Joel 2:18-32– Ps Jose Guerrero

El Señor tuvo piedad

Joel 2:18  Y Jehová, solícito por su tierra, perdonará a su pueblo

Esta sección del libro alimenta esa esperanza. Sin esta esperanza la profecía de Joel solo nos traería desesperación. Esta promesa de perdón debió haber alentado al pueblo a arrepentirse. A partir del v. 18, el texto hace una transición decisiva y el resto del libro se dedica al tema de la restauración. Esto sucedería solo si el pueblo buscaba vivir de la manera que Dios quería que lo hiciera, renunciando a sus pecados. Donde hay arrepentimiento hay esperanza.

El pueblo no tenía por qué quedarse postrado en una actitud de derrota. Dios les ofrece una nueva oportunidad. Dios promete proveerles lo necesario para su subsistencia: “seréis saciados”. También extiende la promesa de protegerlos: “Nunca más os entregaré como afrenta en medio de las naciones” (v. 19). Esto último marca el final del estado vulnerable del pueblo de Dios ante los pueblos enemigos. 

Lo que venía del norte aludía a todo aquello que amenazaba la estabilidad, paz y seguridad de la nación (v. 20). La promesa era que Dios alejaría de ellos cualquier amenaza. Lo más inmediato era la plaga de langostas. La destrucción de estos insectos causaría malos olores, señal de muerte. ¡Porque habían hecho grandes cosas! se refiere a la gran devastación causada por estos insectos.

La tristeza, el dolor y la desolación quedaban atrás; son cosa del pasado. Dios ya había iniciado un proceso reversivo; había comenzado a mostrar su amor y misericordia para con su pueblo (vv. 18-20). Esta nueva sección tiene un marcado contraste con todo lo visto en los pasajes anteriores. Se completa el cuadro de redención y restauración. Los beneficiarios eran la tierra, los animales y la gente misma (vv. 21-23).

La tierra había sufrido todos los estragos mencionados anteriormente. Ahora se le invita a no temer, sino a confiar en Dios. La devastación ocasionada por la plaga se ve como un gran mal contra la naturaleza. Pero, ahora, Jehová había hecho grandes cosas, aludiendo al proceso de restauración iniciado, y al hecho de que la plaga había desaparecido (v. 20). Los animales recibirían el mismo mensaje. La promesa era que tendrían lo necesario para subsistir. El hecho de que los pastizales reverdezcan, habla de lluvias que el campo tanto necesitaba. Lo demás era un corolario: los árboles producirían fruto abundante (v. 22).

Los hijos de Sion, los habitantes de la tierra de Judea, también debían confiar en Dios, principalmente por la lluvia que él había enviado en su justa medida. Dios había actuado de manera justa y en el tiempo apropiado. Jehová estaba haciendo todo lo necesario para el bien del pueblo, en contraste con todo lo visto anteriormente (1:11-12) y lo cual debía ser suficiente motivo para provocar el regocijo en la gente. Lo más importante es que aquí Dios se comprometió a cuidar de su pueblo y a otorgarles aquello que les ofreciera el sustento y la seguridad necesarios, y hacerlo abundantemente (v. 24).

El v. 25 deja claro que lo que el profeta había señalado era la devastación sufrida por una plaga de langostas, “comandada” o enviada por Dios mismo: “mi gran ejército, ejecutores del juicio divino”. Pero ahora el Señor prometía revertir el proceso (vv. 26-27).

Hay cuatro promesas muy importantes al respecto: (I) Proveer el sustento necesario: “comeréis hasta saciaros”; (II) devolver al pueblo la alabanza: “alabaréis el nombre de Jehová, lo cual habla de restaurar la comunión con el Señor”.  (III) Protección: “y nunca más será avergonzado mi pueblo”; es decir, no sería vulnerable a los ataques naturales o de sus enemigos. (IV) La presencia divina como sello a la promesa anterior: “estoy en medio de Israel”.

DE vv. 28-32 e inclusive parte del cap.3, muestran la parte futurista de Joel, desde la perspectiva y contexto históricos del profeta. Prácticamente es una extensión de las promesas de restauración observadas en 2:12-27, porque habrían de realizarse en algún tiempo futuro. Aquí el profeta añade un tono apocalíptico/escatológico, al concepto del día de Jehová. Ahora sí, como un día de vindicación para Israel y de juicio para las otras naciones.

El profeta Joel menciona el futuro advenimiento del Espíritu, como un acontecimiento histórico (Hc.2:4, Hc 2:16-21), que se quedaría permanentemente. Su llegada sustituyó a Jesús y desarrolló el más grande poder en la vida de los discípulos. Al principio el Padre se nos reveló como el Creador y Sustentador, luego se nos reveló en el Hijo y “vimos su gloria”. Estuvo treinta y tres años en la tierra. Pero con la llegada del Espíritu Santo, Dios el Padre y Dios el Hijo “haciendo morada” para siempre con el hombre.

La expresión sucederá después (v. 28) marca un tiempo indefinido en el futuro. La promesa del Señor es espiritual: “derramaré mi Espíritu sobre todo mortal, es decir, la habilidad de entender, interpretar y proclamar la voluntad divina (portavoces del Señor). Dios iluminará la mente y el corazón de las personas para que puedan discernir y proclamar su palabra (voluntad).

Tanto hombres como mujeres, ancianos y jóvenes, esclavos y libres, participarán de esa labor espiritual (vv. 28-29). Los sueños y las visiones son medios por los cuales los antiguos recibían mensajes proféticos, y conocían la voluntad de Dios. La promesa es que Dios derramará su Espíritu como manifestación de su gracia divina. Pedro interpretó la venida del Espíritu Santo en Pentecostés como el cumplimiento de esta promesa; pero él la aplicó tanto a los judíos como a los gentiles (Hc.2:16).

Los vv. 30-31 sugieren que el derramamiento del Espíritu será otra de las señales del día de Jehová. El lenguaje en estos dos versículos es apocalíptico; es decir, usa imágenes simbólicas que presagian eventos relacionados con los planes de Dios. Incluirá toda la tierra, (cielos y tierra) naturaleza, todo lo creado. Seguido presenta figuras bélicas: sangre, fuego y columnas de humo, todo lo que acompaña una guerra.

El profeta señala al evento mismo y sus resultados. Las señales cosmológicas (v. 31) son figuras que acompañan un juicio divino. Sin embargo, hay que recordar que muchas veces el fuego es símbolo de juicio y purificación. El contexto parece apuntar al hecho que el derramamiento del Espíritu estaría acompañado de manifestaciones cósmicas, o señales extraordinarias. Esto pudo haberle servido a Pedro para identificar la venida del Espíritu Santo como el cumplimiento de la profecía de Joel.

El v. 32 apunta al “plan de salvación” de parte de Dios. Invocar el nombre de Jehová significa entrar en comunión con él, en obediencia y adoración. Es “aceptar” a Dios como su Dios. Esta es la única manera de “escapar” del juicio divino, ya sea la plaga de langostas (Israel) o en el juicio final (Ro.10:9-13). 

Jerusalén era el centro de la manifestación divina, lugar donde estaba el templo y desde donde, según el pensamiento hebreo, Dios comunicaba su voluntad. También era el centro de adoración para los judíos. Sera el lugar donde estarán los libertados. La promesa de salvación será para aquellos que Jehová haya llamado, una frase que hace referencia a aquellos que hayan respondido al llamado de Dios.

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