Filipenses 3

Cuidado de los perros

Flp 3:2  Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo.

Para comprender lo que Pablo trata en este capítulo, necesitamos ir a los primeros años de la iglesia. Los primeros creyentes en Jesús eran judíos, y como judíos consideraban la ley de vital importancia, enfatizando el pacto que Israel tenía con Dios, cuya señal era la circuncisión. Estos primeros creyentes fueron enviados a predicar el evangelio por todo el mundo (Hch. 1:8), pero les resultaba particularmente difícil allegarse a los no judíos (Hch. 10) y pasó mucho tiempo hasta que se inició la misión entre los gentiles (Hch. 11:20).

Pablo, como apóstol a los gentiles, creía que si los no judíos se volvían al Señor en arrepentimiento y fe serían aceptados como miembros del pueblo de Dios, sin la necesidad de convertirse al judaísmo y a ser circuncidados. Sin embargo, había judíos cristianos que en Antioquía (Hch. 15:1) y en Galacia insistían en que los cristianos gentiles deberían convertirse al judaísmo. Así que se convocó al concilio de Jerusalén, (Hch. 15), para tratar el mismo asunto del que Pablo escribió en su carta a los Gálatas. Años más tarde este asunto seguía siendo un problema, y así Pablo escribió a los filipenses también.

Inicia el capítulo señalando el tema central de la carta “gozaos en el Señor” (v. 1). Sin embargo, esta es la primera vez que el apóstol añade "en el Señor" y esto alude a la esfera en la que existe el gozo de los creyentes, una esfera que no se relaciona con las circunstancias de la vida, sino con una relación imperturbable e inmutable con el Señor soberano. El apóstol se propone a través de los versículos siguientes, enseñarles acerca de cómo relacionarse con los que se oponen al evangelio, acerca de lo cual ya les había dado ciertas instrucciones.

Seguidamente habla de estos y se refiere a ellos como perros (v. 2). Recordemos que en el siglo I, los perros deambulaban por las calles y no se les consideraban mascotas, por eso sobrevivían de los desechos y la carroña. Como los perros en ese entonces eran animales tan sucios, a los judíos les encantaba referirse a los gentiles con ese término despectivo. Sin embargo, Pablo se refiere aquí a los judíos y de forma específica a los judaizantes, con el fin de describir su carácter pecaminoso, vicioso y descontrolado.

Los judaizantes sentían orgullo de ser supuestos obreros de la justicia, pero Pablo les describió como obreros de la maldad porque cualquier intento de agradar a Dios con esfuerzos propios y desviar la atención de Cristo y la redención lograda por Él, es la peor clase de maldad. A diferencia de la palabra que se usa para "circuncisión" y que significa "cortar alrededor", Pablo usa el término mutiladores, que significa "cortar de raíz". Así como los profetas de Baal y los paganos que mutilaban el cuerpo durante sus rituales, a los judíos se les tenía prohibido su uso.  La circuncisión de los judaizantes no era verdaderamente un símbolo espiritual, sino una mutilación física.

En el v. 3 pasa a describir lo que considera más importante, la auténtica circuncisión que agrada a Dios, en contraste con la mutilación que predicaban los malos obreros. La describe como un servicio a Dios en espíritu, no prestando atención a legalismos, una actitud que se preocupaba sólo de la letra muerta de la ley. También les recuerda donde está la Gloria, señalando que solo Cristo recibe la Gloria, porque a través de la cruz se abre el único camino para acercarse a Dios (Gal.6:14). En resumen, la verdadera circuncisión es aquella que Cristo obra (Col.2:6-11) en el corazón del ser humano, en contraste con el ritual externo entendido en sentido legalista. Así pues, el antídoto contra la obra de los malos obreros es permanecer afirmados en lo esencial del evangelio, en una relación con Cristo acerca de la cual Pablo ofrece su testimonio personal.

El Apóstol ahora refuerza su enseñanza acudiendo a su experiencia personal, de la cual deriva su comprensión del evangelio (vv. 4-9). Si de lo que se trata es de hazañas y marcas de prestigio desde el punto de vista puramente humano, él puede presentar un curriculum vitae impresionante, y salir ganando en la comparación.

Si bien era importante para Pablo establecer sus credenciales judías frente a los misioneros judaizantes, la verdadera intención de esa lista de credenciales era mostrar que para él la fe en Cristo había obrado un cambio radical de perspectiva. Esta es una de las descripciones más claras y radicales de Pablo acerca de la revolución espiritual que le trajo su encuentro con Cristo. Esa entrega y ese entusiasmo por Cristo no se reducen a una explosión de sentimentalismo, porque como resultado de su fe, Pablo había tenido que renunciar a toda grandeza humana y adoptar un estilo de vida peligroso y heroico. Conocer a Cristo Jesús mi Señor se había vuelto el principio que guiaba la vida de Pablo.

