Habacuc 2
Esperando en Dios
Como
lo vimos en el cap.1, Habacuc había reaccionado a la revelación divina con perplejidad
(1:5-11), pero también había declarando su confianza
en Él (1:12), muy a pesar del uso que
le había dado el Señor a una nación malvada para juzgar a una nación (Judá) más
justa (1:13-17). Este conversatorio termina cuando el profeta expresa su
determinación de esperar la llegada de una respuesta de parte de Dios (v. 1).
Al
hablar de "velar" o "estar en guardia", se refería a mantenerse preparado para recibir
el mensaje divino. El profeta estaba diciendo que subiría a la torre de los
muros de la capital para ver cómo le
respondería Dios. Seguramente poco tiempo después, desde ese mismo lugar
observaría la llegada de los ejércitos babilónicos.
El
contexto señala que Habacuc quería seguir el intercambio de palabras con Jehová para
aclarar sus dudas. Más adelante es Jehová quien corta la conversación (v. 20). Seguidamente
le manifiesta su queja, es decir, el profeta estaba pensando cómo responderle
al reproche que podría recibir de Jehová por cuestionarlo. Sin embargo, a
través de este intercambio Habacuc sería instruido más en las verdades de Dios,
ante la incomprensión de los caminos del Señor.
Jehová
no reprende a Habacuc por lanzarle este nuevo reto teológico; más bien, le da
más revelación acerca del futuro, pero esta vez acerca del destino del imperio
babilónico. Esta porción se puede dividir en dos partes. En la primera (vv. 2-6)
Jehová le asegura a Habacuc que lo que Él le compartía eran verdades. A la luz
de ellas, el creyente debe vivir una vida de fe. La segunda parte (7–20)
contiene una serie de “ayes” sarcásticos por el derrocamiento de Babilonia.
Jehová se glorificaría a través de este juicio sobre ese imperio cruel e
idólatra.
Así
como la respuesta al lamento inicial no solamente se dirigía a Habacuc sino a todo
Judá, ésta también tendrá un alcance amplio (v. 2). Jehová pide que la visión
se escriba en tablas; es decir, que sea pública. Seguramente, esto sería una
noticia grata para Habacuc. Hasta este punto en el diálogo el profeta había
tenido sus dudas. Ahora todos entenderían la voluntad divina más claramente.
Jehová
expone su segundo propósito en el v. 3. Las tablas servirían como un testimonio
en el futuro, del cumplimiento de la palabra de Jehová. La visión era segura.
Aunque desde la perspectiva humana ese cumplimiento parezca dudoso, sin
duda vendrá y no tardará según el punto de vista divino. Jehová dirige la
historia soberanamente. Todos los acontecimientos tienen su tiempo asignado. Habacuc
se había lamentado ¿Hasta cuándo? (1:2), pero ahora él ve que debía esperar el
fin estipulado por Dios.
El
desafío a confiar en Jehová continúa en vv. 4-5. El v. 4 es citado tres veces
en el NT, en Ro. 1:17; Gál. 3:11 y Heb.10:38. Se observa que Dios hacía un
contraste entre el orgulloso y el justo. En este contexto el orgulloso era el
imperio de Babilonia, que se jactaba de su poder (1:10, 15-16). Esa arrogancia
se manifestaba en el deseo insaciable de extender las fronteras del imperio por
medio de sus conquistas. Ese apetito por controlar a los otros pueblos se
compara en el v. 4 con el del Seol, es decir la muerte, que llega a todo ser
humano y nunca se sacia. Sin embargo, el v. 6, serian esos mismos pueblos los
que harían burla del imperio cuando este
caiga.
En
contraste con este orgulloso, está el justo. Pero, ¿qué significa por su fe vivirá?
Habacuc ya había mencionado a los justos en 1:2–4. Allí, contrasta a los
impíos, quienes manipulan la Ley y violaban a la población, con los justos.
Ahora en v. 4 hay otro contraste, uno entre el justo y el orgulloso. Jehová estaba
declarando que la vida del justo debía caracterizarse por la fidelidad a su persona.
El justo vivirá día tras día, consecuentemente con su Ley y su voluntad. No vacilará
en el camino recto, sin importar las dificultades; en definitiva vivirá por fe.
El justo tenía que confiar en sus planes soberanos y a la fidelidad a sus
preceptos. Aunque ahora la nación pasa penas y pasará por tiempos peores a
causa de la invasión, debía estar seguro de que un día Babilonia seria
derrotada.
El
v. 6 menciona como los pueblos conquistados se lanzarían contra babilonia con refranes y sarcasmos (burlas).
La siguiente parte viene en forma de cinco “ayes” o lamentos; de estos el
primero empieza en el v. 6. Estos “ayes” (vv. 6–20) anuncian los juicios que vendrían
sobre Babilonia, con el propósito de poner en ridículo al burlador orgulloso.
Estos
cinco “ayes” presentan dos enseñanzas teológicas importantes. Primera, cada uno recalca que el juicio divino corresponde al pecado (la ley del talión). En este
caso, el imperio de Babilonia pasaría por lo mismo que habría hecho a otros
pueblos. Es la misma verdad que fue subrayada en 1:5–11 en relación al castigo
que recibiría Judá.
