2Co. 9 - Ps Jose Guerrero

El dador alegre

2Co 9:6  Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. 

En la exposición del capítulo 8 se narra que las iglesias de Macedonia eran usadas como referencia para motivar a los corintios a la ofrenda, pero en el capítulo 9 se presenta una recomendación al grupo entero de iglesias en el sur de Grecia (Acaya). Luego del regreso de Tito de Corintio, Pablo se llena de consuelo e inmediatamente comisiona a Tito a partir a Corinto nuevamente, con el firme propósito de hacer la colecta de la ofrenda para la Iglesia de Jerusalén.

“En cuanto a” (v. 1) se vincula con 8:24, que habla de la confianza que Pablo tenía en los corintios. Además, vuelve a dirigirse a sus lectores sobre la ofrenda, El Apóstol estaba tratando un tema delicado, de modo que su trato fue indirecto y complicado. Deseaba comunicar, sin ofender, y lograr resultados a través de la motivación. No era su intención dar órdenes directas. Su modo de abordar el asunto pone en evidencia que estaba consciente de su “pronta disposición” (v. 2).

Los corintios no necesitaban más información sobre la colecta, pero sí la advertencia de llevarla a cabo. Por eso programó enviar a Tito, y a otros dos, con el fin de ver que los corintios estuvieran preparados en el asunto, así lo afirma el v. 3:”Pero he enviado... preparados". Los corintios habían estado "prontos a querer" hacer la colecta; tenían "buena voluntad" de hacerla. Esto era admirable y ejemplar.

En el v.4 afirma "no sea que... confianza". Había la posibilidad de que todo el gozo de ellos resultara en vano, si llegando a Corinto con Pablo algunos hermanos macedonios hallaran a los corintios desapercibidos, respecto a la ofrenda. Tal situación habría causado para Pablo vergüenza, sin mencionar la vergüenza que tendrían que sentir los mismos corintios.

Al enterarse por primera vez de la necesidad, los corintios habían prometido a Pablo que recaudarían una suma considerable (v. 5). No era "codicia" o "avidez", ni menos el deseo de acaparar para quedarse con algo de ella a expensas de otros. Si hay codicia entonces hay egoísmo y el orgullo, que puede resultar ser destructivo en la ayuda a los demás, y es natural en los incrédulos pero no debería serlo para quienes profesan ser creyentes

A partir del v. 6 Pablo enseña el efecto de dar en el creyente. Para eso usa un principio de la agricultura, que señala que la cosecha va en proporción directa a la cantidad de semilla que se siembra. Esto se refiere que si un creyente da por fe y confiando en Dios, con la intención de producir la bendición más grande que sea posible en otros, entonces ese individuo recibirá el mismo tipo de cosecha en términos de bendición personal. Dios da el crecimiento conforme a la cantidad invertida en su reino. Si se invierte poco se recibe poco, y viceversa (Lc.6:38).

En el v.7 introduce el término "propuso" como un plan de acción premeditado y predeterminado que se hace de corazón y de manera voluntaria, no como algo impulsivo u obligatorio. Este es un principio bíblico antiguo que se aplica al acto de dar (Éx.25:2). Luego introduce el término “con tristeza” que se puede traducir " con remordimiento", lo cual indica una actitud de depresión, disgusto y vacilación que acompaña a algo que se hace por un sentido del deber, sin gozo en absoluto. Y añade también “por necesidad” o "bajo imposición". Esto se refiere a presión y coerción externas, las cuales van acompañadas casi siempre por legalismo.

Los creyentes no deben dar con base en las demandas de los demás o conforme a algún parámetro arbitrario o a cantidades prefijadas. Dios ama al dador alegre. Dios tiene un amor especial y único para los que se mantienen felices en su compromiso de dar con generosidad. En otras palabras Dios ama al corazón entusiasta que se emociona con cada oportunidad de practicar la generosidad.

En el v. 8  afirma: "Y poderoso es Dios... buena obra". Nadie puede decir que no tiene para ofrendar. El Dios poderoso hace que todo servidor suyo tenga lo suficiente para poder abundar en toda buena obra. La palabra "gracia" en este contexto se refiere al favor de Dios en bienes materiales. Dios promete esta gracia al que le obedece. El que dispensa bienes para socorrer a santos necesitados recibe de Dios esta gracia, y siempre tiene la provisión.

En el v. 9 Pablo cita el AT (Sal_112:9) para respaldar lo que había dicho acerca de los principios divinos de dar y recibir. Dios reabastece y recompensa al dador justo tanto en el tiempo como en la eternidad. Referente a “Su justicia (o sea, sus actos de justicia, entre otras cosa el dar a los necesitados) permanece para siempre en que siempre tiene provisión para dar a los pobres. Dios ve por ello. El que no teme a Dios ve en cada dádiva posible un empobrecimiento de sí mismo, mientras que el que teme a Dios confía en El que le bendice suficientemente para siempre tener lo necesario a pesar de haber dado de sus bienes a otros.

En el v. 10 Pablo cita Is. 55:10 como apoyo adicional del AT. El mismo Dios quien es fiel para satisfacer las necesidades físicas de todas sus criaturas y es bondadoso para con todos los hombres, es dadivoso y generoso hacia sus hijos en particular. Él siempre cumple su promesa de renovar los recursos de los que dan con generosidad. Esas son las bendiciones temporales y eternas de Dios para el dador alegre (Ose.10:12).

Para que se exprese exteriormente la generosidad (v. 11), el corazón debe enriquecerse con amor sincero y compasión por los demás. El darse a sí mismo y el dar las posesiones tiene como consecuencia,  más provisión para las necesidades de los hermanos más pobres,  alabanza y la acción de gracias a Dios (v. 12). Esta colecta para los santos que Pablo dirigía logró dos efectos en particular: suplió las necesidades de los santos necesitados en Jerusalén, y movió a los recipientes a dar muchas gracias a Dios. y el amor recíproco de los que reciben la ayuda (v. 14).

El concepto clave en el v. 13 es: “ellos glorificarán a Dios… por vuestra liberalidad”; el recibir esta ayuda inspiraría a los judíos cristianos en Jerusalén a glorificar a Dios, haciéndolos conscientes de que la ofrenda había sido un acto de obediencia que demostraba la fe de los corintios. Es una confesión del evangelio de Cristo; es la generosidad de la cooperación de los gentiles con los creyentes de Israel.

En el v. 14 se ilustra la verdad de que la oración mutua está en el corazón de la unidad cristiana auténtica. Tan pronto los creyentes en Jerusalén reconocieran que Dios obraba en la iglesia de Corinto como lo demostraba la ofrenda generosa, se convertirían en sus amigos en Cristo y orarían por los corintios, con acción de gracias a Dios por su generosidad amorosa.  El Espíritu de Dios obró en los corintios de una forma especial.

Lo que encontramos en el v. 15 es una explosión de regocijo en la forma de una adoración al Señor; y con ella el Apóstol termina el capítulo 9. Pablo resumió su discurso con una comparación del acto de generosidad del creyente con lo que Dios hizo al dar a Jesucristo, “su don inefable” el Salvador del mundo.

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