Amós - 8
El juicio inevitable
Amós 8:1 Así me ha mostrado Jehová el Señor…….
A partir del cap. 7 y hasta el cap. 9, se muestran las “visiones” de Amós, que son en realidad sueños proféticos o pesadillas sobre el futuro. Amós
introdujo tres en el cap. 7, una en el 8 y una en el 9, junto a una promesa gloriosa (cap.9) Las primeras dos ilustraron el compromiso del
Señor para librar a un remanente de la destrucción, mientras que las últimas
tres ratifican el carácter inevitable de ese juicio.
La
cuarta visión o sueño que Amós experimentó pudiera haber resultado de una
visita al mercado de Samaria. Vio una canasta de frutas tan maduras que estaban
a punto de estropearse (vv.1-3). En hebreo la fruta en estas condiciones se conocía
como “qayis”, fruta tan madura que estaba a punto de estropearse, en tan mal
estado que no se podría comer.
Enseguida vino la palabra de Dios. “¡Ha llegado el fin… no lo soportaré más!” El
momento de cantar endechas había llegado; habría tantos muertos que no quedaría
más energía ni voz para cantar los cantos fúnebres. La palabra "fin", es una palabra muy difícil de emplear
en el discurso profético; significa el fianl o muerte de algo, no quedaría nada para la nación.
Solamente
Dios puede crear algo “nuevo” después de la muerte, o el fin de una nación o persona; (Is.43:19 y 1 Corintios 15). Amós sabía que el fin de la nación era
inminente, pero también sabía que los planes de Dios nunca llegan a su “fin”.
Dios queda en control; él seguirá su plan perfecto por la eternidad.
Seguidamente
cambia la dirección del juicio de Dios, contra la avaricia (vv. 4-10). Este mensaje
es muy semejante a otros que comienzan con un llamado a oír la Palabra de Dios.
Es dirigido a los que explotan a los pobres. La sociedad de Israel había dejado
de ser una comunidad que vivía de la agricultura y se había convertido en una
que vivía del comercio. Era un cambio radical para todos. Amós toca de nuevo
los temas que resalto en el capítulo 2.
En
los vv. 4-6 el profeta ataca el fraude en el comercio: empleaban medidas más pequeñas
que las del tamaño oficial y utilizaban balanzas falsas. Todo esto se hacía en
los negocios sin pensar en los pobres que compraban con sacrificio estos
artículos básicos para la comida diaria: el pan. Con balanzas alteradas, los
comerciantes disminuían las cantidades y aumentaban el costo de la mercancía. Se
entiende que un pueblo consagrado a Dios no debía hacer semejante injusticia a
su prójimo, a quien debe amar porque Dios lo manda (Lev.19:13-18).
Estos
versículos muestran que la intención de los que poseían más, era acabar con los
agricultores pequeños y los pobres, endeudándolos hasta que perdieran sus
tierras, sus casas y su independencia, hasta que no les quedara más remedio que
venderse a sí mismos o a sus hijos como esclavos.
Es
muy fácil decir: “En 100 años nadie se acordará de lo que hacemos hoy”. El
pueblo tenía un concepto de un Dios benévolo; había hecho caso omiso a tantos
pecados y todavía ellos existían como nación. Es más, habían alcanzado un nivel
de prosperidad como la de Salomón, plena evidencia de que Dios no los
consideraba tan malos. Por otro lado, seguramente muchos pensaban que el Dios
de las estrellas y toda la tierra, no dedicaba tiempo a pensar en una nación
tan pequeña. Era obvio, pensaban, que no le importara a Dios lo que la gente
hacía en este país pequeño al lado del mar Grande.
Estos
pensamientos estaban muy lejos de la mente de Dios. Dios no paga cada viernes,
pero sí paga finalmente. Amós dice que Dios ha jurado por el orgullo de los
hijos de Jacob que no iba a pasar por alto los pecados de esta gente que estaba
consciente de lo que hacía.
Amós
ya no hablaba solamente de un ejército humano que iba a invadir sus
territorios; también hablaba de un terremoto de proporciones desconocidas hasta
aquel entonces. La tierra se iba a mover como un río agitado con distintas
cascadas enormes de agua que se precipitarán de las montañas (vv. 8-9). Es más,
todo sería acompañado con un eclipse de sol como nunca se ha visto antes. Se dice
que hubo un eclipse parcial de sol, visible en Israel el 15 de junio del 763 a.C.
y otro el 9 de febrero del 784 a.C. Sin embargo las palabras de Jesús en Mt. 24:6-8
nos
revelan, que vendrán desastres naturales y una gran tribulación en su regreso.
En
los vv. 11-14, el profeta revela el hambre y sed que se iba a manifestar, por la
Palabra de Dios. El hambre más grave no se satisface con carne y pan. Esta gente
tenía todo; no había lujos, que ellos no pudieran comprar. Pero en su corazón
había un gran vacío. Deseaban escuchar una palabra genuina de Dios. Sus
profetas y sacerdotes falsos decían siempre lo que más les agradaba, pero la
gente supo que esto no era una palabra de Dios. Al fin se quedarían
absolutamente solos. No sabían qué hacer ni cuál dirección debían tomar, ni
quien les orientase.
Esta
nación, distinta de las demás, se fundó sobre la Palabra de Dios. Dios les
había ordenado todo: lo que debían comer, cómo debían vestirse, los animales
que debían domesticar, cómo debían vivir, cómo debían tratar a los ancianos, a
los enfermos y a los extranjeros. ¡Y ahora, nada! Dios había retirado su consejo,
su enseñanza, su Palabra, dejándolos a su suerte, sin una palabra de consejo,
de orientación. Este pueblo dependía totalmente de la Palabra de Dios.
Sus
peregrinaciones a los santuarios de Samaria, Dan y Beerseba serían inútiles;
ellos morirían junto a los ídolos que nada podrían hacer para salvarlos. Amasias
le había prohibido a Amós proclamar la Palabra de Dios en Samaria y Betel;
llegaría el momento cuando la generación se diera cuenta de la gran verdad: “no
solo de pan vivirá el hombre, más de todo lo que sale de la boca del Señor” (Mt.4:4).
Hoy en día, como en la época de Amós, muchas personas en realidad desean una
palabra de Dios para orientar su vida pero no saben dónde hallarla. Debemos
predicar y enseñar la palabra de Dios. Ella nos orienta hacia la liberación del pecado y a
la vida que solamente Cristo puede darnos.
Lo
más triste es que en el caso de esta profecía el resultado de esta hambre por
la Palabra de Dios es la muerte. Ellos jugarían por los santuarios humanos en
lugar de buscar al Dios de toda la creación. A través de los siglos el ser
humano ha pensado que la manera de obtener una bendición especial es hacer un
peregrinaje a algún santuario renombrado. En el caso de Israel iban a Dan,
Betel, o a Beerseba. Fuera donde fuera, no les sería de ningún beneficio porque
serían destruidos junto a los templos y nunca más se levantarían.
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