Filipenses 2

Un estilo de vida para la iglesia

Flp 2:5-6  Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 

En este capítulo Pablo continua con la enseñanza que trae del capitulo anterior, haciendo énfasis en la humildad, la unidad entre hermanos, y la vida santa. Vemos aquí la relación íntima entre Pablo y sus colaboradores, Timoteo y Epafrodito. En los versículos vv. 1-4 el apóstol invita a los filipenses a vivir en unidad. Sigue mostrando el ejemplo de Cristo quien se humilló a sí mismo para efectuar la salvación del hombre, y de su exaltación a la diestra de Dios (vv. 5-11). Continua con una exhortación a que se ocupen en su salvación, siendo luminares en este mundo (vv. 12-18). Habla del carácter noble de Timoteo, y les explica acerca del sacrificio hecho por Epafrodito, a quién les estaba enviando para que "al verle de nuevo, os gocéis y yo esté con menos tristeza" (vv. 19-30).

Comienza el v. 1 con la expresión "por tanto” del v.1 que se conecta con la exhortación de 1:27: “en un espíritu, unánimes”. Recomienda en este versículo dos motivos para infundir deberes cristianos que se corresponden entre sí (v. 2), “que sintáis lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.”

Pablo deseaba que los hermanos tuvieran sus almas unidas, con identidad de ideas y armonía de sentimientos, como una orquesta perfectamente afinada. Aquí Pablo emplea una variedad de expresiones para hacernos ver la importancia de la unidad y armonía en la iglesia. Los creyentes deben amar por igual a todos los hermanos que están en el Cuerpo de Cristo, no porque ellos los atraigan, sino con la demostración de la misma clase de servicio sacrificado y amoroso que todos habían recibido por igual de parte de Cristo.

En el v. 3 dice: "Nada hagáis por contienda ", o "por egoísmo", "rivalidad", no buscando rango, posición, que no haya espíritu divisionista. El propósito de esta clase de "contienda" es promover la ruptura de la comunión. Con esta actitud alguien buscará su victoria personal sobre otro, por medio de la influencia humana. Con una exhibición de inteligencia superior, tratará de vencer a sus oponentes. Si algún hermano tiene más alto concepto de sí que el que debe tener, hay gran peligro de rivalidades y división.

Continua con la frase "antes bien con humildad estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo". Cada cristiano sabe sus limitaciones, y de esta manera es fácil suponer que el otro hermano es mejor que él. Pero la humildad impide y destruye el deseo de ponerse por encima de otros hermanos. El hermano humilde no promueve su propia reputación; él busca el bien de sus hermanos. Si obedecemos este mandamiento, daremos el golpe mortal a toda ambición vana. Jesús enseña que el discípulo que está dispuesto a servir es el mayor en el reino (Mt. 23:11).

El sentir y pensar común se cultivan de manera intencional, evitando el actuar por rivalidad o por vanagloria. Esta exhortación iba contra el individualismo en el cual cada uno hace lo que le viene en gana o le parece mejor. Se trata de un principio sencillo pero fácil de olvidar, que es el de tener siempre en cuenta a los demás. El consejo del Apóstol llega a lo que algunos podrían considerar como una exageración, que es la de llegar a ser humilde al punto de pensar que el otro puede ser mejor que uno mismo (v. 4).

Seguidamente presenta a Cristo como el modelo de vida y misión. (vv. 5-11) Este párrafo es uno de los pasajes más hermosos y ricos en contenido en las cartas de Pablo. La frase que introduce el v. 5 reitera el tema del v. 2, y presenta a Cristo como el modelo de la actitud que Pablo espera que caracterice a los filipenses. Sin embargo, no solo es un modelo de conducta. En los vv. 6-8 se refiere a actitudes que pueden servir como modelo y que los seres humanos pueden imitar, pero en los vv. 9-11 se refiere específicamente al señorío de Jesucristo, donde la imitación no cabe. La actitud de la cual Jesucristo es un ejemplo sólo puede ser imitada por el ser humano si la vida está sometida a ese señorío de Jesucristo, pensando que todo es obra de Dios mismo (v. 13) quien opera en los humanos.

Este himno que algunos llaman "el salmo de Cristo" resume la historia de la salvación. Se acostumbra dividirlo en tres estrofas que corresponden a la preexistencia de Jesús (v. 6), su encarnación y muerte (vv. 7-8) y luego su exaltación (vv. 9-11).

