Devocional 28 enero – Charles Spurgeon
Los brazos eternos
Nos preocupa apoyarnos demasiado en Dios. Es muy apropiado el
no apoyarnos demasiado en un amigo, porque pedir demasiado a un amigo generoso
puede hacer que este tema vernos de nuevo. Pero este sentimiento no es adecuado
cuando tratamos con el Señor. Nunca temas cansar a tu Dios; nunca te digas a ti
mismo «Le pediré tan poco como pueda». Porque Él dice «abre tu boca y yo la
llenaré» (Salmos 81:10).
Nunca digas «confiaré en Él un poco, le llevaré parte de mis
preocupaciones y descansaré una porción de mis pruebas sobre Él». No, apóyate
en Él con todo tu peso. No escatimes ni una onza de tu carga. Eso rompería tu
espalda. Lleva las toneladas, las libras y las onzas, hasta los pesos
minúsculos, y échalos todos sobre Dios. Él ama a sus hijos y los trata con
completa confianza. Toda tu carga no le molestará.
Ya conocen la fábula de Esopo, en la que una educada pulga se
disculpaba con el buey por cargarlo cuando aterrizó sobre su cuerno. El buey
respondió que él ni siquiera se había dado cuenta de que la pulga estaba ahí.
Tu Dios no te dirá eso, porque él cuenta los cabellos de tu cabeza, pero
sí que te dirá que tu peso no es una carga para Él.
Hasta si tuvieras la responsabilidad de cincuenta reinos en
tu cabeza, y llevaras en ella la política de cien naciones, o incluso
estuvieras cargado con las preocupaciones de mil mundos, podrías dejarlo todo
con seguridad al Maravilloso Consejero y seguir tu camino con regocijo. Apóyate
con fuerza hermano, apóyate con fuerza hermana, porque debajo de ti están los
brazos eternos.
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