Gálatas 1 – Ps Jose Guerrero

No hay otro Evangelio

Gál 1:6  Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. 

El apóstol Pablo inicia el libro presentando la misma autoridad apostólica, que manifestaron los doce apóstoles que caminaron con Jesús (v. 1). Como los apóstoles, Pablo fue comisionado por Jesús (Hc.9:15). No fue asignado por hombres, sino directamente de Cristo y Dios Padre. Su ministerio estaba basado en Jesucristo, que vive y no está muerto.

Después de haber defendido su autoridad como apóstol, Pablo menciona algunos hermanos en la fe que estaban en unidad con él en su evangelio y en sus preocupaciones por los gálatas. Los destinatarios de esta epístola eran las iglesias que estaban en Galacia, las iglesias que Pablo fundó en Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe durante su primer viaje misionero. (v. 2)

En el v. 3 ataca el sistema legalista de los judaizantes. Si la salvación es por obras como ellos afirmaban, no es por "gracia" y no puede resultar en "paz", porque nadie puede estar seguro de tener obras suficientes para tener seguridad eterna.

La gracia y la paz de Dios se muestran en la muerte de Cristo (v. 4). Jesús se dio a sí mismo por nuestros pecados. El énfasis del evangelio no está en lo buena que es la humanidad sino en el sacrificio de Cristo. En su gracia, él satisfizo la justicia de Dios por nuestros pecados. El regalo de la salvación es recibido cuando es aceptado; el resultado de la salvación son las buenas obras.

El tema del evangelio no es simplemente justificación por la fe sino también santificación. El creyente es salvo para caminar en santidad, en hacer aquello que agrada a Dios; ésta es la voluntad de Dios. En otras palabras, Jesucristo rompió las cadenas del pecado. Él nos compró para servirle, somos libres para servir a Dios. Este concepto es diferente al de los judaizantes, que enseñaban la justificación por hacer las obras legalistas.

Después del saludo, Pablo refiere el problema que existía con los gálatas. Luego de haberles compartido el evangelio de gracia, los cristianos en Galacia habían aceptado otras enseñanzas que eran contrarias al evangelio. Pablo comienza su exhortación (v. 6) su asombro del alejamiento del verdadero evangelio. El mensaje de los falsos maestros era de imponer a los cristianos requisitos de la ley (especialmente la circuncisión) como parte del evangelio.

Pablo aclara que solo hay un evangelio (v. 7), aunque algunos tenían en mente hacer cambiar a los gálatas del evangelio de gracia. El método empleado era cambiando su contenido. Cuando se cambia la Palabra de Dios, la fe es contaminada con otras ideas que no son de Dios. El cambiar el evangelio es la peor tragedia que puede ocurrir.

Los gálatas no debieron recibir a ningún mensajero, sin importar sus credenciales. Porque si su doctrina de salvación difiere en los más insignificante de la verdad de Dios revelada a través de Cristo y los apóstoles, entonces este debe ser considerado “anatema”. Esta palabra se traduce como "maldito", y se refiere al acto de dedicar alguien a su destrucción en el infierno eterno. (v. 8). Esta exhortación era tan seria que Pablo la repite (v. 9).

La motivación de Pablo en el pasado, era ayudar a sus compatriotas judíos cuando solía perseguir a los cristianos. Pablo se había convertido en un esclavo (v. 10) de Cristo, lo que le costó un gran sufrimiento (6:17). Esa clase de sacrificio personal es todo lo opuesto a la meta de agradar a los hombres (6:12).

En el v. 11 Pablo declara que el evangelio que predicaba no era de origen humano, pero los gálatas seguían una religión, como las demás, que se basan en la justicia por obras cuyo origen es el orgullo del hombre y el engaño de Satanás.

Como los apóstoles que estaban en Jerusalén habían recibido el evangelio de Cristo, también Pablo lo recibió directamente por revelación divina (v. 12). Esta verdad es contraria a algunos que decían que Pablo había recibido el evangelio de los otros apóstoles.

Los judaizantes podían preguntar: ¿Podía Pablo comprobar a los gálatas que su evangelio era de Dios? Pablo les recuerda cómo era su vida antes de tener un encuentro personal con Cristo en el camino hacia Damasco (Hc. 9). Pablo antes era conocido como Saulo y era un hombre que tenía una buena reputación en el judaísmo (Fil.3:5-6). Saulo perseguía a la iglesia de Dios en gran manera (v. 13). Esta persecución era una con un celo fanático para destruir por completo el cristianismo.

Su persecución estaba vestida con un manto de religiosidad. Pablo, en su vida pasada, era un devoto del judaísmo y se destacaba en él (v. 14). Tanto fue su amor y celo en el judaísmo que creció más que sus contemporáneos. El Apóstol no solamente conocía y vivía el AT sino que su celo iba un paso más hacia las tradiciones de los padres. No fue hasta que Cristo lo confrontó y le encomendó predicar el evangelio a los gentiles que la vida del Apóstol cambió.