En
los vv. 6-8 se señala que Babilonia había acumulado sus riquezas por la
extorsión. Trataba sin misericordia a los pueblos que estaban endeudados con el
imperio y no podían pagar. Se compara esta acción con juntar las prendas
empeñadas de los pobres. Esta acumulación de bienes se había logrado por medio
de mucha violencia (v. 8).
Los
vv. 9-11 se establece el juicio por el saqueo. Se menciona que Babilonia había
logrado cierto grado de bienestar y seguridad a expensas de las demás naciones.
El imperio giraba alrededor de la magnífica ciudad de Babilonia y su suntuosa
corte real. El anhelo era establecer un reinado intocable e indestructible,
pero los oprimidos que trabajaban en el levantamiento del imperio, o las
piedras mismas de los proyectos de construcción clamarían en contra de
Babilonia. Serian testigos para acusar al imperio en el día de juicio.
El
v. 12 continúa el tema de como establecieron el imperio a costa del sufrimiento
de otros pueblos. Otra vez surge la mención de la violencia como medio para
lograr fines egoístas.
Los
vv. 13-14 hacen un contraste entre estos planes crueles y los decretos
soberanos de Jehová. Por el juicio que enviaría Jehová, todo lo que habían logrado se perdería. Seria Jehová de los Ejércitos, quien llevaría a cabo la
destrucción del imperio confiado. Tarde o temprano traería a otro imperio para
destruir y reemplazar a Babilonia. En la historia, los medos y los persas
fueron su instrumento de juicio. Conquistaron a Babilonia en el año 539 a.C.
En
los vv. 15-17 se menciona el juicio sobre babilonia por la humillación. El v. 15 señala que Babilonia, al cumplir
inconscientemente esta tarea, humilló a los pueblos, los dejó “desnudos”: les
quitó su dignidad y su autoestima. Esta figura se basaba en la práctica de
aquel entonces de llevar a los conquistados desnudos al cautiverio (2 Crón.
28:15).
Al
igual que en los “ayes” anteriores, Babilonia recibiría lo merecido. Así como
había dado a beber de la copa de la ira divina a otros, ahora Babilonia tomaría
de esa copa. En vez de gloriarse de la vergüenza de otros, sería deshonrada en
su derrota. Por última vez, Habacuc hace referencia a la violencia de
Babilonia (v. 17).
En
los vv. 18-20 se menciona el juicio por la idolatría. Los primeros cuatro
“ayes” (6b–17) que se incluyen en esta porción, elaboran temas comunes: la
violencia, la opresión y el juicio según la norma “ojo por ojo”. El enfoque de
este quinto “ay”, es distinto. Ahora Jehová denuncia la idolatría de Babilonia.
En el cap. 1, el profeta había mencionado la idolatría del imperio babilónico.
En los vv. 18-19 es Jehová quien la señala, pero Él la compara con su propia
persona. Los ídolos eran creación humana. No son confiables y carecen de poder,
mientras que el Dios de Judá es el Soberano. Jehová habla a su profeta y se
comunica con su pueblo, pero los dioses paganos son mudos.
El
v. 20 es una conclusión abrupta a esta sección; Jehová corta el diálogo con
Habacuc. Frustrado por el silencio de Jehová, él había clamado sin cesar a
favor de su pueblo (1:2–4). El profeta había cuestionado el compromiso de
Jehová para con su pueblo y su santidad; no veía que Dios castigara la
injusticia. Después no entendía por qué utilizaría un poder pagano para cumplir
su juicio (1:12–14). Jehová le responde que él estaba presente en medio del
pueblo en su santo templo. Nunca estuvo lejos, ahora verían la manifestación de
su voluntad en poder.
El
silencio era exigido delante de Dios. Después de la extensa revelación
compartida a Habacuc y a la nación, ya no habría más acusaciones o
señalamientos. Jehová sí es justo y soberanamente lleva a cabo sus propósitos.
Ante esta verdad, todo Judá debía callarse y temerle. Aún toda la tierra debe
responder de igual manera, porque él controla el destino de las naciones y los
imperios. Basta ya de palabras; Jehová sale ahora para poner en marcha el
juicio.
Los
cinco ayes
1. ¡Ay del que multiplica lo que no es
suyo! (v. 6) No respeta la propiedad de otro. No le da vergüenza robar.
2. ¡Ay del que codicia injusta ganancia
para su casa, poniendo en alto su nido para escaparse de mano de la calamidad!
(v. 9) Codicia. Inmoralidad.
3. ¡Ay del que edifica la ciudad con
sangre, y del que establece la aldea con iniquidad! (v. 12) No tiene respeto
por la vida. Edifica a costa de la vida de otros.
4. ¡Ay del que da de beber a su compañero
del cáliz de su ira, y lo embriaga para mirar su desnudez! (v. 15). Las
tragedias que traen las bebidas alcohólicas. Vidas, familias y naciones
destruidas.
5. ¡Ay del que dice al palo:
“¡Despiértate!” y a la piedra muda, “¡Levántate!” ¿Podrá él enseñar? He aquí
que está cubierto de oro y de plata; no hay espíritu dentro de él. (v. 19).
Idolatría. La codicia es igual a la idolatría.
Con
los cinco ayes, vemos la lista de cinco pecados. Por la práctica de estos pecados,
la fibra de la sociedad está debilitada y destruida. El pecado está en contra
de Dios, y está en contra de todo lo bueno. ¡Donde el pecado gobierna, la
anarquía reina!
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