Ezequiel 7 - Ps Jose Guerrero

EL FIN VIENE

Ez. 7:1-2 Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Tú, hijo de hombre, así ha dicho Jehová el Señor a la tierra de Israel: El fin, el fin viene sobre los cuatro extremos de la tierra

En el cap. 7, Ezequiel predice la destrucción de Judá. Los malvados y los soberbios obtendrán lo que se merecen. Si parece que Dios va a ignorar el mal y la soberbia de nuestros días, recordemos que vendrá el castigo, de la misma forma que le llegó al pueblo de Judá. 

En los vv. 1-4 se ilustra el juicio anunciado. Este párrafo presenta el juicio en términos de su consecuencia, su seguridad, su alcance, su razón y su propósito.

Para comprender la consecuencia del fin, notemos su significado “lo que se corta o termina”. En la Biblia siempre se asocia a juicio o a una manifestación del castigo de Dios.

En cuanto a la seguridad del fin, hace referencia a que el profeta tenía tanta seguridad en la llegada de ese fin que lo presenta de manera realizada.

En función al alcance del fin. Algo que debiera llamarnos la atención de estos versículos es que habla del fin llegando sobre los cuatro extremos de la tierra. Parece claro que aunque se está refiriendo a la tierra de Judá, se está implicando a todo el mundo. Ninguna ciudad escapará del juicio. El castigo de Dios llegará sobre toda la nación, como ya lo ha expresado en su mensaje a los montes de Israel.(cap. 6)

Este pasaje también nos habla de las razones del fin. El profeta Ezequiel no ve signos de arrepentimiento en el pueblo, por lo que anuncia el castigo de manera total.

Por último, presenta el propósito del fin (v. 4). Las dos negaciones con las que comienza son enfáticas; Dios no tendrá piedad; ni compasión; por el pecado y rebelión no estaría presente para perdonar. En el final del versículo aparece la frase “y sabréis que yo soy…” El propósito del juicio era redentor, guiarlos a que pudieran tener un reencuentro con su Dios.

Seguidamente el profeta usa términos que identifican el juicio que estaba llegando: “Un mal, he aquí que viene un mal “(v. 5). Este mal o desgracia tiene que ver con el juicio de Dios. El que se repita tiene como propósito poner énfasis en la naturaleza única y especial de este desastre.

“Viene el fin” (vv. 6-7). Era inminente su llegada. “Te ha llegado (viene para ti)”. Ya se había completado el círculo del pecado en Israel y recibiría la recompensa por lo que estaba haciendo. Ya el tiempo o día fijado por Dios estaba llegando, será día de pánico y “no de alegría”.

“Ahora, pronto derramaré mi ira” (vv. 8-9). El profeta repite las mismas frases de los vv. 3-4. Ahora no se menciona la ira de Dios como la causa sino como el castigo mismo.

En el v. 10 dice “ha florecido la vara”, donde se describe la actitud del pueblo donde ha reverdecido la arrogancia  y la violencia se ha convertido en una vara… (v. 11). Este término al ser escuchado debió recordar el episodio bíblico, donde la vara fue usada por el Señor para la elección de Aarón (Núm. 17:8). Otro episodio era el de Isaías 10:5, quien la usó como símbolo de la ira o castigo de Dios, en referencia a Asiria.

Las dos frases a las que se hizo referencia pueden ser vistas como calificativos que muestran el carácter pecador del pueblo, y lo maduros que estaban para recibir el castigo.

A partir de la segunda parte del v. 11 el profeta pasa a definir los distintos aspectos de la vida que serían afectados por la llegada del castigo de Dios.

A partir del v. 12 encontramos que la llegada del día, es decir la ira de Dios destruiría los recursos o fuentes de seguridad de los habitantes de Judá. Se enumeran siete fuentes de seguridad: comercio, ejercito, montañas, gentilicio, posesiones, ídolos y el templo.

El comercio, vv. 12-13. Se narra que antes de la llegada del juicio las transacciones comerciales serían afectadas. En este pasaje el autor ilustra el impacto económico había llegado. El comprar y vender, con entusiasmo, no tendrían sentido; habría frustración tanto para el que compra como para  el que vende, ya que no podrían capitalizar sus ganancias. No podía alegrarse el que compraba por haber hecho un buen negocio, ni el que vendía, ya que no iba a recuperar sus posesiones, dado que todo sería destruido.

