Daniel 4.1-27 – Ps Jose Guerrero

¿Quién es el soberano?

Dan 4:4-5  Yo Nabucodonosor estaba tranquilo en mi casa, y floreciente en mi palacio. Vi un sueño que me espantó, y tendido en cama, las imaginaciones y visiones de mi cabeza me turbaron. 

Nabucodonosor, turbado por el poder absoluto sobre su inmenso imperio, se engañó a sí mismo pensando que él era dios. Este capítulo trata principalmente del tema: ¿Quién es el soberano?

Comienza con una “carta abierta” del rey dirigida a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra (v. 1). Por la obra de Dios en su propia vida, él declara los beneficios de Dios, las señales y milagros de él (v. 2), reconociendo que el reino de Dios es un reino eterno (v. 3). Sigue alabando a Dios en gratitud y muestra una inclinación hacia la fe judaica. Sin embargo, su pasado todavía se haría presente en otro sueño.

En los vv. 4-9 se muestran tres partes: la perplejidad del rey (vv. 4–6), la incompetencia de los expertos (v. 7) y el renombre de Daniel (vv. 8-9). El rey estaba disfrutando de la tranquilidad y prosperidad, cuando de pronto, vino algo de parte de Dios que le perturbó. Era un sueño que no podía comprender, y por eso buscó ayuda primero de los sabios de Babilonia, expertos en sueños.

Los expertos fallaron en interpretar el sueño porque usaron la sabiduría del mundo, y Dios deseaba exaltar su palabra. Seguidamente entró… Daniel (v. 8) al que llamaban Beltsasar, “el nombre del dios”. La capacidad de Daniel para interpretar sueños no provenía de ese dios pagano. El rey pagano reconoció que Daniel tenía algo que los demás no tenían, afirma que “tenía el espíritu de los dioses santos” (v. 8-9), o, según otra traducción, “en quien hay espíritu del Santo Dios”.

Nabucodonosor reconocía que el Dios de Daniel era diferente a sus dioses. La pregunta era ¿Cuál es el más grande? Este rey no se sometía a Dios, pero admite que la verdadera divinidad se hallaba en Daniel (vv. 2–3). Aunque Daniel era jefe de los magos, su sabiduría no vino por posición política, sino por la presencia y el poder del Espíritu de Dios.

Nabucodonosor, engrandecido por su poderío, jamás sería divino y señor del universo. En los vv. 10–18 se enseña que solo Dios es Señor y soberano. Esta porción se puede dividir en tres porciones: un crecimiento universal (vv. 10–12), una sentencia divina (vv. 13–17) y una petición real (v. 18).

El rey relató a Daniel las visiones de su cabeza… (v. 10). Hablando del sueño, dijo: … estas son las visiones de mi cabeza en mi cama. Lo que vio era un árbol en medio de la tierra (v. 10). Era un símbolo del reino y el poder de Nabucodonosor, una amenaza perpetua. El árbol era muy extenso en grandeza, cuya altura era grande… llegaba hasta el cielo (vv. 10-11); era muy fuerte en poder, crecía y se hacía más fuerte y era muy visible hasta los confines de toda la tierra (v. 11). El árbol creaba dependencia en todas las personas: Todo mortal tomaba sustento de él (v. 12). Con la abundancia de su follaje y su fruto proveía comida y protección a todos.

Seguidamente Dios interviene por medio de un mensajero: “He aquí que un vigilante, un santo, descendía del cielo” (v. 13). Era una criatura sobrenatural. Nabucodonosor hablando como pagano, expresó la idea babilónica de seres santos (dioses), de los cuales uno, descendió. Dios intervino con un decreto soberano (v. 14). “Derribad el árbol, y cortad sus ramas, quitadle el follaje, y dispersad su fruto; váyanse las bestias que están debajo de él, y las aves de sus ramas,” el dominio sería terminado

El relato del sueño continúa: Mas la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra (v. 15), indica que la destrucción del árbol no sería total. La atadura de hierro y de bronce. La atadura es una garantía de que Dios protegerá lo que quede intacto y preservará el dominio del rey. Continúa personificando el árbol como un hombre: Su corazón de hombre sea cambiado, y le sea dado corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos. (v. 16).

