Devocional 25 Febrero – Andrew Murray
La presencia de victoria
La presencia de Dios es el gran privilegio de su pueblo, y también el único poder que este tiene contra el enemigo. Dios había prometido a Moisés que los llevaría a la tierra de la promesa. Moisés demostró que había entendido esto cuando Dios, después del pecado del becerro de oro, habló de retirar Su presencia y enviar un ángel. Moisés se negó a aceptar algo que no fuese la presencia de Dios: «¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros?» (Éxodo 33:16).
Esto era lo que daba a Caleb y a Josué su confianza: El Señor está con
nosotros. Esto es lo que dio a Israel la victoria sobre Jericó: la presencia de
Dios. Esta es la promesa principal a lo largo de todas las Escrituras: Yo estoy
contigo. Esto es lo que distingue a un creyente de todo corazón de los
cristianos mundanos que le rodean: vive escondido de forma consciente en el
secreto de la presencia de Dios.
La derrota y el fracaso siempre se deben a la pérdida de la
presencia de Dios. Así sucedió en Hai. Dios había llevado a su pueblo a Canaán
con la promesa de darles la tierra. Cuando fueron derrotados en Hai, Josué de
inmediato sintió que la causa debía ser la pérdida del poder de Dios. Dios no
había luchado por ellos. Su presencia se había retirado
En la vida cristiana y en la obra de la Iglesia, la derrota
siempre es un síntoma de la pérdida de la presencia de Dios. Si aplicamos esto
a nuestro fracaso en la oración, y, como resultado de esto, nuestro fracaso en
la obra de Dios, nos llevará a ver que todo se debe simplemente a no permanecer
en una clara y plena comunión con Dios. Su cercanía, su presencia inmediata, no
ha sido la cosa principal que hemos buscado ni en la que hemos confiado. La
pérdida de bendición y poder siempre es provocada por la pérdida de la
presencia de Dios.
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