El himno se inicia con una referencia a la preexistencia de Jesucristo y al hecho de que él comparte la naturaleza divina. En la expresión existiendo en forma de Dios la palabra traducida “forma” no significa "apariencia" sino “naturaleza”. Entonces Cristo suma la total de las características esenciales, aquello que hace que Dios sea Dios. Lo que el texto dice es que Jesucristo antes de revelarse en forma humana, tuvo una existencia divina. Dicha existencia era gloriosa y privilegiada, sin embargo, “Jesucristo no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse”. Esto no señala que Jesucristo quería apoderarse de la naturaleza divina o usurparla, sino que teniéndola toda, con gloria y esplendor, estaba dispuesto a renunciar a ella. Esa es la actitud de desprendimiento, en medio de su grandeza divina a la cual Pablo nos llama la atención.

El v. 7 hace referencia a la kenosis, la acción por medio de la cual Jesucristo se despojó a sí mismo y tomó la forma humana. La mención específica del despojamiento o vaciamiento a fin de asumir la condición humana no dice que Jesucristo haya renunciado a su naturaleza divina, sino que despojándose de la gloria implícita en esa naturaleza había adoptado las características de un siervo y la condición humana. Lo que señala su humillación al adoptar la forma de siervo y de ir obedientemente hasta la muerte, en una de las formas más vergonzosas de muerte en esa época: la cruz.

Las expresiones “forma de Dios” (v. 6), y “forma de siervo” (v. 7), no se trata de una "apariencia" únicamente, sino de un verdadero asumir la condición de hombre. El descenso había sido verdadero y había culminado en la humillación final de la muerte en la cruz. Todo esto es un acto de obediencia a la voluntad de Dios, a la cual Jesucristo se sometió. Esta disposición a despojarse a sí mismo por los demás es precisamente lo que Pablo estaba proponiendo, como la manera de pensar que debiera caracterizar también a los filipenses.

En los vv. 9-11 se afirma que el nombre del Señor, esta sobre todo nombre. Por su humildad, abnegación y obediencia, Dios, da a su Ungido un nombre muy especial. Era el nombre con el cual Él se identificó a Moisés como "YHWH" que con la fusión de "Adonai" se tradujo "YAHWEH", nombre que los hebreos no pronunciaban por temor a blasfemar.

Cristo Jesús, que fue rechazado, traicionado y humillado "hasta la cruz", es ahora exaltado por Dios con el nombre de Señor, nombre que resalta el concepto de soberanía, poder, autoridad, dominio, dignidad en adoración y obediencia plena. Él es el fundamento y el objeto de adoración ante quien "un día toda rodilla se doblará, y toda lengua confesará a Dios".

Por tanto nosotros hoy que le tenemos como el Salvador, hemos de proclamarle como el Señor de nuestras vidas. Dios el Padre lo ha hecho el paradigma ideal y nosotros hemos de tomarle como el modelo de nuestras vidas, ejemplo a seguir. Dios le ha puesto sobre la cabeza la corona de Rey; debemos por tanto entregarle el cetro del señorío de nuestra vida a Él y sólo a Él.

La muerte en la cruz es el preludio de la resurrección que este pasaje no menciona directamente, pero que era el punto central de la predicación apostólica y esencial que Pablo predicaba (Hc.2:32-36). Ahora Pablo afirma que a Jesucristo, que fue hasta la cruz en su obediencia, Dios lo exaltó hasta lo sumo, (v. 9) dándole un nombre sobre todo nombre,  y el poder y señorío están vinculados ahora a ese nombre (v. 10). La adoración y sumisión de todo el universo y la raza humana se expresa en el doblar de las rodillas cuando se pronuncia el nombre de Jesucristo.

La intención de Pablo era que los filipenses contemplasen la vida del Señor y en base a ello se esforzaran en cultivar un estilo de vida inspirado por Él. Sin embargo, hay que recordar que además de la contemplación debe haber actividad: ocupaos en vuestra salvación (v. 12). Esta actividad, no es un activismo humano, sino una respuesta a la iniciativa de Dios mismo que brota de nosotros con temor y temblor. La grandeza conmovedora de la obra de Cristo a nuestro favor despierta en nosotros, un sentido profundo de temor reverencial como el que experimentaron las mujeres la mañana de la resurrección (Mr.16:8).

