2 Cor.5 – Ps Jose Guerrero

Reconciliación

2Co 5:21  Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Luego de explicar características asociadas al ministerio del nuevo pacto, donde prevalecía un cuerpo de barro, que vivía en aflicción, llevando en sus cuerpo siempre la muerte y la vida de Jesús, para que la excelencia del poder sea de Dios. En este capítulo Pablo se enfoca en recordar que ese cuerpo mortal se vestiría de inmortalidad (1 Cor 15) durante la  resurrección.

Aquí el Apóstol estaba insinuando que el cuerpo espiritual seria recibido cuando el individuo muera. Las preocupaciones de Pablo cambiaron conforme llegaba al final de su propia vida. Temprano en su ministerio, estaba convencido que viviría para ver la segunda venida y ver esa transformación corporal. Lo cierto es que Pablo en 2 Corintios estaba preocupado con su propia muerte inminente y de allí surge su preocupación.

Con el paso del tiempo, Pablo aceptaba de que moriría antes de la segunda venida (2Ti.4:6-8) y expresaba su confianza en el hogar celestial que tenía preparado en el cielo (v. 1), al cual pronto marcharía. Por eso expresó su deseo de realizar su habitación en la vida del más allá (v. 2). Como hebreo sentía repulsión ante la posibilidad de ser un espíritu sin cuerpo, pero su fe le llevó a afirmar que no sería hallado desnudo (v. 3b). Aunque consideró la posibilidad de ser desvestido (v. 3a), se inclinó hacia la creencia y esperanza de que en la muerte podría ser revestido o sobrevestido (v. 4) de una habitación celestial.

En el v. 5 Pablo establece con firmeza que la existencia celestial del creyente se hará realidad de acuerdo con el propósito soberano de Dios. Es decir que Dios nos formó mediante la redención, justificación y santificación, para que  mortal de nuestro ser fuese absorbido por la vida (v. 4). Esta es la garantía que tenemos por el Espíritu “las primicias” quien crea en nosotros el deseo, con gemidos de nuestra liberación y gloria venideras (Ro.8:23).

En los vv. 6-7 menciona que a pesar de muchas dificultades, Pablo continúa confiando en Dios y no se desanima. Con todo, dice: estamos ausentes del Señor. Lo que esto significa se determina en el v. 7: andamos por fe, no por vista. Esto sugiere que estar en el cuerpo significa que Dios no es accesible a nuestra vista (en ese sentido estamos ausentes del Señor) y que nos es accesible solo por la fe.

En el v. 8 reafirma que el estar ausentes del cuerpo significa estar presentes delante del Señor, en el sentido que sería accesible a la vista y no más solamente a la fe (1Jn.3:2). Aunque Pablo no deseaba verse sin un cuerpo si muere antes del rapto, aquí expresa su convicción de que aun esto sería preferible que permanecer "en el cuerpo" y, por consiguiente, lejos del Señor (Filp.1:23).

En el v. 9 Pablo habla de su ambición en la vida, pero no la clase de apetito orgulloso y egoísta que transmite el término "ambición". Pablo demostró que es correcto y noble que el creyente se esfuerce por la excelencia, las metas espirituales y todo lo que es honorable ante Dios (Ro.15:20). La ambición de Pablo no era alterada por sus circunstancias, porque sin importar que estuviera en el cielo (presente) o en la tierra (ausente), lo único que le importaba era vivir para el Señor, siendo un siervo apasionado con la meta de agradar a Dios.

En el v. 10 señala el propósito final de la vida de un creyente, compadecer ante el tribunal de Cristo. Esto describe que la motivación y la meta suprema del creyente es agradar a Dios: es decir rendirle cuentas al final de su vida. El tribunal de Cristo es una alusión metafórica al lugar en el que el Señor se sentará a evaluar la vida de cada uno de los creyentes con el propósito de darles recompensas eternas.

Se trata de las acciones que tuvieron lugar durante la vida del creyente en su ministerio terrenal. Esto no incluye pecados porque el juicio de estos se ejecutó en la cruz de Cristo (Ef.1:7). Pablo se refería a todas las actividades que los creyentes realizaron durante su vida que se relacionaron con su recompensa y elogio eternos de parte de Dios.

Pablo quería establecer una comparación entre las actividades de valor eterno y las que son triviales. No era que los creyentes debían abstenerse de las cosas beneficiosas de este mundo, sino que deberían glorificar a Dios en ellas y gastar la mayor parte de sus energías y tiempo en lo que tenga valor para la eternidad.

En el v. 11 Pablo examina su vida y ministerio para ver si habían servido para el crecimiento  del evangelio. No habla de miedo, sino de un temor santo. Nos ruega que nos examinemos así porque durante nuestra breve estancia en esta tierra seremos examinados a fondo no solo por el Señor, sino también por el mundo.

En el v. 12 Pablo amonesta a aquellos que siguen a los que no tienen integridad, como los opositores de Pablo en Corinto, que se enorgullecen por cosas externas, apariencias de piedad, como lo es cualquier doctrina falsa acompañada por actos espectaculares de hipocresía

En el v. 13 introduce el término “locos”, para describirse como un devoto dogmático de la verdad. De esta manera, respondió a sus opositores que lo tildaban de fanático demente. Ante esa afirmación Pablo les recordó su comportamiento ante ellos (cuerdo: con una mente sobria y en control total de su situación) como defensor de su ministerio  y comunicador de la verdad.

