SEÑOR? ¡Pero tú no escuchas! «¡Hay violencia por todas partes!», clamo, pero tú no vienes a salvar. ¿Tendré siempre que ver estas maldades? ¿Por qué debo mirar tanta miseria? Dondequiera que mire, veo destrucción y violencia. Estoy rodeado de gente que le encanta discutir y pelear. 

Habacuc no podía comprender cómo Dios permitía que el mal y la injusticia persistieran en su nación. Sin embargo, cuando Habacuc buscó a Dios, encontró su respuesta en confiar en el carácter de Dios.

Título 

Este libro profético toma su nombre de su autor y probablemente significa "uno que abraza" (3:1). Al final de la profecía, este nombre se vuelve apropiado conforme el profeta se aferra a Dios independientemente de su confusión por los planes de Dios hacia su pueblo.

Autor y fecha

Como muchos de los profetas menores, nada se conoce del profeta excepto por lo que puede ser inferido del libro. En el caso de Habacuc, la información interna casi no existe, lo que hace que las conclusiones de su identidad y vida sean solo conjeturas. Su simple introducción como "el profeta Habacuc" puede implicar que él no necesitaba presentación debido a que era un profeta conocido de su día. Fue contemporáneo de Jeremías, Ezequiel, Daniel y Sofonías.

La mención de los caldeos (1:6) sugiere una fecha a finales del siglo VII a.C., poco antes de que Nabucodonosor comenzara su marcha militar a través de Nínive (612 a.C.), Harán (609 a.C.) y Carquemis (605 a.C.), camino a Jerusalén (605 a.C.). El amargo lamento de Habacuc (Hab.1:2-4) refleja un período de tiempo poco después de la muerte de Josías (609 a.C.), días en los que las reformas del rey piadoso (2Re.23:1-37) fueron rápidamente cambiadas por su hijo quien siguió en el trono, Joacim (Jer.22:13-19).

Contexto histórico

Habacuc profetizó durante los días finales del Imperio Asirio y el principio del dominio mundial de Babilonia bajo Nabopolasar y su hijo Nabucodonosor. Cuando Nabopolasar ascendió al poder en el 626 a.C., inmediatamente comenzó a expandir su influencia al N y al O. Bajo el liderazgo de su hijo, el ejército babilónico venció a Nínive en el 612 a.C., forzando a la nobleza asiria a refugiarse primero en Harán y después en Carquemis. Nabucodonosor los persiguió, venciendo a Harán en el 609 a.C. y a Carquemis en el 605 a.C.

El rey egipcio Necao, viajando por Judá en el 609 a.C. para ayudar al rey asirio que huía, fue confrontado por el rey Josías en Meguido (2Cr.35:20-24). Josías murió en la batalla que se llevó a cabo, dejando su trono a una sucesión de tres hijos y un nieto. Antes, como resultado de descubrir el Libro de la ley en el templo (622 a.C.), Josías había instituido reformas espirituales significativas en Judá (2Re.22:1-20; 2Re.23:1-37), aboliendo muchas de las prácticas idólatras de su padre Amón (2Re.21:20-22) y abuelo Manasés (2Re.21:11-13). No obstante, cuando murió, la nación rápidamente regresó a sus malos caminos (Jer.22:13-19), causando que Habacuc cuestionara el silencio de Dios y su aparente falta de acción para castigar (1:2-4) y así purificar a su pueblo de pacto.

Temas históricos y teológicos

La apertura revela una situación histórica semejante a los días de Amós y Miqueas. Esencialmente, la justicia había desaparecido de la tierra; la violencia y la impiedad se encontraban por todos lados sin freno. En medio de estos días oscuros, el profeta clamó por intervención divina (1:2-4). La respuesta de que Él estaba enviando a los caldeos para juzgar a Judá (1:5-11), le creó un dilema teológico en la mente de Habacuc. ¿Por qué Dios no purificó a su pueblo y restauró su justicia? ¿Cómo podía Dios usar a los caldeos para juzgar a un pueblo más justo que ellos (1:12; 2:1)? La respuesta de Dios de que Él también juzgaría a los caldeos (2:2-20), no satisfizo en su totalidad el conflicto teológico del profeta; de hecho,  lo intensificó.

En la mente de Habacuc el asunto que clamaba por resolución ya no era la respuesta justa por parte de Dios hacia el mal, sino la defensa de la persona y pacto de Dios con su pueblo (Hab.1:13). Al igual que Job, el profeta discutió con Dios, y a través de esa experiencia alcanzó un entendimiento más profundo de la soberanía de Dios y una fe más firme en Él. Finalmente, Habacuc se dio cuenta de que Dios no debía ser adorado simplemente por las bendiciones temporales que Él otorgó, sino por lo que Él es (3:17-19).

Retos de interpretación

Las preguntas del profeta y las respuestas provenientes de Dios, presentan el fundamento para entender más apropiadamente la persona de Dios y sus caminos soberanos en la historia. La esencia de su mensaje yace en el llamado a confiar en Dios (2:4): "el justo por su fe vivirá". Las referencias del NT dan poca importancia teológica a Habacuc. El escritor de Hebreos cita Hab.2:4 para aclarar la necesidad del creyente de permanecer fuerte y fiel en medio de la aflicción y las pruebas (Heb.10:38). El apóstol Pablo, por otro lado, emplea este verso en Ro.1:17 y Gál.3:11, para acentuar la doctrina de justificación por la fe.

La fe no es un acto único, sino una manera de vivir. El verdadero creyente, declarado justo por Dios, habitualmente perseverará en la fe a lo largo de toda su vida (Col.1:22-23; Heb.3:12-14). Debemos confiar en el Dios soberano que solo hace lo que es justo.

Habacuc hoy

Muchos consideran que cuestionar a Dios es pecaminoso, pero Habacuc y Job muestran que no fue así. Etapas difíciles en la vida pueden producir dudas honestas y perplejas, y Dios no condena ni a Job ni a Habacuc por expresar esas dudas. Solamente en un diálogo abierto los malentendidos se resuelven y las diferencias se corrigen. Aunque la respuesta no podría venir inmediatamente (2:1), o podría causar consternación en sí misma (1:12–17), Dios no prohíbe el cuestionamiento honesto.

Dios conoce todo desde el principio hasta el fin. El no actúa en secreto, sino que se revela a los creyentes que lo cuestionan (Amós 3:7). El dirigirse a Él debe ser con respeto que merece el  grande y asombroso Dios (Hab. 3:16). Nosotros como Habacuc, esperamos respuestas a nuestras preguntas y necesidades, no solamente porque Él cumplió con Habacuc en su tiempo (3:3–15), sino que también porque él ya ha cumplido con nosotros en este tiempo, y lo hará de nuevo. Siempre Dios está allí.

Bosquejo

I. Reflexión inicial (1:1)

II. Las perplejidades del profeta (1:2 – 2:20)

A. Su primera queja (1:2-4)

B. La primera respuesta de Dios (1:5-11)

C. Su segunda queja (1:12 – 2:1)

D. La segunda respuesta de Dios (2:2-20)

III. La petición del profeta (3:1-19)

A. Petición por misericordia de Dios (3:1-2)

B. Alabanza del poder de Dios (3:3-15)

C. Promesa de la suficiencia de Dios (3:16-19)

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