Aunque el creyente es responsable de ocuparse en su salvación (v. 12), el Señor es quien en realidad produce buenas obras y fruto espiritual en la vida de los creyentes (Jn.15:5; 1Co.12:6). Esto se lleva a cabo porque Él obra por medio de nosotros con su Espíritu en nuestro interior. (v. 13)

Seguidamente les muestra el propósito de reflejar la vida de Cristo y tenía que ver con constituirnos en luz en el mundo. (vv. 14-18). Ese cultivar de la vida espiritual, es la presencia y la acción misionera de la iglesia. Estos versículos presentan esa verdad al establecer un contraste entre la luz y las tinieblas. Los hijos de Dios sin mancha que resplandecen, vienen a ser luminares en el mundo, estando lleno este de una generación torcida y perversa. La vida de una iglesia en armonía demanda buena comunicación entre los miembros, y para ello la clave es hacedlo todo sin murmuraciones y contiendas.

Pablo les ilustra la historia de los israelitas en el desierto y sus continuas murmuraciones contra las durezas de la vida en libertad. Moisés los describió como una generación torcida y perversa (Deu.32:5), pero aquí Pablo usa esas palabras para describir a la sociedad en general, dentro de la cual la iglesia de los filipenses debía resplandecer. La luz viene también del testimonio, de una vida con un alto nivel moral, de manera que sean irreprensibles.

Para poder ser luz, los filipenses tenían que vivir reteniendo la palabra de vida (v. 16). Por un lado tenían que agarrarse de la Palabra y mantenerse asido a ella, y por otro tenían que sostener en alto la Palabra para que pudiese ser vista por todos. La fidelidad al evangelio demanda el esfuerzo de aferrarse a él y mantenerlo en su pureza e integridad.

Seguidamente Pablo pasa de la exhortación en el ejemplo de Cristo y la obra de Dios, a su propia esperanza y expectativa, que brota de la fe en la plenitud de la obra de Cristo. Es el discipulador y apóstol que está anciano, quizás próximo a morir (v. 17), y que no quiere ser defraudado en esa hora crucial, hacia la cual dirige la mirada: el día de Cristo (v. 16). Esta expresión hace referencia a la fidelidad de Dios que completará la obra que inició en los filipenses. En este v. 16 se utiliza para referirse al juicio y la evaluación final de la vida y el servicio que Cristo mismo hará.

La perseverancia de los filipenses le dará a Pablo la confianza suficiente como para ser optimista, esperando que su carrera apostólica entre los filipenses no haya sido en vano. Eso lo lleva a una reafirmación del gozo que se repite tantas veces en la epístola.

En los vv. 19-30 Pablo da parte a la iglesia, de su plan de acción pastoral y misionero. Como ya se ha visto el Apóstol acostumbraba desplazarse con un grupo de colaboradores, muchos de ellos más jóvenes que él y en una relación de aprendices con el maestro.

En el v. 21 afirma que algunos de sus colaboradores buscan lo suyo, haciendo referencia que hay servidores que predican, enseñan, pastorean o escriben, no por un genuino interés en la difusión del evangelio, sino por sus propios intereses, su gloria, su prestigio y su ambición egoísta. En lugar de procurar agradar al Señor Jesucristo, procuran más bien complacer a las personas y ganar su favor. Tales ministros no son verdaderos siervos del Señor.

Como  respuesta a la ansiedad pastoral que Pablo sentía por los filipenses, les estaba enviando un mensajero personal autorizado. Inicia describiendo a Timoteo como un hombre de confianza, alguien que había llegado a ser como su hijo (v. 22). Había conocido a Timoteo justamente antes de su visita a Filipos (Hc.16:1-5), y desde entonces estableció con él, una relación muy sólida. Además Timoteo tenía un interés genuino por los filipenses y una disposición de ponerse al servicio de ellos.

En los vv. 25-30 presenta otro retrato de un colaborador que realmente los propios filipenses le habían enviado a Pablo como mensajero. La descripción es mucho más explícita que la de Timoteo. Al mencionar todo ello, Pablo estaba expresando su gratitud y aprecio a los filipenses por la calidad del mensajero que le habían enviado.

En el v. 27 se combina un rico lenguaje de intimidad personal no sólo entre Pablo y Epafrodito sino también entre Pablo y su Dios. Las recomendación pidiendo que se reciba a Epafrodito (vv. 29-30) tiene un paralelo en la carta 1Ts. 5:12-22. Sin embargo, su reiteración en esta sección de la epístola hace pensar que había cierto resentimiento en Filipos hacia Epafrodito, causado por los falsos misioneros a los cuales Pablo pasa a describir y atacar en el capítulo 3.

El mundo honra a aquellos que son inteligentes, hermosos, ricos y poderosos. ¿Qué clase de personas debería honrar la iglesia? Pablo indica que debería honrarse a aquellos que dan su vida por la causa de Cristo, yendo a donde no podemos ir nosotros mismos. Nuestros misioneros hacen esto al ir a ministrar donde no somos capaces de ir.

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