Nabucodonosor no reinaría por un periodo de siete tiempos (v. 16), habrá otro que gobernaría. Se cree que hace referencia a 7 años. El Rey no viviría como hombre durante ese periodo: viviría como un animal irracional. El propósito de Dios era: que el rey reconociera el señorío del Altísimo (v. 17). Nabucodonosor no reconoció que su vida y su reino, dependían del Dios Altísimo. Este principio espiritual se enseña a lo largo de la biblia: al que se enaltece el Señor lo humilla, y al que se humilla el Señor enaltece.

En los vv. 19-27 se muestra la interpretación del sueño. Inicia cuando Daniel manifestó dolor al aconsejar al rey y vaciló: “quedó atónito por un momento, turbado”. Quiso evitar la necesidad de informar al rey un mensaje de juicio divino. El rey tuvo que reasegurarle: “No te turben el sueño ni su interpretación” (v. 19). Se ve la humanidad de Daniel frente al rey, y su deseo de que el sueño sea para tus enemigos, pero aun así le dio a conocer al rey que la interpretación no le era favorable. Pese al sentir personal fue fiel en su misión.

Comenzando con la descripción del crecimiento, la vistosidad y la dependencia de toda criatura respecto al árbol, interpretó fielmente el sueño: “Eres tú mismo, oh rey” (v. 22); así identificó a Nabucodonosor con el árbol. Como consecuencia de la forma en que vivía y reinaba, se le aplicaría al rey la sentencia del derribamiento del árbol: “hasta que pasen sobre él siete tiempos” (v. 23). Daniel identificó el origen de la interpretación como un decreto del Altísimo (v. 24); así también, con firmeza aplicó el mensaje, a ti te echarán entre los hombres (v. 25).

Además, señaló las condiciones que ocurrirían: “y junto con los animales del campo estará tu morada. Te darán de comer hierba, como a los bueyes, y serás mojado con el rocío del cielo” (v. 25). Daniel pintó el cuadro de una caída desagradable para uno que había subido a lo más alto: “iba a vivir como una bestia entre los animales del campo”.

Además, el sueño indicaba la duración y el propósito de la sentencia: “Siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo es Señor del reino de los hombres y que lo da a quien quiere (v. 25). Era un tiempo fijo, siete períodos de tiempo fijado por Dios para provocar en el rey la reacción deseada. “Y en cuanto a la orden de dejar en la tierra la cepa de las raíces del mismo árbol, significa que tu reino te quedará firme, luego que reconozcas que el cielo gobierna” (v. 26). De alguna manera Dios guiaría el gobierno del imperio de tal forma que todo siguiera normal durante su ausencia del trono.

Además, Daniel le dio a Nabucodonosor un consejo ético recomendándole romper con sus pecados y sus iniquidades mediante la práctica de la justicia:” Por tanto, oh rey, acepta mi consejo: tus pecados redime con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias para con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad” (v. 27).

En el pensamiento hebreo, el pecado indicaba no hacer lo que Dios quería que se hiciera; era estar contra de Dios. La iniquidad significaba doblez de carácter, era algo torcido moralmente. En cuanto a la justicia ponía en una palabra el concepto de ser justo y hacer justicia, produciendo el fruto deseado. El no practicar la justicia era violarla.

Si alguien pensaba que la justicia era simplemente obras de misericordia para con los pobres, no había entendido el significado bíblico de la palabra. La justicia producía hechos debido a la realidad de una relación personal con Dios. El problema que tuvo Nabucodonosor era su falta de conocer personalmente a Dios (una entrega personal), y el hecho de que intelectualmente lo aceptaba como un dios, el Dios de los judíos, pero en realidad él era politeísta.

El interpretar el hacer obras de misericordia como la justicia requerida por Dios para ganar favores, es una interpretación errónea que ha continuado a través de la historia. El consejo bíblico que Daniel le dio a Nabucodonosor era que el entrar en una relación correcta con Dios, le cambiaría la vida totalmente y reflejaría la naturaleza de Dios mismo: tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad (v. 27). Esto tal vez también prepara el camino para lo que sigue.

El hecho mismo de que Daniel llamara al rey a que se arrepintiera indica que podía evitarse el juicio terrible de Dios. Si Nabucodonosor abandonaba sus pecados y se volvía a una recta manera de vivir, mostrándoles misericordia a los pobres a quienes había oprimido, Dios no llevaría a cabo lo que había revelado en el sueño.

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