El Apóstol explica cómo cambió cuando Jesús se le reveló (vv. 15-16). Su conversión no fue por influencia de hombres sino directamente de Dios. Su conversión no se puede explicar en una lógica humana, sino que fue un hecho de Dios. ¿Cómo se puede explicar que un perseguidor y destructor de la iglesia se haya convertido para unirse a ella? Lo que Dios hizo en Pablo fue por su propio deleite. En el caso de Pablo, Dios se agradó de escogerlo como instrumento para su servicio.

Después de su conversión, Pablo fue a Arabia de los nabateos (v. 17), una región desértica que se extendía al este de Damasco alrededor de la Península del Sinaí. Después de ser preparado para el ministerio por el Señor, él regresó para ministrar cerca a Damasco. El punto entonces es que el Apóstol no consultó a los apóstoles ni fue a Jerusalén, sino que fue al desierto probablemente a estudiar y pensar en su experiencia. También fue al desierto a conocer más acerca del evangelio que se le había encomendado. Después de un tiempo, Pablo regresó a Damasco.

El Apóstol regreso a Damasco tres años después de su conversión, viajó a Jerusalén con el propósito de ver a Pedro (Hc 9:26-31). Fue en esta visita que el Apóstol vio a Pedro y estuvo con él quince días (v. 18).

El Apóstol fue a Jerusalén para conocer a Pedro, quien era el principal orador entre los apóstoles. Vemos aquí a dos grandes hombres con ministerios diferentes pero con un mismo evangelio y un mismo propósito. Pablo decide ver a Pedro para tener compañerismo. Aquí hay una lección muy importante para los obreros en la viña del Señor. Aunque tengamos diferentes ministerios, el evangelio es el mismo. Es necesario humillarse y buscar el compañerismo de otro sabiendo que en la unidad hay fortaleza.

Pablo comenta que en su estadía en Jerusalén no vio a los otros apóstoles excepto a Jacobo (v. 19). Jacobo fue uno de los cuatro hermanos de Jesús (Mr.6:3). También Pablo menciona los hermanos de Jesús con los apóstoles (1Co.9:5). El Apóstol les asegura por medio de un juramento que él está diciendo la verdad (v. 20). Recordemos que Pablo se está defendiendo de acusaciones falsas que fueron inventadas por los judaizantes, de que su evangelio no fue transmitido directamente por el Señor. Cuando visitó a Pedro y Jacobo, Pablo ya había estado predicando el evangelio por un largo tiempo.

Pablo continúa su narración en el v. 21 y les explica qué pasó después de su visita a Jerusalén. El Apóstol fue primeramente a Cilicia, que es la región donde está Tarso. Según Hc.9:29-30, la partida de Jerusalén fue motivada por un grupo que estaba contra Pablo y procuraba matarle. Los hermanos en Jerusalén lo sacaron de la ciudad por el puerto de Cesarea rumbo a Tarso, donde predicó un tiempo hasta que Bernabé lo invitó a venir a Siria (Hc.11:19-20).

El Apóstol se quedó como maestro en Antioquía y fue allí donde por primera vez los discípulos de Cristo se llamaron cristianos (Hc.11:20-26). Después de enseñar un tiempo, el Espíritu Santo lo separó con Bernabé para emprender su primer viaje misionero (Hc.13:1-3). Lo que el Apóstol insinúa al mencionar dos regiones lejanas de Jerusalén es su independencia de los apóstoles y de Jerusalén; su ministerio estuvo totalmente separado de las regiones donde prevalecía el ministerio apostólico de Jerusalén.

La ausencia de Pablo de Jerusalén fue tan prolongada, que las iglesias de Judea no conocían a aquel hombre transformado (v. 22). Las iglesias en Judea fueron formadas por la salida de cristianos de Jerusalén, por la persecución luego de la muerte de Esteban (Hc.8:1-2). Ellos no habían visto a Pablo después de su conversión, pero sí oían que la misma persona que estuvo involucrada en esa persecución, ahora predicaba el nombre de Jesús que antes asolaba (v. 23).

Las iglesias de Judea glorificaban el nombre de Dios al oír esta noticia. Era un testimonio que exaltaba el poder de Dios (v. 24). La intención del Apóstol era dejar claro que después de su conversión, él no había predicado alrededor de Jerusalén, excepto las visitas a esa ciudad que mencionó. Él era totalmente independiente de los apóstoles y de Jerusalén, y totalmente dependiente de Cristo.

Sólo hay un camino dado por Dios para el perdón de nuestros pecados: creer en Jesucristo como Señor y Salvador. Ninguna otra persona, método o ritual puede dar vida eterna a una persona. 

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