OSEAS 9 – Ps Jose Guerrero
Religión sin pacto
Ose 9:4 No harán libaciones a Jehová, ni sus sacrificios le serán gratos; como pan de enlutados les serán a ellos; todos los que coman de él serán inmundos. Será, pues, el pan de ellos para sí mismos; ese pan no entrará en la casa de Jehová.
En medio del reinado de
Oseas cuando el pueblo había olvidado el horror del año 732, el profeta predica
una vez más. Sucede durante la fiesta de los Tabernáculos. Su mensaje era que habían
convertido la fiesta de los tabernáculos en una fiesta de fecundidad. En Israel
esta celebración había perdido toda relación con el éxodo de Egipto y con la
liberación que proveyó su Dios. La era y el lagar recibieron toda atención en
esta fiesta de la cosecha. Como resultado, Israel adoró a Dios según las
prácticas del baalismo. Por eso, el Señor rechazó completamente la celebración
de esta fiesta cúltica. Una vez más Israel escuchó una maldición de futilidad
en lugar de una bendición de fertilidad que esperaba oír del profeta.
Oseas vuelve a la metáfora
de la prostituta para describir a Israel (v. 1). Interrumpe la celebración del
pueblo en Betel, con demandas para que cesaran estos actos “paganos”. Adorar al
Señor como si fuera Baal era quebrantar el pacto y cometer “prostitución
espiritual”. No encontrarán gozo ni sostén en sus celebraciones. No porque les
faltará la mies; sino porque irán al cautiverio (v. 3). La frase la tierra de
Jehová hace hincapié en que la tierra no pertenecía a Israel y que
definitivamente no pertenecía a Baal, ¡era del Señor!
Sin embargo, Israel no lo
reconoce y todavía trataba de dirigir su propio destino. De nuevo, el rey forma
un nuevo pacto con Egipto en otro esfuerzo para obtener la independencia, pero
esta política también se frustraría. Israel experimentaría el cautiverio a
manos de los asirios. Según el v. 6, si algunos huyen a Egipto para escapar de
la guerra, su asilo será Menfis, el sitio de las grandes pirámides. Es decir,
su único refugio sería la tumba.
En el v. 4 Oseas señala que
las libaciones y los sacrificios en realidad no son ofrecidos al Señor, sino
que eran para ellos mismos, era la práctica de una religión sin pacto. El
pueblo tenía que contemplar, de que el lugar donde se hacia esta celebración de
la fecundidad, se convertiría en una desolación de espinos y la ortiga (v. 6).
Sus moradas, las carpas y las chozas utilizadas en esta fiesta de la cosecha,
no existirían más. El profeta declara que había llegado el fin y el castigo, había
comenzado iniciado (v. 7).
En el v. 8 por primera vez
el profeta se llama centinela o atalaya, título que se repite en Jeremías,
Ezequiel e Isaías. Sin embargo, el profeta que trabajaba con su Dios para
avisar a Israel cuando el peligro se acercara, sufriría la condenación de su pueblo porque
ellos no querían escuchar el mensaje del juicio. Israel lo trataba con
hostilidad por todo el país. Como los israelitas destruyeron un hombre de Dios
en Gabaa (Jue. 19–21), ahora tratan de destruir a Oseas. Con
estas acciones el pueblo muestra que sí practicaba una religión, pero no es la
del pacto que Dios hizo con Moisés; era la de la fertilidad. Por eso, sería
castigado.
Los días de Gabaa (v. 9) recuerdan
los hechos atroces relatados en Jue.19:1-30; Jue.20:1-48; Jue.21:1-25. Al igual
que ellos, el pueblo había caído en insensibilidad moral y cada uno hacía lo
que bien le parecía. La mención de este hecho pudiera relacionarse con la falta
de consideración al levita y su concubina, como también así al profeta Oseas,
quien es objeto de menosprecio y burla al ser considerado loco, cuando en
realidad era un centinela para Efraín.
Los vv. 11-12 declaran las
consecuencias del pecado de Israel. Efraín (v. 11) había perdido su gloria, la
presencia de Dios. Porque el Señor es quien da vida a Efraín, sin su presencia
Efraín no experimentaría nacimiento, ni embarazo, ¡ni aun concepción! Aun si
los de Efraín tuvieran hijos, Dios declara que los mataría totalmente. Sin el
Señor no hay fecundidad.
En el v. 13 Dios declara que
Efraín no tiene asegurada la fertilidad por medio de sus hijos, sino que los
estaba guiando a la muerte. Oseas interrumpe el discurso
divino con la oración del v. 14. El profeta intercede pidiendo que se apacigüe
el castigo. Lo que él propone es no tener hijos; esto sería mejor que tenerlos
y luego verlos morir.
No obstante, Dios sigue con
su discurso. Señala que Gilgal es el punto central del pecado de Israel. El
Señor “odia” (v. 15) o toma aversión a Israel en Gilgal. En Gilgal Israel llegó
a ser enemigo de Dios. Por eso, Dios echará a Israel de su “casa”, la tierra de
Israel. Dios recalca que la meta de la adoración sincrética nunca se realizaría,
porque no era una adoración pura y
aceptable. Israel sufriría el juicio completo.
Oseas termina el capítulo
con otra interjección (v. 17). Esta vez expresa Oseas su aceptación y
aprobación del juicio de Dios. Ahora no estaba dividido entre su pueblo y su
Dios, sino que estaba completamente al lado del Señor. Era su victoria personal
al afirmar: “Mi Dios…”. Romper el pacto era perder la relación con el Dios que
da la vida auténtica.
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