OSEAS 14 – Ps Jose Guerrero

La respuesta de Dios

Ose 14:1 Vuelve, oh Israel, a Jehová tu Dios; porque por tu pecado has caído. 

Este cap. 14 concluye la tercera sección del libro con una palabra de esperanza para el pueblo de Dios. La primera parte de esta unidad es una confesión que Oseas ofrece al pueblo (vv. 1–3). La segunda parte (vv. 4–8) es la respuesta que Dios daría si su pueblo hiciera suya esta confesión. Estas palabras de salvación no prometen a Israel algo que sucederá automáticamente, sino que ofrecen una posibilidad de salvación que es condicional. Israel tendrá que arrepentirse en verdad para que se cumpla esta palabra del profeta Oseas.

Oseas insiste en que Israel tiene que arrepentirse: “¡Vuelve, oh Israel…!” (v. 1). Esta necesidad de volver era aún más urgente porque Israel había caído, o había tropezado como lo dijo el profeta (5:5). Esta palabra de Oseas procede de los mismos días de la destrucción de Samaria en el año 722; son las últimas palabras del profeta. La nación había caído, pero el pueblo de Dios todavía podía acercarse al Señor si tomaba esta confesión como un acto de arrepentimiento. Habia de confesar su pecado: “Quita toda la iniquidad…“ (v. 2). El hombre tiene que reconocer que es pecador.

La confesión concluye en el v. 3 con un voto que rechaza toda infidelidad a Dios tanto en la política como en la religión. Israel debía declarar que no pondría su confianza en una alianza política con Asiria. Tampoco lo haría con Egipto, en referencia a los famosos caballos de Egipto, que eran usados para carros de guerra.  Esta confesión también debía incluir la declaración que Israel de que no confiaría otra vez en ningún culto extranjero con sus ídolos y ritos de fecundidad, y reconocerían que el Señor encontró a Israel y que lo adoptó llegando a ser “hijo”.

La última parte de estas últimas palabras de Oseas traía algo más sorprendente. Si Israel se arrepentía, entonces Dios salvaría a su pueblo. La sorpresa no es que Dios los sanaría o los amaría; más bien, que Dios  los utilizaría para darse a conocer.

En los vv. 5-8 Dios se describe a sí mismo con dos símiles: como el rocío (v. 5) y como el ciprés verde (v. 8). Las dos figuras son una adaptación del lenguaje del baalismo y muestran la manera audaz de Oseas de aplicar los símbolos del baalismo al Dios de Israel. Sus palabras declaraban que Dios es el Señor y que solamente el Señor es quien puede proveer la fecundidad en cada aspecto de la vida.

El rocío puede ser la diferencia entre la vida y la muerte en el desierto. Dios es esta diferencia, y solamente mediante su presencia divina Israel crecería. El lirio blanco de Galilea simboliza belleza y fertilidad, y las raíces del cedro de Líbano simbolizan poder y permanencia. El olivo, que puede vivir y producir fruto por mil años, también es un símbolo de fertilidad y permanencia. Israel tendría en Dios todo lo que buscó en vano en Baal.

El v. 7 anticipa el símil del v. 8 cuando habla de la sombra de Dios: “Se sentarán bajo mi sombra” (v. 7). Empleando los símbolos del trigo, la vid y el vino de Líbano, una vez más Dios promete a Israel una vida abundante bajo su protección. ¿Por qué Israel pensaría en ídolos si en realidad puede recibir todo lo que necesita del Señor? Entonces Dios se compara con un árbol: Yo soy como el ciprés verde (v. 8).

En los lugares altos del baalismo,  el árbol sagrado representó a la diosa de fertilidad. Aquí el Señor declara en una manera inolvidable que él mismo, y solo él, es la fuente de vida para Israel. Además, el ciprés verde crecía en abundancia en las montañas de Israel y Judá. Este árbol es el símbolo perfecto para decir que Israel no tiene necesidad de importar a un dios extranjero; es del Señor que Efraín recibirá su fruto. Si se arrepienten, la promesa es segura.

El último versículo del libro de Oseas forma una conclusión de todo el libro que nos desafía a contextualizar su mensaje de una manera sabia. Que resume toda la enseñanza previa. Aquí solamente emplea Oseas el término “justos,” tan raros eran tales caracteres en ese tiempo. Hay en la palabra de Dios bastante de la clara verdad salvadora, para guiar a aquellos que humildemente buscan la salvación, y bastante de dificultades, para confundir a los que, por curiosidad, tratan de desenredarlas, en vez de buscar prácticamente la salvación.

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