Al decir “uno murió por todos” (v. 14), Pablo estaba expresando la verdad de la muerte vicaria de Cristo. Esta señala que Él murió "a favor de" o "en lugar de" todos (Gál.3:13; Heb.9:11-14). Esto es el corazón de la doctrina de la salvación. La ira de Dios contra el pecado requería la muerte de un inocente como pago. Jesús recibió toda esa ira y murió en el lugar del pecador. Así quitó de en medio la ira de Dios y satisfizo la justicia de Dios como un sacrificio perfecto. 

Todos los que murieron en Cristo reciben los beneficios de su muerte substitutiva. Con esta frase, Pablo definió el alcance de la expiación y limitó su aplicación. Esta establece que: "Cristo murió por todos los que murieron en Él" o "uno murió por todos, en consecuencia todos murieron". Pablo estaba lleno de gratitud porque Cristo lo amó, y tuvo tanta gracia para con él que lo convirtió en parte de los "todos" que murieron en Él. 

En el v. 15  Pablo queriendo hacerles saber que su vida pasada que estaba centrada en él mismo había terminado, y que ahora su deseo era vivir para Dios en rectitud y justicia. Esto añade una enseñanza a todos los creyentes, la muerte en Cristo no solo es una muerte al pecado, sino una resurrección a una vida nueva de justicia y rectitud

Desde su conversión, la meta de Pablo fue alimentar las necesidades espirituales de las personas (v. 16). Pablo ya no evaluaba a las personas conforme a un patrón externo o humano. Ni aun a Cristo lo veía bajo la perspectiva  humana y falible. Pablo, cuando era judío, había esperado un Mesías que reinara temporal y no espiritualmente. Cuando ya se había convertido, ya no “consultó con carne y sangre” (Gál.1:16)

Por esa razón en el v. 17 Pablo declara que toda persona por la que Cristo ha muerto y resucitado, también ha muerto y resucitado (vv. 14-15), está en Cristo y, por consiguiente, es una nueva creación. Esta participación en la nueva naturaleza se refleja en un cambio de perspectivas (v. 16), una vida santa (1Co.6:9-11) y la renovación de la persona íntegra, completa en el acto de la resurrección.

Todos los aspectos relacionados con la conversión de una persona y su nueva vida transformada en Cristo son llevados a cabo por un Dios soberano. Los pecadores no pueden decidir por cuenta propia que van a participar en esta nueva vida. En realidad es Dios quien quiere que los hombres pecadores se reconcilien con Él (Ef.2:1). Sin embargo a dejado en los creyentes el ministerio de la reconciliación, (v. 18) que no es otra cosa que el servir a los no creyentes, llevándoles el mensaje del deseo de Dios, en reconciliarse con la raza humana.

En el v. 19 se define el ministerio de la reconciliación como la proclamación de la remoción de los pecados que Dios llevó a cabo en Cristo. Dios por su propia voluntad y designio usó a su Hijo, el único sacrificio aceptable y perfecto, como el medio para reconciliar a los pecadores con Él, reconciliando consigo al mundo. Dios inicia el cambio en la posición del pecador al trasladarlo de un estado de locura a uno de perdón y relación correcta con Él. De nuevo, esta es la esencia del evangelio.

La reconciliación no es iniciativa nuestra; es algo que Dios efectuó a través de la muerte de Cristo (v. 20). Pablo describió así su función y la función de todos los creyentes, como mensajeros del evangelio, sirviendo de representantes en la tierra del Rey del cielo, para rogar a las personas de todo el mundo que se reconcilien con Dios, quien es su Rey verdadero. De manera que cuando los creyentes presentan el evangelio, Dios habla a través de ellos para llamar a los pecadores  que se acerquen a Él con fe y acepten el evangelio, en otras palabras que se arrepientan de sus pecados y crean en Jesús

En el v. 21 Pablo resume el corazón del evangelio que resuelve el misterio de los vv. 18-20, y explica cómo pueden ser reconciliados los pecadores con Dios a través de Jesucristo. El Hijo de Dios sin pecado ni mancha,  por nosotros lo hizo pecado. Dios el Padre, quien aplica el principio divino de imputación, trató a Cristo como si Él fuera un pecador aunque no lo era, y permitió que muriera como sustituto para pagar el castigo por los pecados de todos los que creyeran en Él (Is.53:4-6; Gál.3:10-13; 1Pe.2:24).

En la cruz, Él no se convirtió en un pecador, sino que fue tratado como si fuera culpable de todos los pecados cometidos por todos los que habrían de creer, aunque no había cometido uno solo. La ira de Dios se desató sobre Él hasta saciarse y el requisito justo de la ley de Dios fue cumplido a perfección para beneficio de aquellos en cuyo lugar murió.

Así como Cristo no fue un pecador pero fue tratado como el peor de los pecadores, los creyentes que todavía no han sido hechos justos por completo (hasta la glorificación), son tratados como si fueran justos. Él llevó sobre sí sus pecados para que ellos pudieran vestirse con su justicia. Dios lo trató como si hubiera cometido los pecados de los creyentes, y trata a los creyentes como si solo hicieran las obras justas del Hijo de Dios libre de todo pecado.

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