En el v. 14 se expresa “que toquen la trompeta”, alusivo a reclutar soldados como quisieran, “que aparejen todas las cosas”, sería inútil; nadie se animaría a ir a la batalla. Aunque suene la alarma dada por el atalaya, no habría soldados para defender la ciudad. Cuando llegue el momento de la acción estarían inmovilizados por el temor que les infundía la llegada del juicio, esto era obra de la ira de Dios. No se encontraría seguridad en ninguna parte (v. 15).

Ante semejante situación el pueblo podía intentar escapar a las montañas buscando refugio en las cuevas de las mismas (v. 16). Esto tampoco les serviría, pues adonde fuesen les seguirá el miedo; ese es el sentido de la expresión paloma en los valles, en referencia al sonido que emitían para señalar temor. Pues a pesar de escapar físicamente, el problema de fondo seguía con ellos, su iniquidad, de lo cual no podían escapar.

Los vv. 17-18 describen la debilidad que afectaría al pueblo a partir del desastre. Primeramente  habla de que las manos se debilitarían; caerían en desánimo. Luego las rodillas se escurrirían como agua. Haciendo referencia a la pérdida del control físico ante un estrés severo. Esto se encuentra en las expresiones de angustia o duelo del v. 18.

En los vv.18-19, el profeta vuelve al tema de las posesiones materiales, pero con una perspectiva diferente. La plata y el oro eran los símbolos de las riquezas; no se referían a ellas comercialmente, sino como objeto de búsqueda. Esto trae dos enseñanzas. Primero la inutilidad de las riquezas; al momento de tratarse de librarnos de la ira de Dios. Tampoco sirven en los momentos de crisis para obtener las cosas que necesitemos. En resumen las riquezas no pueden llenar las necesidades físicas, mucho menos las espirituales.

En el v.20 el  profeta trata el asunto de los ídolos. El pueblo había cambiado a Dios por sus ídolos. Dios había dado al pueblo oro para decorar el templo, pero lo utilizaron para hacer ídolos. Los recursos que Dios nos da deben ser utilizados para realizar su obra y llevar a cabo su voluntad.

La entrega del oro a los ídolos, traería como consecuencia que estos fueran entregados a las fuerzas invasoras (v.20). Aun el templo sería también entregado. Jeremías predicaba en ese mismo momento que no debían poner en el templo su esperanza.  Ezequiel afirma que este sería profanado. En este sentido la frase "apartaré de ellos mi rostro" (v.22), el rostro equivale a la presencia de Dios. Esta parece anticipar la salida de la gloria de Dios del templo.

En el v.23 Dios le pide al profeta que se convierta en carcelero al decirle "prepara cadenas", como una referencia al uso de las cadenas con los cautivos. Este versículo hace referencia a los delitos de los que se acusa a la ciudad o el país. Por un lado se habla de delitos de sangre, en referencia a decisiones judiciales, que usaban la justicia como instrumento de asesinato. Estos pecados señalan a los líderes como responsables de los mismos.

El pueblo de Jerusalén se vanaglorió en sus construcciones. El templo mismo fue una fuente de vanagloria (v.24). Esta soberbia sería aplastada cuando los malvados e impíos babilonios destruyeran las casas y lugares santos de Jerusalén

En el v. 26 vuelve al tema de la adoración como la fuente de seguridad que ellos tenían, en tiempo de angustia buscarían una respuesta. Sin embargo, "la ley se apartó del sacerdote". No se trata de conocer sino de hacer, y cuando el castigo llegue ya no habría oportunidad.

Nadie escapa del juicio, ni siquiera aquellos que por su función debieron haber ayudado al pueblo ante estas circunstancia, y ya no lo podían hacer, ya que habían participado del mismo pecado. Finalmente vuelve a repetir el propósito del castigo, sabrán que Yo Soy…

Este capítulo tiene algunas lecciones que son muy importantes. Cuando una sociedad viole los mandatos de Dios, entonces tendrá que pagar por esto un precio que comenzara en su vida interna y se extenderá hacia los que le rodean. Por otro lado, debemos tener presente que no hay nada que nos pueda esconder o alejar del castigo de nuestro pecado.

Las fuentes de seguridad humana no puede liberarnos del castigo, no importa cuán lejos tratemos de huir, el sentido de culpa viene con nosotros. Por último, recordemos que la abundancia que buscamos no nos puede librar ni de nuestras necesidades físicas (en los momentos de crisis) y mucho menos de las espirituales, no podemos comprar a Dios.

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