Toda esta epístola es un llamado a avanzar y crecer en la vida cristiana. En los vv. 10.16, Pablo expresa su actitud fundamental de discípulo inquieto, quizá mayor en años pero siempre joven en su anhelo de subir a nuevas alturas. Habiendo afirmado de la riqueza que había encontrado en Cristo, vale más que toda su propia grandeza humana anterior. Ahora pasa a aclarar que todavía tiene mucho camino que recorrer: “no ha llegado a la perfección”. Pablo coloca en contraste su actitud humilde y realista, la de una verdadera madurez cristiana.

Su anhelo era conocer más a Cristo, no sólo el poder de su resurrección, sino también de participar en sus padecimientos y ser semejante a él en su muerte. Tanto la muerte como la resurrección son operativas ahora en la vida del creyente. En la vida cristiana y de servicio habrá victorias, habrá fracasos, habrá alegrías y habrá tristezas. Nunca olvidemos que lo mejor está más adelante. Hemos de proseguir puestos los ojos en Jesús, y obsesionados con alcanzar la madurez de la vida cristiana.

Para finalizar este capítulo el apóstol invita a loa filipenses a la imitación del ejemplo en esperanza, vv. 17-21. Luego de haber descrito su propia experiencia descubriendo las profundidades más íntimas de su intención espiritual, Pablo se propone a sí mismo como ejemplo que los filipenses deben imitar. Todo pastor consciente sabe que sus propias acciones y actitudes se vuelven tarde o temprano un ejemplo que la iglesia sigue. La única forma de crecer y avanzar en la vida espiritual es mediante la enseñanza bíblica sólida que va ilustrada con las vidas de personas que se constituyen en ejemplos, lecciones vivientes. El buen líder es el que puede decir "hagan como yo hago". En el ministerio de Jesús encontramos la misma actitud que claramente señala al propio ejemplo (Jn13:15).

Después de esta referencia de Pablo a sí mismo, pasa a describir a algunas personas que constituían un pésimo ejemplo, y respecto a las cuales formula una firme advertencia: “con profunda tristeza lo digo llorando” (v. 18). La descripción es contundente en sus cuatro elementos. Son enemigos de la cruz de Cristo, es decir tienen un tipo de conducta o mensaje que atenta contra uno de los elementos centrales del evangelio. Es la misma acusación que Pablo lanza contra los judaizantes en Gal.5:10-12, y contra los falsos misioneros en el v. 2. El fin de ellos será la perdición, pensando posiblemente en el juicio de Cristo.

Las frases siguientes se refieren al materialismo crudo de los falsos maestros, su dios es su estómago. Este término significa "apetitos". Su gloria se halla en su vergüenza parece referirse al libertinaje que hacía gala de libertad, pero que era vergonzoso. Esto lo complementa bien la referencia a la obsesión con el placer, ganancia o gloria que parecía ser el móvil de estas personas.

¿Son los muchos que andan por ahí (v. 18) los mismos misioneros judaizantes a quienes Pablo atacaba en el v. 2? Algunas de las características señaladas aquí, ejemplo, el desprecio a la cruz de Cristo, coinciden con lo que caracterizaba a los misioneros judaizantes. Otro ejemplo es el consumismo, lo que explica por qué las ideas de cruz y sacrificio son tan difíciles de aceptar en ciertos sectores de nuestra sociedad. En esas circunstancias, muchos prefieren una teología de la prosperidad en la cual no hay interés en el sufrimiento, una teología de gloria sin cruz.

En contraste con el materialismo de los malos ejemplos que los filipenses debían evitar, Pablo describe su actitud como la conciencia de tener una lealtad final a Jesucristo. Los filipenses que se sentían tan orgullosos de pertenecer a una colonia romana privilegiada, cuyos títulos de ciudadanía se guardaban en la misma Roma, fueron invitados a pensar en otra patria, la celestial, con el mismo sentido de privilegio y lealtad. Como filipenses ellos eran una colonia, una presencia de Roma en Filipos. Así los creyentes deben ser una presencia de la ciudad celestial en medio de una ciudad terrenal (v. 20).

Para terminar Pablo les presenta la esperanza en la  venida de Cristo, en la cual nuestro cuerpo de humillación será transformado a la misma forma de su cuerpo de gloria  (v. 21), por el poder de Dios a cuyo obrar no puede haber últimamente limitación ni impedimento. El cuerpo que tenemos no es despreciable, pero es un signo de nuestra condición “humillada”. Ahora nuestros cuerpos están sujetos al dolor, sufrimiento y debilidad; pero luego serán levantados inmortales e imperecederos.

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